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Palestina e Israel. El Derecho Internacional Humanitario dinamitado
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Palestina e Israel. El Derecho Internacional Humanitario dinamitado

En Gaza se ha cortado el suministro de agua y de combustible, impidiendo la operación de las tres plantas desaladoras. La gente está bebiendo agua contaminada con el consiguiente riesgo de contraer enfermedades

Foto: Ataque aéreo contra una iglesia ortodoxa en Gaza. (EFE/Mohammed Saber)
Ataque aéreo contra una iglesia ortodoxa en Gaza. (EFE/Mohammed Saber)

En el momento de escribir este artículo, recién llegado de Amman, más de 1500 niños y niñas han sido asesinados en los bombardeos israelíes sobre la Franja de Gaza. Unos días antes, cientos de menores israelíes fueron víctimas de la violencia de Hamás y decenas continúan secuestrados en Gaza, con su vida colgando de un hilo. Toda la infancia de la Franja, sin excepción, está sufriendo el impacto de una catástrofe humanitaria, ya que, a las bombas y el terror, se suma la falta de alimento, combustible y, sobre todo, de agua. El equipo de Unicef en la Franja de Gaza, además de velar por su amenazada seguridad, se encuentra respondiendo, pegado a la infancia, con los suministros agotados y a la espera de la llegada del indispensable apoyo desde el exterior de la Franja.

Las actuaciones llevadas a cabo por las partes en este conflicto son inhumanas. Y debería bastar con acudir a lo más hondo del corazón de cada persona para impedir este sufrimiento extremo, infringido contra civiles indefensos, contra niños y niñas.

Foto: 289 niños y niñas han muerto o desaparecido en el primer semestre de 2023, cruzando el Mediterráneo central desde el norte de África a Europa. (Cedida) Opinión

Se trata, además, de flagrantes vulneraciones del derecho internacional. Concretamente del Derecho Internacional Humanitario (DIH) y de las guerras. El origen de este derecho, a inicios del siglo XX, reside en la brutalidad de las guerras de fin del siglo anterior, sentida de forma especial por la población civil. El DIH se fue forjando a lo largo del siglo XX con la loable aspiración de poner a los civiles al amparo de unos principios de humanidad. Los Convenios de Ginebra, especialmente el IV, aprobados en 1949 constituyen su pilar fundamental.

Esta rama del derecho internacional no se posiciona sobre la legitimidad de un conflicto, ni toma partido en el mismo, ni pretende prevenirlo o resolverlo. Por supuesto que hay una aspiración de paz duradera. Dicho esto, sigue habiendo guerras, por lo que se trata de fijar unas reglas mínimas, que incluyen la restricción sobre el uso de ciertas armas y tácticas de guerra, así como de proteger a la población civil.

Lo terrible es que cada vez más, las guerras modernas las sufren sobre todo la población civil que es víctima directa, indirecta y buscada por las partes en los conflictos. De ahí que haya que recordar, reforzar y exigir el cumplimiento de estas normas del derecho internacional que, entre otras cosas, prohíben los ataques en los que no se puede discriminar entre participantes en el conflicto y la población civil, como los bombardeos indiscriminados o el uso de armas químicas o de minas antipersona. También el ataque a lugares en los que la población civil se convierte directamente en objetivo como son escuelas u hospitales, así como su uso como escudos humanos para confundir o protegerse de los ataques de otro bando.

La gente está bebiendo agua contaminada con el consiguiente riesgo de contraer enfermedades

Hay una forma terrible de infringir sufrimiento a la gente y es la destrucción de las infraestructuras básicas para la vida, como son las de sanidad y agua. Es el caso de Gaza donde se ha cortado el suministro de agua y de combustible impidiendo la operación de las tres plantas desaladoras de la Franja. La gente está bebiendo agua contaminada con el consiguiente riesgo de contraer enfermedades. En medio de la desesperación, hay niños que están bebiendo agua de mar. Creo que es más que razonable que el derecho internacional señale a quien dispara a bocajarro a niños o a quien pone a un millón de ellos en riesgo de muerte por deshidratación.

