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Espiral de pánico en Reino Unido: no falta gasolina, lo que falta es confianza en Boris
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Celia Maza

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Espiral de pánico en Reino Unido: no falta gasolina, lo que falta es confianza en Boris

La gran crisis de combustible en el Reino Unido por la escasez de transportistas no habría generado tanto pánico si los británicos tuvieran fe en su gobierno y en los planes pos Brexit

Foto: Boris Johnson, primer ministro británico. (Reuters)
Boris Johnson, primer ministro británico. (Reuters)

Una de las peores cosas que puede hacer un gobierno es pedir a la sociedad que no entre en pánico. Porque el mensaje actúa como catalizador. Y los seres humanos nos movemos por el efecto dominó. Pasó con la pandemia y el papel higiénico. No importaba cuánto tuvieras en casa. Si veías a la gente comprando papel, tenías que comprar papel. Es lo mismo que está pasando ahora en el Reino Unido con los combustibles. Tan pronto como el ministro de Transporte, Grant Shapps, llamó el pasado viernes a la calma, pidiendo no llenar los depósitos de los coches a menos que fuera necesario, la gente comenzó a hacer colas ante las gasolineras. Durante el fin de semana, el 90% de las estaciones independientes se quedaron con los surtidores vacíos.

En el Reino Unido no hay escasez de combustible. Las refinerías están llenas. Lo que no hay son transportistas. Hay un déficit de 100.000. Y ante todo, lo que existe es una falta de confianza en el Gobierno. No se habría llegado al nivel de pánico que se vive ahora si los ciudadanos no se hubieran puesto a repostar todos al mismo tiempo, rellenando incluso botellas con gasolina. Desatendiendo las peticiones de Downing Street lo único que demuestran es una falta de fe en Boris Johnson, quien, por cierto, andaba estos días desaparecido. No ha sido hasta este martes cuando ha concedido una breve entrevista a la BBC para explicar que hay “indicios” de que la situación está mejorando. El 16% de todas las estaciones de servicio ahora están completamente abastecidas, en comparación con el 10% del pasado fin de semana.

Foto: Colas en gasolineras de Londres ante la falta de combustible. (Getty)

Mike Granatt, el que fuera uno de los máximos responsables de 'civil service', ha pedido al inquilino del Número 10 que comparezca en rueda de prensa para tranquilizar a la población como hizo Tony Blair con la crisis de combustible del año 2000. “Se llama liderazgo. Y necesitamos líderes. Alguien tiene que ponerse de pie y explicar a la gente que, a menos que colabore, el sistema no va a equilibrarse de nuevo”, ha afirmado.

Pero Boris, sin embargo, prefiere que, de momento, sean sus ministros los que den la cara con intervenciones en las que, bajo ningún pretexto, pueden responsabilizar al Brexit de lo que está ocurriendo. Porque la campaña euroescéptica, centrada en reducir la inmigración, no está relacionada de ninguna manera con la actual crisis por falta de trabajadores extranjeros que el Gobierno considera que puede solucionar ahora… ofreciendo 5.000 visados temporales a trabajadores a extranjeros.

Seamos honestos. No hay una única causa detrás de la crisis del transporte que azota ahora al país. Y tampoco se trata de un problema aislado. En Alemania y Francia faltan entre 45.000 y 65.000 camioneros. En Polonia, la cifra es de casi 124.000. Por su parte, la pandemia, obligó a cancelar unos 40.000 exámenes previstos para conceder nuevas licencias. Pero el Brexit sí ha sido un punto de inflexión.

Foto: El primer ministro británico, Boris Johnson. (EFE) Opinión
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No ha sido hasta ahora cuando muchos británicos se han familiarizado con el término “cabotaje”, el reparto de mercancías en el interior de un estado por parte de un transportista residente en el extranjero. Tampoco se les puede culpar. El debate sobre la permanencia en la UE era complejo y cargado de tecnicismo. El problema fue cuando los populistas, en lugar de explicar la complejidades, las quisieron eliminar, reduciendo todo a eslóganes con afirmaciones que no se ajustaban a la realidad.
Más que el Brexit, la raíz del problema fue asegurar que el divorcio sería algo fácil, sin anticipar todo lo que estaba por venir, entre ello, la falta de mano de obra.

