Tribuna Mercados
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El reto de revertir el declive del crecimiento y contener el descontento social
En el agitado contexto de la primera mitad de año, el aumento del 10% de la renta variable europea, aunque inferior al de los estadounidenses, es apreciable y muestra su notable resiliencia
La rentabilidad de la renta variable europea en el primer semestre de 2024 se acerca al 10% para las grandes capitalizaciones. En el agitado contexto de la primera mitad de año, este rendimiento, aunque inferior al de los grandes índices estadounidenses, es apreciable. Sin embargo, no han faltado escollos: el crecimiento en la zona euro ha sido mediocre, e incluso muy débil en Alemania; la renta variable francesa se ha visto sometida a presiones debido a una agitación política sin precedentes; y los tipos de interés soberanos, en particular los de Francia, han vuelto a subir.
Por otro lado, los mercados estadounidenses han mantenido una situación favorable, impulsada por subidas en las grandes tecnológicas, mientras la Fed ha desmentido las esperanzas de una rápida bajada de tipos. Este comportamiento es, pues, una muestra de la notable resistencia de la renta variable en ambos lados del Atlántico.
Sin embargo, si queremos tener una visión a largo plazo de los mercados, es necesario detenerse en el desenlace de las elecciones europeas y en la evolución de la campaña electoral en EE. UU. Es cierto que existen diferencias claras –y opuestas– entre los resultados obtenidos en Reino Unido –el partido laborista se ha impuesto después de un largo dominio por parte de los conservadores– y Francia –la extrema derecha ha sorprendido al alza–. Sin embargo, en ambos procesos electorales se ha producido un mismo fenómeno: el rechazo a quienes gobiernan. Este hecho no sólo se produce en el continente europeo, también puede observarse en EE. UU. con la consolidación del movimiento Trump.
En cada país existen rasgos idiosincrásicos que explican esta desconfianza, pero también los hay comunes. Uno de los más destacados es el fuerte sentimiento de frustración económica, que se refleja en la pérdida de poder adquisitivo. Según la OCDE, en un informe publicado este mes, 16 de los 35 países que componen el organismo siguen sin recuperar el nivel adquisitivo de los salarios previo a la pandemia.
La inflación explica parte de este sentimiento de frustración, pero no deja de ser un factor de corto plazo. Una causa subyacente y más relevante, con un recorrido más largo en el tiempo, es la ralentización estructural del crecimiento, y, a menos que se apliquen reformas drásticas, el crecimiento va camino de la hibernación, lo que augura una situación desfavorable para los gobiernos resultantes de estas elecciones.
Un informe del Banco Mundial publicó recientemente un artículo en el que exponían las razones de este declive estructural: caída del ritmo de crecimiento de la población activa y descenso estructural de la inversión productiva. Otros factores, sobre los que este estudio apenas se detiene, podrían agravar este diagnóstico, como, por ejemplo, el cambio climático.
Para tratar de solucionar esta erosión del crecimiento, los Estados han tendido a sostener la demanda, principalmente a través de deuda pública, pero esta medida será cada vez más difícil de llevar a cabo debido al exceso e insostenible endeudamiento. Además, estimular la demanda no basta, ya que el efecto es transitorio.
Una solución al problema consistiría en incrementar la inversión productiva y la cantidad total de trabajo, pero el reto de movilizar tanto a los que votan como a los que financian se presenta muy complicado, ya que esta solución es menos popular que el estímulo de la demanda.
A menos que las empresas puedan aumentar sus márgenes las rentabilidades corren el riesgo de reducirse paulatinamente
Si volvemos a los mercados, a pesar de los buenos resultados que han obtenido en este primer semestre, el descenso estructural del crecimiento podría afectar negativamente a las rentabilidades futuras de las acciones. A menos que las empresas puedan aumentar sus márgenes, lo que parece complicado, a juzgar por el nivel históricamente elevado en el que se mueven, las rentabilidades corren el riesgo de reducirse paulatinamente. Sin embargo, el impacto sería desigual y no se produciría en todas las acciones, ya que algunas podrán seguir sacando tajada. Identificar esas oportunidades será clave, no solo para beneficiarse de la rentabilidad que exista, sino también para sostener la inversión en las fuentes de un crecimiento escaso. En algunos segmentos y determinados contextos, la protección del crecimiento potencial irá de la mano de la preservación de la rentabilidad bursátil.
En definitiva, las elecciones nos están aportando señales de los cauces por los que discurre la economía a escala mundial. Los gobiernos se enfrentan a una tarea de gran envergadura para revertir este declive del crecimiento y evitar que el creciente descontento social siga contagiándose a la política y en un futuro a los mercados.
Alexis Bienvenu es gestor de fondos de La Financière de l’Echiquier (LFDE).
La rentabilidad de la renta variable europea en el primer semestre de 2024 se acerca al 10% para las grandes capitalizaciones. En el agitado contexto de la primera mitad de año, este rendimiento, aunque inferior al de los grandes índices estadounidenses, es apreciable. Sin embargo, no han faltado escollos: el crecimiento en la zona euro ha sido mediocre, e incluso muy débil en Alemania; la renta variable francesa se ha visto sometida a presiones debido a una agitación política sin precedentes; y los tipos de interés soberanos, en particular los de Francia, han vuelto a subir.