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La bolsa no predice la economía y seguirá subiendo
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Javier Molina

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La bolsa no predice la economía y seguirá subiendo

El crecimiento económico no es ni será del 3%, y mucho menos del 5% previsto. Lo único que continúa en máximos son las bolsas norteamericanas

Foto: Corredores de bolsa trabajan en Wall Street, en Nueva York. (EFE)
Corredores de bolsa trabajan en Wall Street, en Nueva York. (EFE)

Tras la victoria de D. Trump en Estados Unidos, asistimos a un incremento del optimismo en la mayoría de los indicadores de sentimiento de ese mercado, desde la confianza del consumidor que tocó máximos de 13 años hasta sectores como el pequeño comercio o el manufacturero. La percepción de que se iba a entrar en una fase de gran crecimiento económico gracias a las medidas económicas y fiscales que se habían prometido, el disponer de un dólar más fuerte, tipos de interés más altos y un aumento de los salarios que potenciarían el consumo era lo que la nueva administración parecía prometer. Confianza y bolsas así lo celebraron tocando, de nuevo, máximos históricos.

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Sin embargo, pasado ya un tiempo prudencial, parece que todo ese optimismo y la realidad dan lecturas muy diferentes. El crecimiento económico no es ni será del 3%, y mucho menos del 5% previsto, el dólar se está depreciando de forma alarmante y se dirige a la zona 1,20, el consumo minorista presenta tasas de crecimiento anuales negativas, los tipos de interés no subirán mucho más y los salarios no han variado mucho en sus magnitudes.

Lo único que continúa en máximos son las bolsas norteamericanas, y el S&P500, por ejemplo, no ha visto una caída superior al 5% desde hace más de un año, y a tenor de los datos estadísticos que les mostré aquí, intentar dar con el momento de vuelta es, sinceramente, imposible. Se ha impuesto el 'buy the dip' dando, hasta la fecha, un 100% de resultados positivos.

Yo mismo no entendía qué esperaban los bajistas en volatilidad desde estos niveles pero, una vez más, la lógica no tiene cabida en este mercado

Al mismo tiempo, y en línea con lo que muchos nos quieren hacer creer, el riesgo ha desaparecido y así lo parece mostrar la lectura del VIX. Los niveles actuales están en mínimos nunca antes vistos y se ha resistido a eventos de toda índole sin alteraciones significativas. Yo mismo no entendía qué esperaban los bajistas en volatilidad desde estos niveles pero, una vez más, la lógica no tiene cabida en este mercado.

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Los tiempos en que uno participaba de los mercados, como forma de apostar por la mejora económica y de las empresas seleccionadas en particular, asumiendo que habría momentos buenos y malos, han pasado a la historia. Esa parte negativa que la bolsa puede provocar ya no existe gracias a la manipulación masiva de los bancos centrales que, al final, han terminado por distorsionar todo el contexto de la inversión. La liquidez inyectada en el mercado anula el impacto que tiene la incapacidad de crecer de la economía y provoca ese descenso de volatilidad y esa sensación de impunidad ante el riesgo.

Una muestra clara de esta realidad es la llegada de todo tipo de inversores a la gestión pasiva. Según Vanguard, han entrado de media al día en la primera parte de 2017 más de 2.000 millones de dólares en esos instrumentos, y Bernstein afirma que, para 2018, el 50% de todos los activos bajo gestión estará en formato pasivo. Las distorsiones que esto está provocando no parecen importar y van desde las divergencias en valoraciones (todo sube con independencia de su valor) hasta la excesiva concentración del mercado (pocos jugadores tienen el poder), sin olvidar esa descorrelación entre volatilidad y realidad económica.

Así las cosas, solo tenga presente que cuando compra ahora un activo, no lo hace en base a expectativas de mejores resultados o crecimiento. Lo hace bajo el supuesto de que los bancos centrales (Fed incluida) no pueden retirar los estímulos de forma agresiva ni rápida y que, en el peor de los casos, se necesitarán no menos de siete años para lograr cierta normalización monetaria. Y pese a que eso puede suponer mucho más tiempo de alegría e inmunidad, no estaría de más el ser conscientes del riesgo subyacente que, pese a que no lo vea, todo proceso de inversión sigue acarreando.

Tras la victoria de D. Trump en Estados Unidos, asistimos a un incremento del optimismo en la mayoría de los indicadores de sentimiento de ese mercado, desde la confianza del consumidor que tocó máximos de 13 años hasta sectores como el pequeño comercio o el manufacturero. La percepción de que se iba a entrar en una fase de gran crecimiento económico gracias a las medidas económicas y fiscales que se habían prometido, el disponer de un dólar más fuerte, tipos de interés más altos y un aumento de los salarios que potenciarían el consumo era lo que la nueva administración parecía prometer. Confianza y bolsas así lo celebraron tocando, de nuevo, máximos históricos.

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