Rumbo Inversor
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¡Ojo con los ETF! No te hagas trampas en el solitario
Si invertimos en índices vía ETF debemos saber que hay tres tipos de costes que los índices no tienen en cuenta
El éxito de los Exchange Traded Funds (ETF) o fondos cotizados parte de los estudios de rentabilidad a largo plazo de los fondos de inversión tradicionales. Estos últimos han tenido rendimientos medios significativamente inferiores a los de los índices incluyendo dividendos e intereses. La simple idea de ahorrar costes de gestión en los fondos copiando exactamente los valores y ponderaciones de los índices ha supuesto una revolución en el sector. Millones de inversores se han pasado de la gestión activa a la pasiva.
Sin embargo, no es oro todo lo que reluce. La sencilla comparación de los índices de retorno total con los fondos no es correcta. La rentabilidad de los fondos tradicionales suele ser neta de todo tipo de gastos. En cambio, si invertimos en índices vía ETF debemos saber que hay tres tipos de costes que los índices no tienen en cuenta:
- Costes operativos. Para invertir, los ETF incurren en gastos financieros, cánones, horquillas de compraventa, gastos de auditoría, impuestos, tasas, gastos de admisión a cotización, etc.
- Costes de gestión y depositaría. También soportan este tipo de costes aunque sean muy inferiores a las de los fondos de gestión activa.
- Costes que asume el partícipe. Cánones y otros costes de compraventa de las participaciones en bolsa, comisión de mantenimiento de la cuenta de valores, comisiones por el cobro de dividendos o intereses, costes de contratos de gestión de carteras y gastos de asesoramiento. Además, algunos de éstos gastos no son fiscalmente deducibles. Por el contrario, si estuvieran incluidos en los costes de los fondos tradicionales sí lo serían.
Recuerdo que el impacto sobre la rentabilidad obtenida de los costes a largo plazo es muy significativa. Un 1% anual de mayores costes parece poca cosa si la rentabilidad es buena. No obstante, dicho sobrecoste en 10 años representa en torno al 10% del patrimonio generado y en 30 años supone cerca de la tercera parte del capital acumulado.
Por otro lado, si comparamos el rendimiento de un ETF que tenga histórico suficiente con el de un fondo tradicional ya estarán incluidos en el fondo cotizado los costes de los puntos 1 y 2. Sin embargo, la rentabilidad del ETF no tiene en cuenta los costes del punto 3, que a menudo son los más relevantes.
En conclusión, si queremos comprobar si un fondo ha generado más o menos rentabilidad de la que habríamos obtenido invirtiendo en un ETF indexado no podemos compararlo con el índice, ni con el ETF en sí.
Para no hacernos trampas a nosotros mismos en las comparaciones deberíamos tener en cuenta todos esos costes en los que se incurre a lo largo de los años que no están restados la rentabilidad de los ETF pero sí de la de los fondos tradicionales. De igual manera, tampoco dejemos que otros nos traten de convencer con un cálculo que no ponga ambos activos de inversión en igualdad de condiciones.
El éxito de los Exchange Traded Funds (ETF) o fondos cotizados parte de los estudios de rentabilidad a largo plazo de los fondos de inversión tradicionales. Estos últimos han tenido rendimientos medios significativamente inferiores a los de los índices incluyendo dividendos e intereses. La simple idea de ahorrar costes de gestión en los fondos copiando exactamente los valores y ponderaciones de los índices ha supuesto una revolución en el sector. Millones de inversores se han pasado de la gestión activa a la pasiva.