Fuera de lugar
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El país que dejó de mirar el marcador: la ruta más insólita hacia la excelencia deportiva
Noruega es uno de los países más activos físicamente y con más medallas olímpicas ‘per capita’ del mundo. ¿El secreto de su competitividad? Que aprendió a ser menos competitivo
Dos padres se increpan mientras sus hijos juegan un partido de juveniles en Telde, Gran Canaria. La intensidad del desencuentro en las gradas va subiendo con los clásicos gestos que preceden a los puños. Finalmente, uno decide pasar a la acción y lanza un cabezazo. El otro responde con una soberana ensalada de golpes. Tres bofetones con la mano abierta, doble directo con la derecha, docena de ganchos con la zurda. La imagen de ese señor con el rostro hecho un ‘ecce homo’, bañado en sangre y desorientado, puede que sea el mejor resumen de la competitividad tóxica que maneja las riendas del deporte infantil.
No es un caso aislado. Las reyertas en los campos de fútbol de las categorías inferiores se repiten, cíclicamente, en distintas variantes: entre progenitores, entre jugadores, con los árbitros, una mezcla de las anteriores. Sucede en Málaga, en Mallorca, en Valencia. Padres atizándose en los partidos de sus hijos es casi un género propio en Youtube, con sus listas top 10, sus minutos de gloria en los telediarios y sus debates bizantinos en los comentarios. Pero este es tan solo el síntoma más patético de un problema que tiene múltiples manifestaciones.
Los padres estresados. Los sacrificios familiares. Las broncas. La presión creciente entre entrenadores y federaciones. La humillación de los marcadores pantagruélicos, con niños de 11 años marchándose llorando tras perder un partido 47-0 o niñas de 8 años abochornadas tras un 23-0. Los que acaban abandonando porque nunca cuentan para el entrenador. O los que directamente ni lo intentan, porque no soportan ser elegidos a regañadientes siempre los últimos del equipo. Y también los que iban para astros y se quedaron en cometas, quemados por la presión de una industria global que mueve más 22.000 millones de euros al año y exige ídolos cada vez más jóvenes y espectaculares.
Las consecuencias son preocupantes. En España, la práctica deportiva cae en picada desde la adolescencia, dando como resultado una población más inactiva y con crecientes problemas de salud asociados al sedentarismo, desde la obesidad a enfermedades cardiovasculares. Nuestro país no es ninguna excepción. Ni siquiera el caso más sangrante. En Estados Unidos, por ejemplo, un 80% de los jóvenes atletas abandonan después de los 15 años. ¿Por qué un mundo tan obsesionado con el deporte lo practica tan poco?
Para abordar este tema desde otra perspectiva, contactamos con Tom Farrey, periodista y director ejecutivo del Programa Deporte y Sociedad del Instituto Aspen. En 2008, Farrey publicó el libro 'Comienza el juego: la carrera de los americanos por convertir a nuestros hijos en campeones' en el que analizó al detalle el panorama global del deporte juvenil. Se preguntaba cómo es posible que Estados Unidos, al borde de la epidemia de obesidad, sea un súperpotencia deportiva y si existía un camino menos doloroso hacia la excelencia deportiva. Diez años más tarde, encontró la respuesta.
Estaba en la cancha de voleibol playa de Strandvik. Este pequeño pueblo noruego frente al fiordo Bjorna -con una temperatura anual media de 7º y una costa rocosa y gélida- es el hogar de Anders Mol, uno de los mejores jugadores del mundo en esta disciplina. Con 22 años, Mol es el ejemplo de una talentosa generación de jóvenes atletas noruegos que han crecido con una filosofía deportiva diametralmente opuesta a la ortodoxia global: la ruta hacia el éxito no está en competir, sino en disfrutar.
El sistema noruego se ha reivindicado en las competiciones internacionales. Con apenas 5,3 millones de habitantes, Noruega es el segundo país con más medallas olímpicas ‘per capita’ y el décimo en medallas totales. En el índice ‘Greatest Sporting Nation’, que clasifica los países por sus triunfos deportivos, Noruega fue la mejor en términos proporcionales en 2019, destacando en deportes de invierno como esquí de fondo y alpino, pero también en balonmano, atletismo o fútbol. Y, más importante, los niños apenas abandonan el deporte. Más de un 70% de los noruegos superan los 50 practicando alguna disciplina frente al 46% en España y una media europea del 44%.
PREGUNTA. ¿Cuál es el elemento que hace tan diferente el modelo deportivo de Noruega del de países como España o Estados Unidos?
