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Víctor Alvargonzález

Telón de Fondo

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Empecemos por soñar

Mientras España se dirige a paso firme y decidido a ser uno de los países pobres de Europa, el hombre más rico del continente es español.

Mientras España se dirige a paso firme y decidido a ser uno de los países pobres de Europa, el hombre más rico del continente es español. Mientras la selección española –campeona de Europa y del mundo– ofrece ante Irlanda una lección magistral de cómo juegan los mejores y Rafael Nadal hace lo propio en París, el Ibex es el índice bursátil con peor resultado del mundo. Y todo coincide con el momento en el que nos vemos obligados a pedir ayuda desesperada por la nefasta gestión económica realizada por nuestros gobernantes a lo largo de los últimos diez años. Algo falla en España, eso está clarísimo, pero yo creo que no son los españoles. Y tampoco son sólo los políticos.

Los españoles pueden hacer tanto o más que cualquier ciudadano de cualquier país y en cualquier actividad. Seremos más bajos –cada día menos, de hecho–, pero no más tontos. El tenis y el fútbol son deportes de origen anglosajón y nosotros somos los mejores. Y una de las mejores empresas del mundo y que mejor han entendido la globalización, es española. Su mayor accionista es el hombre más rico de Europa y uno de los más ricos del mundo. Podemos ser tan buenos como cualquiera. Entonces, ¿por qué estamos a la cabeza de lo que el “Economist” llama “el índice Proust”, porque mide el tiempo perdido o incluso el proceso de retroceso en el que se encuentran algunos países?

La primera respuesta ya la dio el Poema del Mío Cid a un problema estructural español: “que buen vasallo si tuviera buen señor”. La versión actual es que en España decidimos hace tiempo que de eso de la política se ocupara otro, de la misma forma que nos escaqueamos cuando se elige presidente de la comunidad de vecinos, y luego pasa lo que pasa. Sin duda, la clase política es probablemente el primer problema de España. Y que no se diga que sólo critico y no aporto ideas: mi propuesta al respecto quedó más que clara en el post “Doble paga, doble pena”.

Pero desgraciadamente no es solo eso. Con mi propuesta –o con otra mejor– se puede mejorar la clase política en unos años. Sí, es cierto que la nuestra puede que sea la peor de Europa, pero tampoco es que la de otros países sea como para lanzar cohetes. Es verdad que en ningún sitio ha habido políticos capaces de generar, promover y mantener un engendro económico como las cajas de ahorros –un banco en el que no es que haya algún político, sino que ¡todos son políticos!– y, no contentos con ello, crear un instrumento carísimo (el FROB) para defender a muerte el modelo (y los sillones). También es cierto que a peor clase política, peor situación económica –véase Italia o Grecia–, pero, insisto: Ángela Merkel tampoco es ningún genio. La clase política es, sin duda, el mayor problema que tiene España, pero hay algo más: el trato que da este país a sus emprendedores.

Sé de lo que hablo. Sé lo que es montar una empresa partiendo de cero. Después de lo que he sufrido por haber tomado el camino del emprendedor, no sé si volvería a hacerlo. Incluso sabiendo previamente que al final tendría éxito (a mi humilde nivel). Y conozco a otros que lo han hecho y sé por lo que han pasado. Además, algunos de mis mejores amigos son empresarios, así que hablo con conocimiento de causa. Y he llegado a una conclusión similar a la del problema que suponen para España sus políticos: España no estará donde le corresponde hasta que cuide y mime a sus emprendedores/empresarios.

A todos los políticos se les llena la boca con eso de “los emprendedores”, pero a la hora de la verdad los fríen a impuestos, regulaciones y burocracia. Cualquier empresario que me esté leyendo sabe que es así. Llegado un punto, al final el único empresariado que merece la pena es ser intermediario, comisionista o “ladrillero”, porque si montas fábricas, negocios con mucho personal o cualquier cosa que no consista en comprar y dar “el pase”, ya sabes lo que te espera. Así, se crea un círculo vicioso que genera un amplio sector de empresarios de dudosa ética que se autoalimenta con políticos de más que dudosa ética, y todo ello lleva a que, en la cultura del país, un empresario sea o un chorizo explotador o un señor que monta espectáculos de teatro o de variedades. Y la cultura de un país es la que marca la actitud y el “modelo de negocio” del mismo.

Si España identificara la palabra “empresario” con gente como Amancio Ortega o Juan Roig (presidente de Mercadona), habría mucha más gente que querría ser empresario, especialmente gente joven con ganas de luchar. Si los españoles cuidaran a su empresariado –al empresario serio y ético me refiero– en lugar de ponerle palos en las ruedas por envidia, avaricia o pura desconfianza, si los políticos mimaran a los buenos empresarios en lugar de hacerles la vida imposible… Si fuera así, el español lo que querría “ser de mayor” es empresario, en lugar de funcionario o famosillo que cobra por ir a sacar sus trapos sucios a tertulias.

Porque no nos engañemos: ni tenemos materias primas que vender, ni podemos –ni debemos– trabajar por salarios tercermundistas, y la costa ya la alicatamos hasta el techo, así que solo tenemos una salida: “Amancios Ortegas”, “Joseps Roigs” y “Rafas Nadales” (empresariales) por un tubo. Y traernos a los de fuera (mi propuesta al respecto está en “España, centro de negocios”. Pero los “Rafas Nadales” no salen por casualidad. Fueron entrenados con dedicación y mimo. Y un deportista es algo reverenciado en la cultura española, como en su día lo fueron los toreros. Hasta que no pase lo mismo con un empresario y hasta que no tengamos una clase política respetada y querida, seguiremos a la cabeza del índice Proust de tiempo perdido y a la cola de los índices bursátiles. Si, ya sé que es una carta a los Reyes Magos, pero estoy convencido de que, cuando los líderes empresariales de nuestro país empezaron su duro camino, una de las cosas que les mantuvo firmes fue soñar. Probablemente, todo empezó con un sueño. Pues empecemos por soñar.

Mientras España se dirige a paso firme y decidido a ser uno de los países pobres de Europa, el hombre más rico del continente es español. Mientras la selección española –campeona de Europa y del mundo– ofrece ante Irlanda una lección magistral de cómo juegan los mejores y Rafael Nadal hace lo propio en París, el Ibex es el índice bursátil con peor resultado del mundo. Y todo coincide con el momento en el que nos vemos obligados a pedir ayuda desesperada por la nefasta gestión económica realizada por nuestros gobernantes a lo largo de los últimos diez años. Algo falla en España, eso está clarísimo, pero yo creo que no son los españoles. Y tampoco son sólo los políticos.