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Hacia ciudades SIN: la clave de la transición energética
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Hacia ciudades SIN: la clave de la transición energética

La Unión Europea ha establecido metas ambiciosas para la transición energética. A finales de marzo, se acordó elevar el consumo de energía renovable en los Veintisiete

Foto: Placas solares en Móstoles, Madrid. (EP/Eduardo Parra)
Placas solares en Móstoles, Madrid. (EP/Eduardo Parra)

En un mundo más consciente de la urgencia climática, la Unión Europea ha establecido metas ambiciosas para la transición energética. A finales de marzo, se acordó elevar el consumo de energía renovable en los Veintisiete, estableciendo un objetivo del 42,5% con la posibilidad de llegar al 45%. Sin duda, una apuesta valiente que nos exige repensar cómo consumimos y generamos energía.

En España, tenemos motivos para sentirnos orgullosos, hemos superado el 47% en generación. Sin embargo, en consumo aún tenemos un largo camino por recorrer, con apenas un 21,2%, según datos del Ministerio de Transición Ecológica.

La Agenda 2030 parecía lejana, pero ahora nos encontramos con poco más de siete años para su cumplimiento. Por ello el Gobierno central ha elevado su compromiso en la última actualización del Plan Nacional de Energía y Clima (Pniec). En la que plantea que las fuentes de energía limpia abarquen el 81% del consumo eléctrico en 2030, en contraste con el 50% actual. En este contexto, surge una pregunta crucial: ¿cómo acelerar este proceso y permitir que España intensifique sus esfuerzos hacia la sostenibilidad?

En esta encrucijada, las ciudades emergen como actores cruciales. No podemos lograr una verdadera transición energética sin la participación de las ciudades sostenibles como centros de producción de energía renovable de proximidad.

Foto: Parque eólico de Iberdrola en Cuenca. (Sergio Beleña) Opinión

Históricamente, las ciudades han sido consideradas los epicentros del progreso económico y social, pero esta prosperidad ha venido acompañada de una huella ambiental descomunal. Los humos, la contaminación y el ruido han sido el precio a pagar por el desarrollo y la comodidad moderna. Sin embargo, en un mundo que está despertando a la urgencia climática, este paradigma debe cambiar.

La importancia de otorgar protagonismo a las ciudades radica en la densidad poblacional y la concentración de actividades económicas en las áreas urbanas. Al fin y al cabo, las ciudades representan el 80% de la economía mundial (PIB).

Un estudio de la Universidad de Sun Yat-sen en Guangzhou, China, examinó 167 ciudades de 53 países. Se escogieron por su relevancia global y diversidad en tamaño y ubicación geográfica. China y Estados Unidos sobresalen por tener varias ciudades en el estudio, destacando su relevancia en el debate climático global.

Los resultados son impactantes: a pesar de que 113 de las 167 ciudades redujeron sus emisiones de carbono, las 25 ciudades principales generan el 52% de las emisiones totales de gases de efecto invernadero.

La alta demanda de energía, el tráfico de vehículos y las emisiones industriales se combinan para crear una atmósfera de contaminación que afecta la calidad de vida y la salud de los habitantes urbanos.

Desde 2009, la mitad de la población mundial vive en ciudades, y se estima que para 2040 todo mundo, incluyendo África, se verá influenciado por este fenómeno. Esto subraya la urgencia de actuar y transformar nuestras ciudades en motores de sostenibilidad y calidad de vida.

Este alarmante dato convierte la contaminación en el mayor riesgo sanitario de origen ambiental

Según indica Naciones Unidas la contaminación atmosférica exterior causó la muerte de aproximadamente 7 millones de personas en las ciudades en 2012, lo que equivale a 1 de cada 8 muertes a nivel mundial. Este alarmante dato convierte la contaminación en el mayor riesgo sanitario de origen ambiental.

Las alternativas para reducir emisiones son fundamentales. El cambio pasa por la capacidad de empoderar a los ciudadanos, comunidades de vecinos y pequeñas y medianas empresas para que generen su propia energía y marca un giro significativo en el paradigma energético actual. Esta transformación no solo impulsa la independencia energética, sino que también fomenta una mayor conciencia y responsabilidad ambiental.

Al permitir que estas comunidades y negocios se conviertan en productores de su propia energía, se crea una red de generación distribuida que reduce la dependencia de fuentes de energía convencionales y, al mismo tiempo, reduce las emisiones de carbono.

En España, hay una gran oportunidad para generar energía verde con instalaciones solares

La generación de energía de proximidad, donde las ciudades sostenibles producen la energía limpia que consumen, permite a las comunidades urbanas ser actores activos en la gestión de sus recursos energéticos. Las ciudades sostenibles se convierten en ejemplos de cómo es posible lograr una coexistencia entre el desarrollo urbano y la protección del medio ambiente.

En España, hay una gran oportunidad para generar energía verde con instalaciones solares. Cerca del 78% de los tres millones de edificios de viviendas tienen espacio suficiente para paneles solares. Esto es un potencial enorme para convertir estos edificios en fuentes de energía renovable.

Además, de las aproximadamente 7.383.223 viviendas unifamiliares en España, más del 82% podrían usar paneles solares. Esto indica que más del 80% de estas viviendas pueden adoptar esta tecnología para ahorrar energía mediante el autoconsumo y compartir electricidad generada.

Foto: Una máquina bombea petróleo en California (EEUU). (EFE/Caroline Brehman)

En este panorama, creemos que se debe dar acceso a las comunidades de vecinos, pequeños negocios, pymes e industrias a instalaciones de paneles solares en azoteas, permitiendo a los vecinos compartir la energía generada de manera centralizada, en un esquema análogo a las calefacciones centralizadas de gas natural o gasóleo.

Los operadores energéticos deben hacer más que solo ofrecer servicios: deben capacitar a comunidades, pymes y pequeñas empresas para generar su propia energía. Este enfoque no solo ayuda a reducir emisiones, sino que también fomenta una economía más inclusiva y sostenible, mejorando el bienestar de las personas y el entorno empresarial.

Porque el futuro de nuestras ciudades y de las próximas generaciones nos va en ello.

*Pablo Abejas, CEO de Visalia

En un mundo más consciente de la urgencia climática, la Unión Europea ha establecido metas ambiciosas para la transición energética. A finales de marzo, se acordó elevar el consumo de energía renovable en los Veintisiete, estableciendo un objetivo del 42,5% con la posibilidad de llegar al 45%. Sin duda, una apuesta valiente que nos exige repensar cómo consumimos y generamos energía.

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