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Bolsas de oportunidad en los mercados
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Víctor Alvargonzález

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Bolsas de oportunidad en los mercados

Mucha gente piensa que con todo lo que han subido los bonos y las bolsas no queda mucho que ganar. Nosotros no estamos de acuerdo.

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Quienes descubrieron los primeros campos petrolíferos no imaginaban la magnitud de la reservas que había en el subsuelo. Seguramente tampoco imaginaron que surgirían técnicas como el “fracking”, que permitirían extraer petróleo de donde ellos nunca pensaron que podrían extraerlo.

Actualmente en los mercados pasa algo parecido. Mucha gente piensa que con todo lo que han subido los bonos y las bolsas no queda mucho que ganar. Nosotros no estamos de acuerdo con esa hipótesis. Coincidimos en lo referente a la renta fija (los bonos), pero no en lo referente a la renta variable. Hasta tal punto no estamos de acuerdo, que hemos organizado una jornada que se celebrará esta misma tarde - y a la que evidentemente están invitados, tienen los datos de acceso en nextepfinance.com –, precisamente para hablar de cuáles son las bolsas de oportunidad que todavía existen en los mercados financieros.

En primer lugar, ni ha subido todo ni ha subido por igual. Nada tiene que ver lo que ha subido Europa en los últimos diez años con lo que ha subido Estados Unidos. No queremos decir con esto que Europa vaya a superar a Estados Unidos en el medio y largo plazo, puesto que Europa tiene un serio problema de burocracia y excesos regulatorios que impide cualquier liderazgo. Y mucho menos de la revolución digital. Pero eso no significa que no haya bolsas de oportunidad como, por ejemplo, las generadas como consecuencia de la rotación que provoca la salida de la pandemia.

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Tampoco han subido por igual los fondos de inversión con estilo de gestión “value” (valor) que los “growth” (crecimiento). Tenemos claro que muchos fondos de estilo “valor” seguirán siendo los peores de la clase, ya que el control de la pandemia no soluciona los problemas estructurales de muchas de las empresas en las que invierten. Pero también es cierto que no todos los fondos de valor son iguales y que algunos están invirtiendo realmente en valor, y no sólo en valores baratos que seguirán siéndolo en el futuro.

Tampoco ha sido plenamente explotado el yacimiento de la revolución digital. Ciertamente hay nombres y subsectores que tienen poco recorrido al alza, ya que todo su valor actual y futuro está descontado en los precios. Muchos han mostrado en la pandemia su máximo potencial de crecimiento. Ahora bien, la revolución digital sigue adelante y seguirá cambiando los hábitos de consumo y de trabajo y de esos cambios se seguirán beneficiando las empresas innovadoras. Y por supuesto seguirá creciendo el comercio electrónico en detrimento del tradicional, aunque no de todo el comercio tradicional.

Hay oportunidades en subsectores y también las hay en lo que llamamos “micro sectores”. Aunque se hace lo posible para que en nuestro país no se vendan ETFs – sus ventajas hacen mucho daño a los distribuidores de fondos tradicionales, es decir, a bancos, sociedades de valores, agencias o asesores no independientes - , la realidad es que ahí están, disponibles para cualquier inversor. Y son productos de inversión colectiva que permiten centrar muchísimo el tiro. Esto es de gran utilidad tanto para invertir dentro de la revolución digital en actividades innovadoras concretas, como en subíndices de empresas beneficiadas por la salida de la pandemia. O en el inicio del Plan Marshall mundial. Los ETF son el “fracking” de los fondos de inversión: llegan donde no llegan los fondos tradicionales.

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Pero igual que hemos empezado hablando de que en la renta fija se acabó definitivamente la fiesta, podríamos estar ante el inicio de una nueva y rentable celebración: apostar contra el irracional valor que han alcanzado los bonos, como consecuencia de las distintas políticas de estímulo monetario que han realizado los bancos centrales a lo largo de la última década.

No entramos a criticar si han sido adecuadas o no - y no nos cabe duda de que durante la pandemia han resultado imprescindibles -, pero lo que sí sabemos es que estar pagando por tener bonos de determinados estados híper endeudados no solo es surrealista, sino que alcanza la calificación de distorsión financiera. Pero esa es una buena noticia para los inversores, porque una de las mejores inversiones que se puede hacer es apostar porque esas distorsiones financieras tarde o temprano tienden a normalizarse.

Quienes descubrieron los primeros campos petrolíferos no imaginaban la magnitud de la reservas que había en el subsuelo. Seguramente tampoco imaginaron que surgirían técnicas como el “fracking”, que permitirían extraer petróleo de donde ellos nunca pensaron que podrían extraerlo.

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