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El socialdemócrata Scholz, favorito para el premio al mejor papel (político) secundario
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El socialdemócrata Scholz, favorito para el premio al mejor papel (político) secundario

Verdes y liberales se llevarán el premio compartido al mejor papel protagonista en el Festival (político) de Berlín

Foto: Muñecos de los líderes de los tres partidos de la coalición semáforo en ciernes en Berlín. (Reuters)
Muñecos de los líderes de los tres partidos de la coalición semáforo en ciernes en Berlín. (Reuters)

El de la mejor superproducción (política) será, seguramente, para 'Semáforo, primer tripartito de la historia federal'. Una historia esperanzadora y futurista de veteranos socialdemócratas, jóvenes ecologistas en acción y maduros liberales, liberales en lo social, pero conservadores en lo económico. La que está descartada totalmente para los galardones es 'Jamaica', una trama de democristianos, verdes y liberales que se ha quedado en fase de preproducción. No interesa. Su protagonista iba a ser Armin Laschet, pero ha quedado muy mal en los castings, el peor resultado para los negros en la historia federal. Tienen que reescribir su guion totalmente.

¿Recuerdan que el pasado 26 de septiembre hubo elecciones en Alemania? ¿Y que no ganó nadie, que retrocedieron socialdemócratas y democristianos, y que subieron verdes y liberales? Pues bien, éstos últimos, los hacedores de cancilleres, hablan primero entre ellos, se toman el pulso e inician 'sondeos' para ver si se puede formar una coalición a tres con el SPD. Solo después invitan al partido más votado, al que sería canciller Olaf Scholz, para seguir con las perforaciones e intentar llegar a la negociación. Lo nunca visto.

Foto: Imagen: EC Diseño.

Gerhard Schroeder, el último gran dirigente socialdemócrata, digamos, siempre muy arrogante, decía durante las negociaciones con el histórico dirigente de los Verdes Joschka Fischer, en 1998, que él era el cocinero y que su futuro socio apenas el camarero, el que serviría lo preparado por el Master-chef. Eran tiempos de leones, de gatopardos, de nobles fieras políticas, que diría Lampedusa. Lo que sigue es otra cosa

Ahora, hechas todas las perforaciones a tres, los futuros socios presentan un borrador de 12 páginas, lo consultan con las respectivas ejecutivas, y todos acuerdan ponerse manos a la obra, a la negociación de verdad, esta semana. Se crean nada menos que 22 grupos de trabajo sobre todos los apartados posibles. Esto va para largo. Esperan tenerlo listo ¡antes de Navidades!

No se trata, como en otras latitudes, de mandar un Abalisto (sic) para que hable con unos que viven de aparentar ser radicales y con otros que lo eran, para que apoyen al jefe y éste pueda coger el Falcon para dar un paseíllo con el líder de la todavía superpotencia. No, allí las cosas son mucho más serias, lentas y trabajadas. En Alemania el programa de la coalición queda registrado en un contrato, un Vertrag, con uve fricativa labiodental sonora, que suena duro, imponente, con ese ag final. El último, el de la Gran Coalición, que necesitó seis meses de trabajo, tenía casi doscientas páginas. Todo debe quedar regulado.

Foto: Ilustración: EC Diseño.

Cuando alquilas una casa en Alemania, firmas un contrato de decenas de páginas. Viene a ser tan ilegible o aburrido como las novelas del Nobel Peter Handke. Todo debe estar previsto. El alemán odia la improvisación. Por ejemplo: la temperatura en el interior de la casa no debe bajar de 24 grados en los meses fríos. Si baja, le anuncias al propietario una Mietminderung, una rebaja del alquiler, hasta que corrija en problema.

Tras los estudios previos del terreno, todos están muy contentos. El que más, el socialdemócrata Scholz que dice, nada menos, que Alemania va a vivir algo así como la década prodigiosa, la modernización más importante en un siglo. Más, se entiende, que el milagro alemán de posguerra. Casi nada. Y se van asegurar las pensiones y solucionar la falta de viviendas y la pobreza infantil. Impresionante. De lo que no se ha hablado hasta el momento es de un detalle sin importancia: de dónde va a salir el dinero para tanta modernización.

Foto: Foto: El Confidencial Diseño.
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Y hay diferencias enormes. El liberal Christian Lindner advierte que no va a haber giro a la izquierda o hacia la socialdemocracia, como entienden algunos dirigentes más al sur, nada de nada. La coalición semáforo, asegura, va a ser un gobierno de centro. Hay que tener un respeto a los intereses de la derecha, remacha. En ese centro hay una fosa entre los dos extremos, Los Verdes y los amarillos de Lindner. Los rojos de Scholz se van a quedar como árbitros en el centro-centro, político, no el de Cibeles. El que ha pisado el acelerador, para algo conduce un Porsche, es Lindner, que sacó a su partido de las catacumbas hace cuatro años cuando lo devolvió al Bundestag y ahora se ha llevado el voto de los jóvenes, muy poco por detrás de Los Verdes. Luchar contra el cambio climático, como piden éstos, subraya, sí, pero con calma, sin sobresaltos, porque también hay que mirar en primer lugar la economía, los puestos de trabajo, los salarios y las pensiones.

