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La tercera revolución industrial en los mercados
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Víctor Alvargonzález

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La tercera revolución industrial en los mercados

A veces, los árboles nos impiden ver el bosque. La traducción de esta máxima a los mercados sería que, a veces, la fijación en el corto

A veces, los árboles nos impiden ver el bosque. La traducción de esta máxima a los mercados sería que, a veces, la fijación en el corto plazo nos impide detectar las grandes tendencias de largo plazo, que son las que de verdad hacen ganar dinero si se sube uno a ellas a tiempo ,y actúa luego de forma disciplinada.

Yo suelo escribir con visión a corto o, a lo sumo, medio plazo, simplemente porque me debo a la gente que tiene el detalle de leer lo que escribo y/o de confiar en el asesoramiento que damos desde PROFIM a nuestros clientes. Y está claro que el plazo de inversión de la gran mayoría de inversores se mueve entre uno o, a lo sumo, dos años. No voy a entrar a juzgar si los inversores hacen bien o mal en medir sus resultados a corto o, como mucho, medio plazo, y que actúen en consecuencia: es la realidad y punto. Estamos para adaptar nuestros consejos a sus necesidades, no a la inversa. Pero no por eso nos olvidamos de los inversores que miran a largo plazo, ni cuando escribimos, ni cuando asesoramos (si ese es el plazo en el que plantean su estrategia) y más si, como es el caso –y no es habitual–, nuestras recomendaciones a corto y medio plazo coinciden con las de largo, como veremos a continuación.

Hace aproximadamente 15 años se empezó a gestar un cambio que ha marcado la diferencia entre carteras de inversión ganadoras y carteras perdedoras o simplemente indiciadas (que han hecho lo que los índices de referencia y punto). El que lo detectó está ahora en el primer grupo, el de los ganadores. El que no, está en el segundo o en el tercero. Ese cambio fue el acceso masivo de las economías emergentes a la producción mundial. Y, obviamente, se notó en los mercados: desde el año 2002 hasta hoy, los fondos que invierten en Brasil, Rusia, India y China –los BRIC– han subido un 275%, mientras que en el mismo periodo el Ibex ha caído un 17% y el S&P 500 sólo ha subido un 24%. Está claro que las grandes tendencias económicas marcan la diferencia.

Ahora asistimos a un proceso que el semanario “The Economist” –que si no existiera habría que inventarlo– califica de auténtica revolución industrial. No puedo describirles aquí los interesantísimos artículos que componen el número especial dedicado al tema, pero les voy a poner un ejemplo de por dónde van los tiros: todos tenemos más que asumido el hecho de que podamos imprimir en casa cualquier documento o imagen que nos envíen por correo electrónico. Pero imagínense que, en lugar de imprimir en una sóla dimensión, pudiéramos hacerlo en tres dimensiones. Y “cosas” sólidas. Para entender esto solo hay que imaginarse la famosa “Termomix” que hay en muchas cocinas. Casi se puede decir que metes los ingredientes y el plato sale hecho. Pues imagínense que una especie de impresora tuviera dentro los materiales necesarios para hacer una representación exacta de una imagen que ha recibido… ¡pero sólida –como un bizcocho en la “Termomix”– y en tres dimensiones! La “impresora” no lleva solo cartuchos de tinta para el color, también puede llevar fibra de vidrio, plástico, etc. Y esto no es ciencia ficción: este tipo de impresora –que en realidad es más una máquina que una impresora– ya existe.

Para “The Economist” es un cambio tan importante como la primera máquina de vapor o el invento de la cadena de montaje. No sé si se puede calificar de revolución industrial el hecho de poder fabricar cualquier cosa en cualquier sitio y de forma totalmente adaptada a la demanda –los productos se podrían personalizar hasta extremos desconocidos ahora simplemente programando con un teclado lo que queremos que vaya saliendo de la “impresora” –, pero sin duda es un cambio importante y, lo que nos interesa, es un cambio que influirá en quienes sean los ganadores del futuro a la hora de medir los resultados de su inversión. Ganará quien sepa detectar cuáles serán las economías que más se beneficien de ello y, en consecuencia, qué bolsas serán las que se vean beneficiadas.

