Es noticia
De cómo Marruecos asfixia a Ceuta y Melilla y el Gobierno las deja morir
  1. Mundo
  2. La historia no acaba aquí
Ignacio Cembrero

La historia no acaba aquí

Por

De cómo Marruecos asfixia a Ceuta y Melilla y el Gobierno las deja morir

Políticos y empresarios tratan de poner parches para aliviar la asfixia económica. Deberían más bien instar al Gobierno a exigir a Rabat que les trate económicamente como hace España con Gibraltar

Foto: Puertas de la frontera del Tarajal, que separa Ceuta de Marruecos. (EFE)
Puertas de la frontera del Tarajal, que separa Ceuta de Marruecos. (EFE)

Ceuta y Melilla están muriéndose económicamente. Lo saben las autoridades marroquíes, que llevan años asfixiándolas. Lo sabe el Gobierno de España, que las está dejando morir y en cuyo poder obran varios informes, empezando por los de la embajada de España en Rabat. Lo saben los jóvenes melillenses, que tienen que buscarse la vida fuera de sus ciudades.

La pandemia enmascara otros problemas. Cuando acabe, cuando se reabran las fronteras terrestres de Ceuta y Melilla con Marruecos, quedará al descubierto el desolador panorama de dos ciudades autónomas y sus 170.000 habitantes en las que el Estado gasta per cápita más que en ningún otro lugar de España. Aun así, no tienen futuro porque ese mismo Estado solo ha puesto parches y no soluciones.

Foto: Varios vehículos circulan por el paso fronterizo de Beni-Enzar. (EFE)

La clase política, los empresarios y buena parte de la sociedad civil ceutí y melillense aún no quieren saberlo. Por eso, entre dos estertores de su larga agonía, lanzan a veces ideas inaplicables con las que creen poder aún salvarse de la muerte anunciada.

La última ha sido, por ejemplo, la de la Confederación de Empresarios de Melilla, que espera poner en funcionamiento una línea marítima entre su ciudad y el pequeño puerto argelino de Ghazaouet (44.000 habitantes). Serviría para exportar mercancías y atraer turistas, como si les fuese fácil a los argelinos obtener un visado Schengen con el que entrar en Europa. Interior y Exteriores no contemplan excepciones a este requisito por temor a que los visitantes, una vez en España, no regresen a su país.

Meses antes, en febrero, al presidente de Ceuta, Juan Jesús Vivas, se le ocurrió proponer que para entrar en su ciudad los 550.000 marroquíes de la vecina provincia de Tetuán deberían también disponer de un visado Schengen del que ahora están exentos. Vivas pretendía que la introducción del visado mitigase el caos de la frontera. Interior no le hizo caso, pero si lo hubiera hecho, cercenaría así el turismo marroquí en la ciudad del Estrecho.

Foto: Vista aérea de Ceuta y la bahía norte desde el monte Hacho. (Wikimedia/Discasto)

La lista de medidas, grandes o pequeñas, que Rabat ha ido adoptando estos últimos años para estrangular a las dos ciudades autónomas es larga. Mucho antes de que empezasen a apretar de verdad las tuercas a Ceuta y Melilla, las autoridades marroquíes no se esforzaron en evitar que las fronteras más transitadas de África fueran un caos. El cruce fronterizo estaba lleno de incertidumbres, las normas aplicables nunca estaban claras.

Después, llegó la asfixia. El noroeste de Marruecos, con Tánger a la cabeza, es la región del país que más ha crecido durante los 21 años del reinado de Mohamed VI. Su desarrollo se hizo de espaldas a Ceuta, porque así lo quisieron las autoridades marroquíes, y ningún Gobierno español trató de insertar la ciudad en ese nuevo tejido económico. Ceuta carece de aeropuerto y no se solicitó, por ejemplo, disponer de uno de utilización conjunta en territorio marroquí, como lo fue el de Melilla para Marruecos hasta 1969. Tampoco se pidió a Rabat que abriera una aduana comercial para exportar legalmente desde la ciudad.

Melilla sí contaba con una aduana comercial desde 1866, pero Rabat la cerró de un plumazo, el 1 de agosto de 2018, sin ni siquiera informar al Gobierno de España, que no protestó. Desde el verano pasado, la aduana marroquí ya ni siquiera acepta que las empresas melillenses puedan exportar a Marruecos a través de Málaga o Almería. Si en el formulario requerido (EUR-1) figura que su sede social está en Melilla, Rabat no concede las exenciones arancelarias previstas para las mercancías europeas. El producto se encarece y no es competitivo.