Aparte del clima hay que modernizar, digitalizar Alemania, que se ha quedado muy atrasada. No hay duda, no hay otra salida que esta coalición, pero hay un problema de liderazgo. Farblos, dicen en alemán, sin color, sin perfil, sin carisma. Así es Olaf Scholz, así fue durante la campaña y así ha sido en las tareas para la formación de gobierno, es un secundario. Scholz contará con el menor respaldo hacia un canciller en la historia federal. A lo largo de sus cargos, como alcalde-presidente de la hanseática Ciudad-Estado de Hamburgo, ministro de Trabajo o de Hacienda no se le conocen grandes propuestas. Para bailar el tango hacen faltan dos, se dice también en política, two for tango. Si para formar una pareja hacen falta meses de conversaciones, que no será necesario para montar un trío que, quizá, es más moderno, pero más complejo. Y los que deciden son los pequeños.

Foto: De izquierda a derecha: Annalena Baerbock, Olaf Scholz y Christian Lindner. (EFE)

Puntos del acuerdo de principio: Alemania debe estar descarbonizada en 2030 según pedían los Verdes, no diez años después como estaba previsto. Más energía solar y eólica. No se van a subir los impuestos y se va a contener la deuda, como exigen los liberales. El salario mínimo subirá a 12 euros la hora, como decía el programa socialdemócrata. Esto tiene truco porque, según los sabios económicos alemanes, el DIW, el que se más se beneficiaría de esta medida sería el Estado, con un aumento de los ingresos de hasta 20.000 millones de euros.

Los partidos ya han retirado de entrada alguna de sus propuestas. Por ejemplo, Los Verdes admiten que la velocidad en las autopistas, un principio tan sagrado en Alemania como la Ley Fundamental, la Grundgesetz, siga siendo libre, no limitarla a 130 como planteaban. El más contento de todos, el porschista Lindner, que va a llevar una voz muy, muy, cantante. Todos contentos en principio, pero va a haber una batalla tremenda por un puesto. Lindner dice que en Berlín no hay más que un ministerio, el del Hacienda, que pide para él, y que los demás son comparsas.

Pero a este puesto fundamental aspiran también los Verdes, en concreto su copresidente Robert Habeck. Annalena Baerbock, la otra copresidenta, fue la cabeza de lista, pero ahora llega la segunda parte del reparto de poder. Los grandes vencedores de las elecciones fueron los ecologistas que doblaron sus votos hasta el 15%, pero haciendo cuentas muy simples vemos que los demás partidos suman el 85%. Los Verdes se la juegan en los próximos cuatro años, porque casi su única consigna es la protección del clima. Se creará, seguramente, un superministerio sobre el medio ambiente, pero Habeck entiende que solo se puede hacer política medioambiental desde Hacienda. No desde Comercio, como en otros lugares, que tampoco.

Foto: Foto: EC Diseño.

La Unión Europea está temblando ante la idea de tener a Lindner como responsable de las finanzas germanas, según la revista alemana Focus. El liberal aconsejó hace años expulsar a Grecia temporalmente de la eurozona y califica ahora los planes de Macron para Bruselas de “soviéticos”. Sostiene también que no se pueden utilizar los ahorros de los probos trabajadores germanos para salvar a los indolentes italianos. Las prioridades que marque el nuevo gobierno alemán serán la referencia para el resto de la Unión. A temblar toca, pues.

Y más diferencias. Scholz prometió en la campaña que su gabinete seria paritario. Pero dirigentes liberales, como la señora Marie-Agnes Strack-Zimmermann, entienden que, primero, viene la capacidad para el puesto, y, después, el género o sexo, o como se diga. El vice de los liberales Wolfgang Kubicki remacha: primero la competencia para el cargo, y, según esa regla, quizá podría haber más mujeres que nombres. En realidad, apenas el 24 % de los diputados liberales son mujeres, mientras que en el caso de Los Verdes son el 58%.