RESPUESTA. Lo que ha hecho Noruega más que ningún otro país es poner a los niños en el centro del sistema. Hace unos 30 años aprobaron un documento llamado “Los Derechos de la Infancia en el Deporte” (aprobada en 1987, actualizada en 2007 y refrendada por las 52 federaciones deportivas del país), que es una declaración de principios sobre las experiencias que cualquier niño en el país, independientemente de su habilidad, familia o recursos, merece tener. Luego han construido un entorno alineado con su filosofía deportiva de 'Joy of Sport for All' (la alegría del deporte para todos). En Noruega, más de un 90% de los niños y niñas crecen practicando algún deporte.
Pero la prioridad para los menores de 13 años es enamorarse del deporte -no de un juego en particular-, tener una experiencia social que será beneficiosa para ellos, para sus amistades y para las comunidades en las que viven. Desarrollar una auténtica educación física. El sistema ayuda a los niños a seguir la mejor senda para ellos, ya sea tratando de ganar medallas olímpicas o simplemente seguir activos jugando en su comunidad por amor al deporte.
P. Más allá del espíritu del sistema, ¿cómo se traduce esto en medidas concretas?
R. El sistema tiene varias provisiones. Por ejemplo, no hay campeonatos nacionales antes de los 13 años y no hay campeonatos regionales antes de los 11. Mantienen todas las ligas a nivel local y comunitario hasta la adolescencia. Así, los niños juegan con compañeros de clase y vecinos bajo la supervisión de entrenadores voluntarios que entienden qué es lo mejor para que los chavales se desarrollen como deportistas. No se ve ansiedad en los chavales. Esto no es física cuántica, se trata solo de ayudar al niño a disfrutar el deporte y enseñarle algunas habilidades básicas para que las interiorice. Que tome control de la experiencia, desarrollándose a su propio potencial.
También se pide a las organizaciones y clubs -es decir, a los adultos- que no difundan resultados ni marcadores, porque eso hace que los propios adultos se enfoquen demasiado en las cosas equivocadas, como quién ganó y por cuánto. Los niños son competitivos por naturaleza, tienen los resultados en sus cabezas y no necesitan presión extra. Cuando comienzan la adolescencia, los propios chavales deciden cuán ambiciosos quieren ser y en qué deporte. Hay un tiempo y un lugar para competir tan duro como un atleta profesional, pero eso no sucede antes de los 13.
P. Resulta llamativo que, mientras en otros países se trata de captar a los talentos más prometedores cada vez más jóvenes, en Noruega esperen hasta los 13. ¿Por qué?
R. La pubertad no se alcanza hasta los 13 y los chicos y chicas no desarrollan su cuerpo ni sus preferencias realmente hasta la adolescencia temprana. Si te enfocas en otra cosa que no sea desarrollo base antes de esa edad -en otras palabras, si tratas de identificar muy temprano a la próxima generación de súper atletas colocándolos en equipos de élite y desechas al resto- estás tomando una mala decisión. Es contraproducente apostar por alguien como atleta hasta que no se ha desarrollado físicamente. Y los noruegos son muy pacientes y permiten que eso pase. Entienden que los resultados cuando tienes ocho años no importan tanto. Lo que importa es el desarrollo físico, psicológico y emocional.
P. ¿Qué pasa cuando cumplen 13?
R. Esa es otra singularidad del sistema noruego: una vez que pasan la edad de 13, entonces se vuelve muy profesional, muy rápido. Los niños que se presentan como potenciales olímpicos o profesionales son reconocidos por las federaciones. Les asignan los mejores entrenadores con sistemas personalizados e instalaciones para el mejor entrenamiento. Utilizan lo mejor de la ciencia deportiva para guiar todo el sistema. No es que Noruega no esté comprometida con generar atletas de élite, es solo que no intentan producirlos cuando tienen ocho años.
Es como arrojar huevos contra una pared. Solo porque algunos no se rompieron no significa que sea la mejor manera de desarrollar atletas
P. Pero hay niños que desde muy temprano se ve que tienen una capacidad o predisposición especial.
R. En los deportes que requieren de mucha habilidad técnica, como el fútbol, se pueden ver los beneficios de que los chicos tengan una gran dosis de este deporte. Hay atletas que les ha ido muy bien siguiendo ese modelo. Pero esa no es la única forma de llegar. Hay que recordar los peligros de identificar atletas muy jóvenes: un montón de presión jugando todo el año a un solo deporte. Unos pocos lo logran, pero la mayoría no. Casi nunca acabamos leyendo las historias de los que dejaron el deporte por una presión excesiva.