Durante los 45 años de pertenencia en el bloque comunitario, el Reino Unido se había convertido en más dependiente de la mano de obra inmigrante barata de Europa que casi cualquier otro estado miembro, particularmente en las últimas dos décadas de expansión de la UE hacia el este. Francia puede tirar ahora de otras 26 naciones para asegurarse de que no haya escasez de combustible. Pero el Reino Unido lo tiene más complicado.

Foto: El primer ministro Boris Johnson. (Reuters)

Ha sido una bola nieve que todos los inquilinos de Downing Street —tanto laboristas como conservadores— han permitido que fuera creciendo cada año. La abundante disponibilidad de mano de obra inmigrante barata permitía que los grandes minoristas redujeran el costo de distribución a niveles extraordinariamente bajos, ayudando a ofrecer los precios más económicos al consumidor que exigen los votantes. Pero, tal y como se ha comprobado, el reflejo de esos supuestos beneficios es una economía de bajos salarios y baja productividad, aparentemente incapaz de resistir cualquier impacto externo significativo, como ha sido el Brexit (y pandemia).

La nueva política de inmigración del Gobierno de Johnson implantada el pasado mes de enero —cuando el Reino Unido salió ya a efectos prácticos del bloque— trata de salir de esta espiral. Cortando la entrada de mano de obra barata, Downing Street tenía esperanza en que los salarios y la productividad de los británicos mejorasen. Aunque salarios más altos también significan costos más altos y, por lo tanto, una inflación más alta. La de agosto ya ha escalado hasta el 3,2% frente al 2% de julio, el mayor salto desde que comenzaron los registros en 1997.

Foto: Boris Johnson, en rueda de prensa. (Reuters) Opinión

Aunque el problema no es ese. El error de Johnson es que ha implantado el nuevo sistema migratorio sin pensar aparentemente en cómo reemplazar las fuentes actuales de mano de obra una vez han sido eliminadas. Y eso parece una negligencia extrema. Ofreciendo ahora 5.000 visados temporales se está tirando piedras sobre su propio tejado. Y tampoco parece que eso vaya a mejorar la situación porque va a ser complicado encontrar camioneros para puestos de tan solo 12 semanas.

El Gobierno no descarta llamar al Ejército para que sean los soldados los que se pongan ahora al frente de camiones cisterna. Aunque tampoco sería la mejor imagen para empezar este fin de semana el congreso anual del Partido Conservador con el que Boris quiere explicar a los suyos los grandes planes para la nueva Global Britain. Primero vinieron los problemas de suministro en supermercados, luego la crisis del gas y ahora las gasolineras. Hace menos de dos semanas, con la reestructuración de su Gabinete, el primer ministro tenía la intención de relanzar la era pos Covid. En su lugar, la imagen que está mostrando el Gobierno es la de perder el control.

Faltan alimentos en las estanterías, falta gas, faltan transportistas. Pero, por encima de todo, falta confianza en el Ejecutivo. Para los 'tories', que afirman ser el partido natural del gobierno, la actual situación presenta serios riesgos. Se necesitan años para ganar una reputación de competencia. Pero puede perderse de la noche a la mañana.

Una de las peores cosas que puede hacer un gobierno es pedir a la sociedad que no entre en pánico. Porque el mensaje actúa como catalizador. Y los seres humanos nos movemos por el efecto dominó. Pasó con la pandemia y el papel higiénico. No importaba cuánto tuvieras en casa. Si veías a la gente comprando papel, tenías que comprar papel. Es lo mismo que está pasando ahora en el Reino Unido con los combustibles. Tan pronto como el ministro de Transporte, Grant Shapps, llamó el pasado viernes a la calma, pidiendo no llenar los depósitos de los coches a menos que fuera necesario, la gente comenzó a hacer colas ante las gasolineras. Durante el fin de semana, el 90% de las estaciones independientes se quedaron con los surtidores vacíos.

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