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Bolsas: tonto el último
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Javier Molina

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Bolsas: tonto el último

Varios investigadores de la escuela de Stanford concluían hace un tiempo que, el peor miedo que tiene un inversor cuando se enfrenta a los mercados, no es la posible pérdida de dinero per se

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FOMO, el miedo a quedarse fuera, es uno de los peores factores psicológicos que pueden empujar a posicionarse en mercado, pues termina por destruir ganancias generadas y arruina la confianza del inversor. Cuando se observa este FOMO en la compra de cualquier tipo de activo, y éste empieza a pincharse, se produce uno de los mayores daños en la comunidad inversora consistente en el reemplazo de aquella esperanza por el pánico.

Varios investigadores de la escuela de Stanford concluían hace un tiempo que, el peor miedo que tiene un inversor cuando se enfrenta a los mercados, no es la posible pérdida de dinero per se, sino el riesgo de obtener unos resultados peores que sus colegas. A finales de 2017 y en pleno boom de las criptomonedas, este era uno de los comportamientos que caracterizaron el momento pues, pese a no tener conocimiento alguno de lo que se compraba, nadie quería quedarse fuera. Esto provocó que la codicia de la masa catapultase el precio del bitcoin y resto de criptoactivos hasta máximos históricos para, poco tiempo después, experimentar fuertes correcciones de esos excesos. En la burbuja.com y en la crisis financiera se dieron semejantes comportamientos con respecto al sector tecnológico y al inmobiliario respectivamente.

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Utilizando varios modelos económicos, aquellos investigadores descubrieron que esas preocupaciones ajenas al proceso de inversión en sí, condicionaban la forma en que aquellos invertían. De manera clara se veía como, por ejemplo, se terminaban adquiriendo aquellos valores o instrumentos que sus comunidades, grupos de trabajo o familiares ya tenían en cartera. De esta forma y gracias al efecto manada resultante, se reemplaza el miedo a invertir (y perder) por el miedo a quedarse fuera del activo ganador. Contra la asunción simplista de la maximización de riqueza por parte de los inversores por encima de todo, aquel factor psicológico podía llegar a ser más determinante en ciertos momentos del tiempo. En particular y tratándose de inversiones en alta tecnología, con alto potencial de revalorización y con capacidad de revolucionar el mercado, el FOMO hacía acto de presencia de forma mucho más acusada que lo experimentado en otros sectores.

Este fenómeno explicaría por qué se producen ciertas burbujas, siendo uno de los principales causantes de impulsar las cotizaciones hasta niveles extremos. La teoría dice que, alcanzados esos precios hinchados, el “Smart money” aprovecha para vender o, simplemente, para quedarse fuera. Curiosamente y según esos análisis, pese a que muchos inversores puedan llegar a ser conscientes del momento de excesos en el que se encuentran, el miedo a hacer algo diferente que su comunidad o grupo les empuja a tener que participar en la fiesta destinado incluso, mayores recursos en la persecución del tal fin. Además, termina el estudio comentando que, en caso del estallido de una de esas burbujas, el efecto manada puede apaciguar la sensación de frustración provocada por las pérdidas generadas pues, en el fondo, todos están igual (de mal) que uno mismo.

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Volviendo al momento actual y tras una semana alegremente movida en los mercados, la importancia del control de la crisis sanitaria como preámbulo imprescindible a la recuperación económica, se ha impuesto finalmente en las bolsas. Una vez demostrado que lo que realmente importaba no era quién ocuparía la presidencia en Estados Unidos, sino cuándo llegaría la vacuna y la forma de superar la pandemia, una especie de FOMO ha invadido, con mayor o menor justificación, los principales mercados y activos mundiales.

El primero de estos cambios viene del lado de la rotación de estilo de inversión. Comentaba hace unas semanas que, a la vista de los múltiplos muy elevados al que cotizaban sectores como el de crecimiento (growth), y el de grupos como el “value” mucho más rezagados, tal vez era momento de ajustar las carteras y aprovechar la distorsión existente rotando parcialmente hacía ese último sector. Además, y tomando el Russell 1000 Growth, resulta que las 5 primeras acciones por peso del índice alcanzan una concentración cercana al 38%, provocando un riesgo de no diversificación a considerar.

Esta semana y bajo la idea de cierta vuelta a la normalidad que el control de la pandemia puede traer en 2021, se han visto fuertes movimientos en esa dirección. En concreto y tomando los dos primeros días tras el anuncio de la vacuna, la rentabilidad relativa de un estilo frente al otro se disparó (gráfico vía HReport) en lo que podría ser un inicio de cierto FOMO. Veremos cómo evolucionan ambos grupos en los próximos días y semanas.

Así las cosas y en un entorno no exento de complicaciones, no olvide aquellas reglas básicas de posicionamiento en mercado

El segundo de los cambios observados, en este caso incitando al FOMO, viene del lado de Wall Street. Es el caso de Goldman Sachs que, en un informe reciente de mercado y al abrigo del esperado control del coronavirus, da buen recorrido alcista para el S&P500. En concreto espera que el índice termine 2020 en los 3700 puntos y para 2021, el objetivo de precios lo establece en los 4300 puntos.

Las asunciones que hace Goldman para fijar esas proyecciones son realmente posibles. Otra cosa es que la realidad nos sorprenda mediante volatilidad, fruto de la existencia de divergencias entre lo esperado y lo realmente acaecido. El banco de inversión cita como fundamento de sus predicciones, la aprobación por parte de la FDA de la vacuna y el suministro a una gran parte de la población en un tiempo relativamente corto, la reducción de la incertidumbre política, la recuperación en “V” de la economía, la mejora continua de los resultados empresariales y una curva plana de tipos en un entorno de constante apoyo por parte de la Fed.

Pese a las altas valoraciones resultantes de la aplicación de distintas ratios, enumeradas por el propio Goldman, se destaca que en el entorno de bajos tipos de interés y su mantenimiento en el tiempo, la renta variable está en términos relativos, aún barata con respecto a la rentabilidad de la renta fija gubernamental y corporativa. Es por eso que, concluye el banco de inversión, el S&P500 tiene el mencionado recorrido.

Así las cosas y en un entorno no exento de complicaciones, no olvide aquellas reglas básicas de posicionamiento en mercado. Tener una estrategia de inversión ajustada a su perfil de riesgo con pautas de actuación claras, la automatización máxima de la operativa que evite, en la medida de lo posible, el impacto de las emociones en el proceso de inversión, el pensar en el largo plazo y la formación continua en estos tiempos tan complejos y cambiantes son, en esencia, las claves para no ser el último tonto en incorporarse al mercado.

FOMO, el miedo a quedarse fuera, es uno de los peores factores psicológicos que pueden empujar a posicionarse en mercado, pues termina por destruir ganancias generadas y arruina la confianza del inversor. Cuando se observa este FOMO en la compra de cualquier tipo de activo, y éste empieza a pincharse, se produce uno de los mayores daños en la comunidad inversora consistente en el reemplazo de aquella esperanza por el pánico.

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