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Bocatas confiscados y el riesgo de un Singapur europeo: la era pos-Brexit
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Celia Maza (La Isla)

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Bocatas confiscados y el riesgo de un Singapur europeo: la era pos-Brexit

Las ilusiones británicas de recuperar la supuesta soberanía perdida se han estampado contra las incómodas realidades del acuerdo del Brexit

Foto: Diferentes productos alimenticios portados por camioneros británicos son incautados a su llegada a la Unión Europea. (Foto: EFE)
Diferentes productos alimenticios portados por camioneros británicos son incautados a su llegada a la Unión Europea. (Foto: EFE)

Cierto es que con la pandemia hay ahora menos gente por la calle. Pero desde el 1 de enero, uno esperaba ver a los británicos euroescépticos andando de otra manera, cuasi levitando. No todos los días uno recupera la soberanía para su país. En teoría, tenía que haber comenzado ese mundo ideal con el que, según Boris Johnson, “muchos soñaban, pero nunca pensaron que fuera posible lograr”. Pero, de momento, la era post Brexit se parece más bien poco al paraíso.

Los funcionarios de aduanas de Holanda están requisando a los británicos latas de atún y bocadillos; los músicos necesitan ahora visados de trabajo, por lo que los Rolling Stones lo mismo no vuelven a hacer otra gira europea; los estudiantes se han quedado sin Erasmus; los trabajadores con semana laboral de 48 horas quizá pierdan el pago de determinadas horas extra; y los distribuidores acaban de entender que la exención de aranceles solo se aplica a los productos originarios, es decir, que lo de traer artículos de China para reexportarse a la UE ya es más complejo. Pero ojo, que se ha recuperado la soberanía.

Foto: Boris Johnson en una imagen de archivo de 2019. (Reuters)

Y luego está la fuga de empresas. Coca-Cola y Berkeley han abandonado a efectos regulatorios el suelo británico tras el histórico divorcio, aunque continúan con su actividad comercial en el país. La embotelladora se traslada a los Países Bajos y la minera a España.

Por cierto, los pescadores británicos también se han echado a las calles para manifestarse. Denuncian que el nuevo papeleo incrementa el coste de su mercancía y los retrasos en la frontera dificultan la exportación de productos frescos. Es curioso, Londres siempre descartó cualquier pacto comercial que otorgara a los barcos comunitarios acceso a las aguas británicas a cambio de mejores condiciones para la City.

El sector servicios en su totalidad representa el 80% del Producto Interior Bruto (PIB) británico frente el 0,12% del sector pesquero. Pero la importancia política de este último era totémica para la causa euroescéptica. Se ha conseguido recuperar el control de las aguas. Pero parece que, después de todo, los pescadores no han quedado contentos.

placeholder Camiones de la industria pesquera británica protestan contra el acuerdo del Brexit. (Foto: Reuters)
Camiones de la industria pesquera británica protestan contra el acuerdo del Brexit. (Foto: Reuters)

En materia de servicios financieros, Londres está ahora pendiente de la decisión sobre equivalencia que depende exclusivamente de la Comisión Europea, es decir, es independiente del acuerdo de comercio y cooperación cerrado in extremis el pasado 24 de diciembre. Ambas partes se han dado hasta el 31 de marzo para alcanzar un memorando de entendimiento sobre la cuestión.

En definitiva, el año pasado se vendió el mensaje de que se había evitado el abismo. Pero la realidad es que las negociaciones no han hecho nada más que empezar. El acuerdo queda sujeto ahora a un Consejo de Asociación, que está liderado por un representante de Londres y Bruselas, con rango ministerial. Se prevén también un comité de asociación comercial, 10 comités especializados en asuntos comerciales, ocho comités especializados en otras materias (como seguridad) y hasta cuatro grupos de trabajo. ¿Se acuerdan de cuando los británicos querían irse del bloque para evitar tanta burocracia?

Algunas cuestiones serán fáciles de resolver, como las incautaciones de los bocatas en las fronteras. Los productos de origen animal procedentes del Reino Unido están alineados con los estándares y normas sanitarias comunitarias. Pero ahora que el Reino Unido es un país tercero, ante la posibilidad de divergencia, se le aplica el Reglamento (CE) 206/2009. Bruselas puede eximir a países vecinos libres de riesgo, pero eso requerirá un acuerdo posterior. Pequeños detalles que hay que limar cuando uno recupera su soberanía.