Foto: Melilla, en vilo por el futuro de su aduana comercial. (EFE)

Melilla sí mantuvo, hasta el cierre de la frontera terrestre en marzo, por razones sanitarias, el contrabando con Marruecos, que las autoridades locales llaman púdicamente “comercio atípico”, cuyo monto alcanzó los 450 millones de euros anuales, según una estimación de la Delegación del Gobierno. Nabyl Lakhdar, director de las Aduanas marroquíes, ya anunció hace un año su supresión.

En Ceuta, Rabat cerró la frontera al contrabando el 7 de octubre de 2019 sin tampoco comunicárselo a las autoridades españolas. Marruecos tiene derecho a acabar con esas exportaciones irregulares, que generan muchos “empleos basura”, pero perjudican su economía. Su volumen en Ceuta ascendió hasta los 750 millones de euros y su cierre tuvo un enorme impacto sobre la ciudad. Aunque sea una decisión soberana de Marruecos, entre dos países supuestamente amigos, las iniciativas que afectan al vecino deberían consultarse.

Foto: Foto: EFE.

En la retahíla de decisiones unilaterales, figura también en un lugar destacado la adopción por el Parlamento marroquí, hace un año, de dos leyes marítimas que no reconocen aguas territoriales a Ceuta y Melilla. En este caso, el secretario de Relaciones Internacionales del PSOE, Héctor Gómez, sí anuncio en un comunicado que el partido se mostraría “firme y sin concesiones”, pero el Gobierno de Pedro Sánchez guardó silencio.

Los empresarios melillenses y el presidente ceutí se equivocan cuando proponen parches para aliviar el trance por el que pasan sus ciudades. El futuro de Ceuta y Melilla pasa, como el de Gibraltar, por su plena inserción en su entorno económico. No hay otro excepto perecer asfixiado, aunque algunas bocanadas de oxígeno puedan prolongarles algo la vida.

Cuando alguna vez los políticos locales han querido ir más allá de poner un remiendo provisional, Madrid les ha parado los pies. La Asamblea de Ceuta aprobó por unanimidad, en diciembre de 2011, a propuesta de un partido local mayoritariamente musulmán, adherirse a la Unión Aduanera de la UE, lo que hubiese acentuado el carácter europeo de la ciudad y reforzado su reivindicación de contar con una aduana comercial con Marruecos. Íñigo Méndez de Vigo, entonces secretario de Estado para la UE, viajó hasta Ceuta en 2013 para disuadir al presidente Vivas de que siguiera adelante con ese proyecto que, probablemente, disgustaría a Marruecos.

Foto: El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez (2i), junto al ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska (i), durante la reunión que mantuvieron con el rey Mohamed VI (c) en el Palacio Real de Rabat, en noviembre de 2018. (EFE)

La solución a los problemas de Ceuta y Melilla pasa por que Marruecos cambie de actitud, como España lo hizo con Gibraltar cuando en 1982 abrió la verja cerrada de la colonia. En lugar de andar poniendo parches, lo que los ejecutivos de Ceuta y Melilla, sus empresarios y su sociedad civil deben exigir al Gobierno central es que deje de temer a Marruecos y luche por que sus fronteras terrestres sean, para las personas y las mercancías, como lo eran las de España con Francia antes del ingreso en la UE en 1986. Un país supuestamente amigo de España no puede asfixiar una porción del territorio de su vecino, por pequeña y vulnerable que sea.

Para conseguir ese objetivo, ceutíes y melillenses no pueden seguir de brazos cruzados. Deben movilizarse manifestándose en Madrid, en las redes sociales, a través de campañas publicitarias y hasta haciendo una o varias huelgas generales. Se juegan su supervivencia.

Ceuta y Melilla están muriéndose económicamente. Lo saben las autoridades marroquíes, que llevan años asfixiándolas. Lo sabe el Gobierno de España, que las está dejando morir y en cuyo poder obran varios informes, empezando por los de la embajada de España en Rabat. Lo saben los jóvenes melillenses, que tienen que buscarse la vida fuera de sus ciudades.

Melilla