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Santiago Satrústegui

Desnudo de certezas

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Gripalizar en el momento adecuado

La cuestión fundamental ya no es científica. La cuestión es cómo estamos dispuestos a relacionarnos con una realidad que todo el mundo manipula a su propia conveniencia

Foto: Arranca la temporada de rebajas (EFE)
Arranca la temporada de rebajas (EFE)

Hace poco más de un mes, y con las vacaciones de Navidad por delante, desde este mismo lugar animaba a mis sufridos lectores a empezar a normalizar nuestra relación con la pandemia y a asumir que nuestro reto es ya ser capaces de convivir con esta enfermedad, como hemos venido haciéndolo con todas las demás.

Una vez vistas las peculiares características de ómicron, la última variante del coronavirus Covid-19, me parece que la necesidad de volver a incorporar el sentido común a nuestras vidas es cada vez más imperiosa. Lo difícil es saber cómo hacerlo porque, no nos olvidemos, “todo problema complejo tiene una solución clara, sencilla e incorrecta”.

Gripalizar la Covid-19” tiene todo el atractivo de un eslogan sencillo y del mensaje al que le ha llegado su hora, pero, como ya estamos viendo, para triunfar necesitará venir acompañado de grandes dosis de pedagogía y contar con un grado de oportunidad milimétrica. La que le ha faltado al anuncio navideño del jamón.

Foto: Personal sanitario prepara una vacuna. (EFE) Opinión

Hace mucho tiempo que ya no estamos enfrentados a una incertidumbre científica. Lo que ya sabemos, que se trata de un virus respiratorio, a quién afecta con más virulencia, que hay vacunas y que funcionan muy bien, o que los sistemas no van a colapsar, es mucho más importante que lo mucho que, probablemente, todavía nos falte por saber. Pero ha llegado el momento de que los científicos y los políticos de todo el mundo empiecen a tratar como adultos a sus ciudadanos.

La cuestión fundamental ya no es científica. Probablemente, dejó de serlo hace mucho tiempo, o nunca lo fue del todo. La cuestión es cómo estamos dispuestos a relacionarnos con una realidad que todo el mundo manipula a su propia conveniencia.

El año 2022 ha empezado cargado de retos conceptuales. Desde Boris Johnson y su equipo redefiniendo lo que deberíamos considerar como una “fiesta”, hasta la epopeya de un tenista, clon de Jesulín de Ubrique, que ha tratado de reescribir los protocolos australianos de inmigración. “Gripalizaron” cuando no debían.

Foto: Las portadas de la prensa británica tras las disculpas de Johnson. (EFE/Andy Rain)

¿Pandemia o endemia? Da lo mismo. La cuestión es cómo decidamos relacionarnos con ella. Del “metaverso” es mucho más importante el meta que el verso. ¿Si no nos importa la realidad, cuando esta es verdaderamente relevante, cómo nos va a importar cuando se contrapone a nuestras ideas o a nuestra visión del mundo?

¿Cuántos granos de trigo tiene que haber para que lo llamemos montón de trigo? Es el sorites de los filósofos griegos. ¿Quién lo decide? En “Bailando con lobos” es “Pájaro Guía”, el hechicero de la tribu, el que le quita el luto a la novia de Kevin Costner.

Pereza pandémica o endémica, al final, qué más nos da. Se trata ya de mover ficha, pasar página o, incluso, “cambiar de pantalla”. No queda mucho, pero queda probablemente lo peor. Porque el problema está cada vez más en nosotros y no tanto en los virus y sus variantes. Vacunarse, proteger a los vulnerables, acertar con el momento y seguir viviendo.

Como le dice en el “Rey León” el babuino Rafiki a un Simba sumido en la melancolía por la pérdida de Mufasa, “el pasado puede doler, pero de ti depende huir de él o aprender de él”.

Hace poco más de un mes, y con las vacaciones de Navidad por delante, desde este mismo lugar animaba a mis sufridos lectores a empezar a normalizar nuestra relación con la pandemia y a asumir que nuestro reto es ya ser capaces de convivir con esta enfermedad, como hemos venido haciéndolo con todas las demás.

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