Foto: Foto: EC Diseño. Opinión

Alemania, país de grandes inventores del siglo XIX, se ha quedado atrasada, no ha habido en las últimas décadas ningún Gates, Jobs, Bezos o Musk. La industria del hierro y del acero es del XIX, lo digital del XXI. Este año, la producción de automóviles germanos será la mitad que en el año récord 2016. El Tesla 3 ya se matricula allí casi tanto como el mítico Golf, y Musk abre este año la nueva fábrica de Brandemburgo. Sea bueno o malo, esto es lo que hay. Ahora se reconoce que hay que dar El Gran Salto Adelante hacia la digitalización y la modernización.

No hay otra salida que la coalición a tres con el SPD, porque la democracia cristiana está desaparecida en combate. Si fracasara el diálogo para el trío, habría que volver a la pareja tradicional, a la Gran Coalición entre la CDU y el SPD, dos partidos apagados, sin iniciativas. Lo último que necesitarían Alemania y Europa.

El democristiano Armin Laschet, está finito, fertig, listo. La CDU está hundida, cosechó los peores resultados de su historia, y hoy se encuentra sin rumbo, sin líder, sin programa. Laschet no gusta a la mayoría de la población alemana, ni a muchos de su partido. La CDU necesita una renovación, tendrá que decidir la puesta al día en un próximo congreso a final de año, renovar totalmente su cúpula y dejar que decidan las bases, su casi medio millón de militantes. Nada menos, o todavía. En la designación de Laschet habló la cúpula, eligieron a un candidato débil y se equivocaron totalmente. Los democristianos tienen que sentarse hoy en el diván, reflexionar, saber quiénes son, por qué no resultan atractivos para los jóvenes votantes. La CDU es un partido para “old men”, and “women”, se entiende. Pero los viejos dirigentes se podrán presentar y el proceso estará dirigido por el decadente Laschet. Sin comentarios. En realidad, la profunda caída de la democracia cristiana comenzó hace años bajo el mandato de la tan querida y apreciada pero inmovilista Angela Merkel.

Foto: La canciller alemana, Angela Merkel, y el candidato socialdemócrata, Olaf Szcholz. (EFE) Opinión

Así que atentos a las pantallas de los móviles, siempre que los cielos cibernéticos lo permitan, porque las decisiones alemanas influyen en toda Europa. Se habla del clima, digitalización y modernización. Les copiamos todo, la cerveza, las normas DIN, el catalizador, las ITV, las TÜV alemanas, la Grundgesetz, el Diesel y ahora el eléctrico, la austeridad del Bundesbank, no más de 2% de inflación, y las normas que llevaron al euro, 3% de déficit máximo y 60% de deuda. Pero es verdad que esto hoy no lo cumple nadie. Por la crisis, por la pandemia, dicen.

Ah, eso sí, el acuerdo quedará firmado en folios, tamaño DIN A4, por supuesto. Los alemanes no son cuadriculados. Falso, son rectangulares, modelo DIN A4. La vida alemana se regula según las normas DIN, el Deutsches Institut für Normung, Instituto Alemán de Normalización. No puedes pedir un folio, o tirarte un ídem como en otras latitudes, tienes que pedir un A4.

Foto: El Confidencial Diseño.
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Sí, en Alemania, todo es mucho más preciso y lento. Cuando vas a tomar una cerveza, nada de ¡una cañita, fresquita y rapidito!, como decimos aquí. En Baviera, una señora cerveza de un litro, que debe haber sido elaborado por la Reinheitsgebot, la Ley de pureza de 1516, el primer código alimentario del mundo. Para una autentica Pils o Bier tienes que aguardar siete minutos. Hay que esperar a que asiente la espuma y después, otro chorrito y listo. En Alemania y en Bohemia lo llaman cerveza. Por aquí, cañitas.

Ahora habrá que esperar un tiempo, un poco más que para una Pils, a que la señora Merkel se despida definitivamente del gobierno, hacia finales de año. Puede que hasta pronuncie el discurso de San Silvestre. Pero que no se preocupen sus fans, porque seguirá como canciller de por vida. Tendrá su despacho en el Bundestag, como todos los cancilleres anteriores, con una placa en la puerta: Bundeskanzlerin a.B., ausser Betrieb, canciller fuera de servicio. En otras latitudes se ponen al servicio de intereses extraños. Las comparaciones son odiosas. Lo que son las cañitas.

El de la mejor superproducción (política) será, seguramente, para 'Semáforo, primer tripartito de la historia federal'. Una historia esperanzadora y futurista de veteranos socialdemócratas, jóvenes ecologistas en acción y maduros liberales, liberales en lo social, pero conservadores en lo económico. La que está descartada totalmente para los galardones es 'Jamaica', una trama de democristianos, verdes y liberales que se ha quedado en fase de preproducción. No interesa. Su protagonista iba a ser Armin Laschet, pero ha quedado muy mal en los castings, el peor resultado para los negros en la historia federal. Tienen que reescribir su guion totalmente.

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