Y realmente esta revolución ya ha empezado. ¿Sabían ustedes –y sigo utilizando al “Economist” como fuente de información– que la producción manufacturera norteamericana es actualmente casi del mismo tamaño (en dólares) que la de China, pero que Norteamérica genera esta producción con solo un 10% de la mano de obra que emplean los chinos? Y esto no lo digo yo, lo dice el Massachusetts Institute of Technology, el famoso MIT, así que por ahí no se van a poder meter conmigo.

Vayamos pues a lo que nos interesa, las consecuencias que pueden derivarse de esto desde el punto de vista de la inversión. En primer lugar, asistimos a la “segunda oportunidad” para las economías avanzadas. Si en algo tienen ventaja frente a las emergentes es en la tecnología. Pero, obviamente, no todos los países avanzados sabrán aprovechar esta oportunidad que se les brinda de recuperar terreno frente a los emergentes. Y no van a tener mucho tiempo, porque países como India seguro que se espabilan y acaban uniendo alta tecnología con mano de obra barata, así que nadie piense que entre los emergentes no habrá beneficiarios de la tercera revolución industrial.

En mi opinión, en Occidente el gran beneficiario serán los EEUU. Esto es casi obvio y, por lo tanto, no le voy a dar muchas más vueltas. Es más, es perfecto para quien, como es nuestro caso, lleva ya dos años sobreponderando USA frente a otros mercados, porque coincide con nuestra estrategia de corto y medio plazo. Y también coincide con la reincorporación que hemos hecho este año de los emergentes, que habíamos eliminado el año pasado temporalmente. Y desgraciadamente, también coincide con nuestra recomendación de los últimos años de no tener ni renta variable, ni renta fija española. España podría ser, sin duda, un gran beneficiario de esta nueva revolución. Si se animan, les sugiero lean mi artículo “España, Centro de Negocios” y entenderán a qué me refiero, pero lo veo difícil, porque para eso haría falta que se cumpliera lo que en matemáticas se llama la “condición necesaria”, que también pueden ver a que me refiero en el post “Doble paga, doble pena”. Y mucho me temo que va a ser que no.

EEUU, India, probablemente China y Alemania. Esas serían mis apuestas sobre quién va a saber aprovechar esta revolución, que es a la vez manufacturera y tecnológica. Pero me la voy a jugar un poco y voy a incluir un país que hace mucho no está a la cabeza de nada: Japón.

La economía japonesa sería perfecta para aprovechar este gran cambio. Es tecnológicamente muy avanzada y siempre ha estado orientada a la producción de manufacturas avanzadas, así como a la exportación. Sería parecido a cuando en los años 70 decidieron fabricar coches, televisores, vídeos, etc. y desbancaron en casi todo ello a los EEUU. La innovación y la productividad manufacturera fue la base de su salto adelante, que luego acabó en suicidio “a la española” (burbuja financiera e inmobiliaria, nuestra especialidad)

En Europa la forma de aprovechar esta revolución sería más “bottom up”, es decir, es más cuestión de elegir empresas concretas, que países. A nivel de países lo veo complicado, pues si en España tenemos un problema de liderazgo (ver artículo “Doble pena, doble paga”), en Europa tampoco es que no lo tengan. Aquí es terrible, pero allí la situación es sólo algo mejor. En cambio, sí que confío en que habrá emprendedores europeos que, contra viento, marea, políticos y bancos centrales, y por lo tanto con mucho más merito que sus homólogos de otros países, serán capaces de adaptarse con éxito a esta revolución. Aquí no hay políticos de nivel, pero sí que hay talento y ganas. Desde luego que sí.

Fuera de Europa el reto es elegir países y zonas geográficas adecuadas y gestores que de alguna manera entiendan este cambio y apuesten por las empresas que se beneficiarán del mismo. En cambio, en Europa será más una cuestión de selección de empresas concretas, es decir, más de selección de valores que selección de fondos de inversión. Pero en cualquier caso va a ser apasionante. 

A veces, los árboles nos impiden ver el bosque. La traducción de esta máxima a los mercados sería que, a veces, la fijación en el corto plazo nos impide detectar las grandes tendencias de largo plazo, que son las que de verdad hacen ganar dinero si se sube uno a ellas a tiempo ,y actúa luego de forma disciplinada.