Foto: Michel Barnier, Jean-Claude Juncker y Theresa May, en una imagen de archivo del pasado 20 de febrero de 2019. (EFE) Opinión

Otros asuntos quedan ahora en un vacío legal, como determinadas multas de tráfico. Por ejemplo, los conductores con vehículos registrados en la UE que sean pillados superando el límite de velocidad en las carreteras británicas no recibirán penalización, ya que han cesado los acuerdos de intercambio de este tipo de información.

La mayor parte de los cambios, no obstante, han venido para quedarse. Como los aranceles a los productos no originarios, es decir, los que no son producidos (o al menos transformados) en el Reino Unido o en la UE. En definitiva, la reexportación para los británicos se convierte ahora en una actividad poco competitiva, un factor a tener en cuenta, considerando que el 47% de las exportaciones británicas van destinadas al mercado único.

Tampoco va a cambiar el hecho de que ahora los músicos vayan a necesitar visados de trabajo. Tan solo quedan exentos una pequeña lista. Ferias comerciales y poco más. Bruselas ofreció en su día a Londres la posibilidad de incluir a los músicos, pero Downing Street se negó porque aquello le obligaba a la reciprocidad. Y como venimos diciendo, la soberanía estaba por encima de todo.

Así que ahora los Rolling o todo aquel que quiera irse de gira o trabajar en la UE debe solicitar no uno, sino 27 visados distintos, porque cada miembro del bloque tiene sus propias normas. El visado Schengen turístico es una cosa, pero otra completamente distinta es si un extracomunitario quiere desempeñar una actividad laboral en un país del club. Más de 200.000 músicos y actores han firmado una petición al Gobierno para que negocie con urgencia su libertad de movimiento en territorio europeo. Figuras de la talla de Elton John o Simon Rattle han acusado al Gobierno de “fallar vergonzosamente” a los artistas del país con su acuerdo del Brexit.

Foto: Boris Johnson disfruta de un helado durante la campaña por el Brexit junto al célebre 'Vote leave bus'. 11 de mayo de 2016. (Reuters) Opinión

Lo que preocupa ahora en Bruselas es que una vez Johnson ha conseguido sacar al Reino Unido de la UE quiera convertir al país en el nuevo “Singapur europeo”, con un régimen de bajos impuestos y baja regulación. No sería la primera vez que el 'premier' promete una cosa y hace luego exactamente lo contrario. El líder 'tory' se citó el pasado lunes con 30 importantes líderes empresariales —entre ellos, representantes de BT, BP, Tesco, Unilever y Jaguar Land Rover— en la primera reunión del denominado “Consejo para una reconstrucción mejor”. Se trata de un comité de Whitehall (donde se encuentran todos los ministerios), al que se ha puesto al frente al 'chancellor' Rishi Sunak, para tratar temas como las “libertades regulatorias”. En definitiva, una desregularización.

En este sentido, también hay una línea muy fina entre actuar para reducir la burocracia y amenazar los derechos de los trabajadores. Según el 'Financial Times', Johnson está considerando reformar protecciones para los empleados consagradas en la ley de la UE, incluida la semana laboral de 48 horas. De acuerdo con el reputado rotativo, las opciones que se están considerando incluyen cambiar las reglas sobre los descansos en el trabajo o incluir el pago de horas extra al calcular el pago de vacaciones.

El compromiso en materia de ayudas de Estado y estándares laborales y medioambientales fue uno de los principales requisitos para que Londres y Bruselas pudieran cerrar el ansiado pacto de comercio y cooperación. Los protagonistas pueden ahora imponerse aranceles de manera unilateral si consideran que la otra parte incumple el contrato. No sería la mejor manera de comenzar las nuevas relaciones. Afrontar aranceles cuando el Reino Unido acumula ya el mayor endeudamiento presupuestario en la historia del país “en tiempos de paz” (un 19% del PIB) lo mismo tampoco es lo más propicio económicamente. Pero lo dicho. Lo importante es que se ha recuperado el control de la soberanía.

Cierto es que con la pandemia hay ahora menos gente por la calle. Pero desde el 1 de enero, uno esperaba ver a los británicos euroescépticos andando de otra manera, cuasi levitando. No todos los días uno recupera la soberanía para su país. En teoría, tenía que haber comenzado ese mundo ideal con el que, según Boris Johnson, “muchos soñaban, pero nunca pensaron que fuera posible lograr”. Pero, de momento, la era post Brexit se parece más bien poco al paraíso.

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