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Fondos indexados vs ETF: quién gana el derbi de la gestión pasiva
Los fondos de inversión indexados son más atractivos desde el punto de vista fiscal, pero los ETF cotizan a tiempo real y son, de media, más baratos
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"No busques la aguja: cómprate el pajar". Pocas frases describen la gestión pasiva (o indexada) tan bien como esta de John Bogle, fundador de Vanguard. Y es que consiste precisamente en eso: invertir en el conjunto del mercado, representado en la figura del índice. Esto supone dejar de buscar la perla bursátil, la escurridiza aguja. Renunciar a hacerlo mejor que los demás. A cambio, te aseguras de no hacerlo peor. Que no es poco, si tienes en cuenta que batir al índice es algo bastante complicado. Y caro, por añadidura.
Para invertir de forma indexada, es decir, para comprarte el pajar, hay dos opciones que destacan por su sencillez y eficiencia: los fondos indexados, también llamados fondos índice, y los ETF, o fondos cotizados.
Los primeros son fondos de inversión que imitan el comportamiento del índice. Por tanto, ofrecen liquidez diaria y tienen la ventaja fiscal del traspaso. En otras palabras: te permiten llevarte el dinero de un fondo a otro (sea o no indexado) sin tener que tributar, ya que sólo pagas impuestos el día que reembolsas de forma definitiva.
Por su parte, los ETF (Exchange Traded Funds) son muy similares a los anteriores, salvo por dos diferencias importantes. Cotizan en bolsa, por lo que puedes comprarlos y venderlos a tiempo real. Sin embargo, no permiten el traspaso sin tributación. Una lástima.
¿Cuál de estas opciones es mejor? Muchos asesores financieros se inclinan por los fondos indexados, ya que la ventaja del traspaso puede resultar clave. Te permite invertir una temporada en el S&P 500 y, si luego decides que la bolsa europea tiene mejores perspectivas, cambiarte al EuroStoxx. Y volver al S&P 500 más adelante. O renegar de la gestión pasiva e invertir en un fondo de autor. En resumen, puedes hacer todos los cambios de estrategia que quieras sin tener que tributar por el camino.
Con un ETF puedes hacer lo mismo, claro. Pero cada vez que cambies de estrategia tendrás que vender el producto en el que estás y comprar otro. De ese modo, tributarás por las plusvalías generadas hasta ese momento. Y el dinero que pagues en impuestos dejará de trabajar para ti y pasará a estar en el bolsillo de Hacienda.
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Es cierto que cuando vendes un fondo de inversión, cuando finalmente reembolsas, tributas por el total de las plusvalías generadas. Vamos, que el palo te lo llevas al final. Pero aun así, sale a cuenta. Todo lo que sea aplazar el pago de impuestos siempre es la opción más eficiente.
Veámoslo con un ejemplo. Imagina que inviertes 10.000 euros en un ETF con una rentabilidad neta de comisiones del 8%. Y que cada año compras y vendes la misma posición, pagando los impuestos correspondientes (pongamos que un 20%). Ahora piensa que inviertes lo mismo en un fondo indexado. Mismas condiciones. Al cabo de 20 años, reembolsas ambos productos. Con el ETF habrás ganado 24.000 euros. Con el fondo, 29.000 euros. Punto para los fondos indexados.
Para que la comparativa sea realmente justa, hemos partido de que la comisión de ambos productos es la misma, pues de otro modo estaríamos midiendo el impacto de las comisiones y no el de la ventaja fiscal.
Para comprar un ETF tienes que hacer frente a la comisión de compraventa del bróker. Más otros gastos, como la comisión de custodia
En este sentido, es argumentable que los ETF son, de media, más baratos que los fondos indexados. Punto para los ETF. Pero esto no quita para que haya fondos indexados con unas comisiones muy competitivas y perfectamente en línea con las de los ETF. Para encontrarlos sólo tienes que recurrir a una plataforma de fondos con arquitectura abierta, es decir, con una oferta de producto amplia. Que haberlas, haylas.
Por otro lado, para comprar un ETF tienes que hacer frente a la comisión de compraventa del bróker. Más otros posibles gastos, como la comisión de custodia. En cambio, los fondos de inversión no llevan aparejada ninguna de esas comisiones. O, al menos, no a priori (depende del banco). Punto para los fondos.
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Finalmente, los defensores de los ETF alegarían que puedes invertir en ellos y no tocarlos, lo cual anularía la desventaja fiscal. Y tendrían toda la razón del mundo. ¿En cuál invertir entonces? Los ETF son el producto ideal para aquellos que quieren vincularse a un índice a largo plazo y olvidarse. A fin de cuentas, son más baratos (al menos, de media) e indudablemente más líquidos. Paralelamente, aportan una gran versatilidad a la hora de realizar apuestas intradía, así como inversiones bajistas e incluso apalancadas.
Ahora bien, si tu idea es invertir a medio o largo plazo y no descartas cambiar de vez en cuando de estrategia y rotar la cartera, tu producto es el fondo indexado. En el mundo de la inversión no hay nada como tener margen de maniobra. Quién sabe: igual te cansas de estar siempre en el mismo pajar. O incluso te decides a buscar la aguja.
"No busques la aguja: cómprate el pajar". Pocas frases describen la gestión pasiva (o indexada) tan bien como esta de John Bogle, fundador de Vanguard. Y es que consiste precisamente en eso: invertir en el conjunto del mercado, representado en la figura del índice. Esto supone dejar de buscar la perla bursátil, la escurridiza aguja. Renunciar a hacerlo mejor que los demás. A cambio, te aseguras de no hacerlo peor. Que no es poco, si tienes en cuenta que batir al índice es algo bastante complicado. Y caro, por añadidura.