Un aspecto esencial del Derecho Internacional Humanitario es el acceso y la protección de los profesionales de las agencias y organizaciones humanitarias. Ofrecer ayuda no solo es un gesto de solidaridad, indispensable desde luego. Las personas que están en medio de una guerra tienen derecho a recibir asistencia humanitaria. Es, por lo tanto, exigible a las partes que abran corredores seguros, que permitan a la población civil salir de las zonas afectadas por la guerra y a las organizaciones humanitarias acceder a los más vulnerables. Atacar los suministros y a los trabajadores humanitarios está expresamente prohibido, aunque cada vez sea más frecuente. Tampoco es aceptable utilizar la ayuda humanitaria como un arma política o de guerra, condicionando su entrega a otros requisitos o negociaciones que atenten contra su imparcialidad y limiten su impacto.

La infancia tiene una protección especial por su mayor vulnerabilidad en un conflicto. El derecho internacional recoge seis graves violaciones contra la infancia en los conflictos: asesinato y mutilación; reclutamiento de menores por ejércitos y grupos armados; secuestro; violación y otras formas de violencia sexual; ataques a escuelas y hospitales; y denegación del acceso humanitario. Recorrer el actual conflicto entre Israel y Palestina, así como otros recientes, es mirar el rostro de niños y niñas cuyos derechos, cuyas vidas, están siendo trituradas cada día.

Foto: Un palestino, en un edificio destrozado cerca del paso fronterizo de Rafah. (Europa Press/Abed Rahim)

Para Unicef, la protección de la infancia en los conflictos es una de nuestras misiones principales, amparada por el DIH y, de forma especial, por la Convención sobre los Derechos del Niño, firmada por todos los estados del mundo, salvo uno.

Sin embargo, la realidad es dramática. La oficina de Naciones Unidas para la Cuestión de los Niños en los Conflictos Armados prepara un informe anual cuya última edición (con datos verificados de 2022) muestra un incremento del 112% en los ataques a hospitales, 647 en un año, y escuelas, 1163. La mayoría en Afganistán, Estado de Palestina, Ucrania, Burkina Faso, Myanmar y Mali.

Uno de los elementos que dificulta más la exigencia a las partes en los conflictos es que un número creciente de ellas no son estados y, por lo tanto, no han firmado ni reconocen las Convenciones y Pactos que les obligan a cumplir el derecho internacional.

Foto: Imagen satélite del hospital de Gaza después de la explosión. (Reuters/Maxar)
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Dicho lo anterior, el Derecho Internacional Humanitario es la mejor arma de paz y humanidad que tenemos para defender a la población civil de las armas de muerte. Se podrá señalar su ineficacia al no contar las instituciones internacionales con dientes suficientes como para hacerlo cumplir. Es cierto, sería deseable que los estados apuesten por una autoridad colectiva mayor a la hora de velar por la protección de la infancia en los conflictos, que vaya más allá de denunciar las violaciones. Sin embargo, hay que recordar hitos notables como la prohibición del uso de minas antipersonales, que redujo significativamente su empleo en conflictos, o algunas sentencias de la Corte Penal Internacional asociadas con estas vulneraciones del DIH.

Nos encontramos en un tiempo difícil, en el que el derecho internacional se encuentra cuestionado por actores diversos, estatales y no estatales. Sería positivo revisar sus fundamentos para reforzarlo y adaptarlo al mundo de hoy, a las crisis actuales. Puestos a desear, se debería aspirar a que el Derecho Internacional Humanitario salga del rincón defensivo de la protección de los civiles en las guerras para conformar un pilar central de la arquitectura de seguridad regional y global, de acuerdos políticos mayores que pongan a la población en el centro.

Mientras tanto, no dejemos de alzar la voz en defensa de las únicas reglas cuya misión es proteger la vida de las niñas y niños de Gaza, de Israel, de Ucrania, de Mali y de tantos lugares donde ser niño es un infierno.

En el momento de escribir este artículo, recién llegado de Amman, más de 1500 niños y niñas han sido asesinados en los bombardeos israelíes sobre la Franja de Gaza. Unos días antes, cientos de menores israelíes fueron víctimas de la violencia de Hamás y decenas continúan secuestrados en Gaza, con su vida colgando de un hilo. Toda la infancia de la Franja, sin excepción, está sufriendo el impacto de una catástrofe humanitaria, ya que, a las bombas y el terror, se suma la falta de alimento, combustible y, sobre todo, de agua. El equipo de Unicef en la Franja de Gaza, además de velar por su amenazada seguridad, se encuentra respondiendo, pegado a la infancia, con los suministros agotados y a la espera de la llegada del indispensable apoyo desde el exterior de la Franja.

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