Ese es un problema clave en la cultura deportiva estadounidense: muchos jóvenes prometedores llegan 'quemados', ya no tienen entusiasmo por el deporte o sus cuerpos están demasiado resentidos, abusados. Acumulan lesiones y acarrean dolores. Esto limita su desempeño. Es como arrojar huevos contra una pared y ver cuáles no se rompen. Solo porque algunos no se quebraron no significa que esta sea la mejor manera de desarrollar atletas en escala.
P. ¿Cómo evitar que los jóvenes se quemen y luego dejen el deporte?
R. Ni padres, ni entrenadores. No hay nada como la motivación personal para desarrollar una competitividad sana. Noruega intenta empoderar a los niños en el diseño y ejecución de la experiencia deportiva. Esa no es la manera habitual. En la mayoría de los países son deportes diseñados por adultos y para los adultos. Los noruegos reconocen que, como toda corporación que trata de vender un producto, hay que entender lo que el niño quiere. Construir una experiencia en la que sienten que tienen algún control. Esto es por lo que la industria de videojuegos es tan existosa. Porque utilizan el 'feedback' de sus clientes y están constantemente buscando mejorar su producto. El videojuego del FIFA tiene todo lo que puede buscar un niño de la experiencia deportiva: tiene acción, una experiencia social con amigos, margen para la experimentación y el error, puedes comenzar y detener el juego cuando quieras.
P. ¿Cuál es el resultado deportivo de ese modelo?
R. El resultado está a la vista en los Juegos de Pyeongchang (Corea del Sur, 2018), en los que ganaron 39 medallas, récord en la historia de los Juegos Olímpicos de invierno. Una nación de poco más de cinco millones de habitantes (más o menos como la Comunidad Valenciana) han sido capaces de conseguir estos resultados. De hecho, Noruega es el país del mundo con más medallas ‘per capita’.
Además, el país está consiguiendo cada vez más éxitos en los Juegos de verano y en otros deportes internacionales. Tiene a algunas de las mejores futbolistas del planeta, como Ada Hegerberg, y al mejor jugador de voleibol playa, Anders Mol. Pasé un tiempo con la familia de Mol, quien creció en un pueblo perdido en los fiordos. Muchos atletas noruegos crecen en este tipo de zonas rurales, donde tienen infancias normales con acceso a una variedad de actividades, incluyendo el contacto con la naturaleza, creciendo tan solo como niños. Esto es el pilar. Una buena infancia con acceso a muchas actividades son los mejores mimbres para construir un atleta.
P. Algunos dirían que las condiciones naturales y el elevado grado de desarrollo de Noruega es la clave de su éxito en los Juegos de invierno.
R. Los que dicen eso no están entendiendo el sistema. Estados Unidos tiene mucho dinero, es un país próspero, y tenemos más nieve que Noruega, más gente en esquís y en tablas que ellos. Y aun así nos quedamos en cuarto puesto con 23 medallas en los Juegos de Corea, aunque somos un país mucho más grande, con muchos más deportistas. Y aunque el tamaño es una ventaja para algunas cosas, también hace que los noruegos no se puedan permitir que ningún atleta con potencial abandone por una gestión inadecuada. Las estrellas no abundan.
P. ¿Y cómo se financia el sistema?
R. El sistema se financia entre los clubs locales, federaciones deportivas y el gobierno central. El dinero público proviene específicamente de los ingresos por juegos de azar y apuestas deportivas. Dos tercios de ese dinero se destina a financiar deportes, tanto olímpicos como -mayormente- comunitarios. Cuando una municipalidad o una ciudad quiere construir una instalación deportiva, la ayuda del gobierno está supeditada a que se demuestre que esa instalación va a cumplir con los principios que sustentan el desarrollo de niños y comunidades a través del deporte. Por tanto, esos aportes se convierten en una herramienta para asegurar un funcionamiento armónico del sistema.
Los niños quieren competir y les gusta ganar. Pero cinco minutos después del juego, lo dejan ir. Muchos padres y entrenadores, no.
P. ¿Y puede este modelo ser exportado a otros países?
R. Creo que puede ser exportado. Ahora mismo estoy volando a Puerto Rico, donde están buscando formas de introducir un sistema más centrado en los niños, un sistema más alineado con las mejores prácticas e investigaciones. Es tan solo cuestión de bajar la intensidad antes de los 13 años, buenos entrenadores, deportes múltiples y espacios públicos. Tan solo hace falta liderazgo. El deporte juvenil es muy diferente según países y regiones, pero en lo que nos parecemos todos es en que queremos a nuestros hijos y queremos lo mejor para ellos. Pero no todos tienen la mejor información sobre cómo se forma un deportista profesional y eso hace que se tomen decisiones equivocadas.
P. Entonces, todo comienza por dejar de mirar el marcador.
P: Cuando enfatizamos resultados podemos acabar inhibiendo el amor por el juego de un niño y empeorar su rendimiento. La gente juega más creativamente cuando se sienten protegidos y se sienten dueños del juego. Saben que tienen margen para probar cosas nuevas y no ser castigados por ello. Hay que evitar imponer ideas adultas sobre la competitividad al deporte juvenil. Los niños quieren competir, les gusta ponerse a prueba y les gusta ganar. Pero cinco minutos después del juego, lo dejan ir. Muchos padres y entrenadores, no.
El inesperado auge de los 'Vikingos de la Playa'
En apenas un par de años, Anders Mol y Christian Sorum pasaron de ser unos completos desconocidos a tener al mundo del voleibol playa rendido a sus pies. Esta pareja de fornidos noruegos salieron de la nada para coronarse la temporada pasada, con apenas 20 años, como los mejores del mundo. Ahora los llaman los ‘Vikingos del Voley Playa’ y son los rivales más temidos del circuito. Su vida deportiva es un fiel reflejo de cómo funciona el sistema noruego.
Anders Mol es de Strandvik, una comunidad de poco más de 2.000 habitantes cerca de la costa este de Noruega. Su madre, Merita Mol, fue seleccionada en el equipo de voleibol playa para los Juegos Olímpicos de Atlanta 1996, en los que finalizaron novenos. Su padre, Kåre, era el entrenador. Fue él mismo quien construyó la cancha de voleibol en la que aprendió a jugar su hijo importando un cargamento de arena desde Dinamarca.
Desde muy chico, Anders Mol se destacó como un prodigio de esta disciplina. “Conocí el voleibol cuando era pequeño y lo amé desde el primer momento. Llevo jugando desde que tengo seis años”, explicó Mol, segundo de cinco hermanos, en una entrevista con la revista especializada VolleyBall Magazine en 2018.
Pero tuvo que esperar. El joven jugador noruego cuenta que de pequeño le molestaba no poder medirse con otros jóvenes. Pero reconoce que esa demora prendió un fuego en su interior. Además, le permitió practicar varias disciplinas de atletismo -que ahora son una seña de identidad de su juego- y le ayudó a conectarse con otros compañeros de clase a través de otros deportes.
“Comprendo por qué hacemos esto”, le dijo a Tom Farrey en una conversación sobre el sistema noruego y los 'Derechos de la Infancia en el Deporte'. “Es bueno”.
Su compañero, Christian Sorum, creció en Lillestrom, un pequeño barrio a las afueras de Oslo. Sus padres también fueron clave en su desarrollo deportivo. “Jugaban voleibol solo por diversión. Me gustaba mirarlos y jugaba con ellos cuando terminaban su práctica. Con el paso de los años me fui poniendo en serio”, contó Sorum. “A los 14 años tuve que elegir entre voleibol y fútbol. Y elegí el voleibol”.
Ambos otorgan gran parte del crédito de su éxito a ‘Top Volley Norge’, una combinación de escuela y academia de voleibol para prospectos de élite donde se respiraba un ambiente de camaradería y poca presión. “Es una academia para chicos de 16-19 años. Estás allí tres años. Se practica dos veces al día y también vas a clase. Es como una escuela normal”, relató Mol.
Cuando les preguntan por el secreto de su éxito, responden sin miramientos. “Realmente no miramos el marcador cuando jugados. Tan solo tratamos de enfocarnos en cada bola”, reveló Mol. “Vamos partido a partido y lo hacemos lo mejor que podemos, intentando ganar cada vez”.
Dos padres se increpan mientras sus hijos juegan un partido de juveniles en Telde, Gran Canaria. La intensidad del desencuentro en las gradas va subiendo con los clásicos gestos que preceden a los puños. Finalmente, uno decide pasar a la acción y lanza un cabezazo. El otro responde con una soberana ensalada de golpes. Tres bofetones con la mano abierta, doble directo con la derecha, docena de ganchos con la zurda. La imagen de ese señor con el rostro hecho un ‘ecce homo’, bañado en sangre y desorientado, puede que sea el mejor resumen de la competitividad tóxica que maneja las riendas del deporte infantil.
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