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No es Ucrania, es Europa y es España

Los españoles y los europeos nos jugamos mucho en Ucrania. Kiev está recibiendo un puñetazo que va dirigido contra nosotros

Foto: Protesta en la Embajada de Rusia en España. (EFE/Rodrigo Jiménez)
Protesta en la Embajada de Rusia en España. (EFE/Rodrigo Jiménez)

Los españoles estamos tan familiarizados con las imágenes de Franco junto a Hitler en Hendaya, como con las de los soldados soviéticos plantando la bandera con la hoz y el martillo sobre el Reichstag, tras la caída de Berlín, en mayo de 1945. Los documentales de la Segunda Guerra Mundial, las películas y hasta las camisetas de la DDR con sus símbolos comunistas nos grabaron a fuego la idea de que los rusos estuvieron entonces del lado de los buenos. Sin embargo, este relato está radicalmente enfrentado con los hechos.

La Unión Soviética empezó la Segunda Guerra Mundial del lado de Hitler, aunque la acabara luchando contra él. El nazi Ribbentrop y el comunista Molotov firmaron en Moscú un pacto, el 23 de agosto de 1939, para repartirse Polonia. Todos sabemos que los nazis —contra cuyos herederos dice Putin hoy luchar— invadieron Polonia ocho días después. Menos recuerdan que los soviéticos mataron a miles de polacos que habían huido buscando refugio. Menos aún saben que los soviéticos apoyaron la agresión nazi y los aprovisionaron con todo lo que pudieron hasta la invasión nazi de Rusia en julio del 41. La Unión Soviética sostuvo durante casi dos años a los nazis en su criminal ataque contra la soberanía y la democracia en Europa. Stalin estaba tan aferrado a esta postura que ni creyó en el peligro de un ataque nazi ni preparó el país contra ese escenario y tardó días en poder reaccionar y dirigirse a los suyos. La invasión nazi de Polonia tuvo en la colaboración de la URSS una condición necesaria.

Estos hechos merecen ser recordados ante quienes sostienen que lo que ocurre en Ucrania no incumbe a las democracias europeas y frente a quienes reivindican el derecho de Rusia a "recuperar su territorio" o a defender a sus ciudadanos residentes en territorio ucraniano. Lo que se dirime hoy es la respuesta de Europa y Occidente frente a un nuevo ataque de los enemigos de la democracia y de la libertad.

Las democracias tienen más dificultades en unirse que sus enemigos. En parte es por convicción —en la virtud del diálogo y del pacto— y en ocasiones también por falta de convicciones —por acción o por omisión hemos salido malparados de muchas aventuras en los últimos años—. Rusia ha ido ganando terreno en buena parte de ellas: Georgia, Siria, Ucrania… hasta el punto de atreverse a probar suerte en las elecciones americanas o en nuestra crisis interna en Cataluña. Rusia y Putin están crecidos y convencidos de que tienen una ocasión propicia de expandir sus fronteras, pero sobre todo de hacer retroceder las de la democracia.

Los rusos recurren sin rubor a la guerra híbrida formulada por su jefe del Estado Mayor, Valery Gerasimov. Le han dado la vuelta a la cita de Clausewitz: "La guerra es la continuación de la política por otros medios" y, desde un concepto que integra poder blando y duro, hacen la guerra en todos los frentes: desinformación, desestabilización, presión política, asfixia económica, ataque militar convencional y amenaza latente del arsenal nuclear. Todo guiado por el triple objetivo de asentar su relevancia global, afirmar su hegemonía regional y perpetuar su modelo autocrático interno.

Foto: Protesta contra la invasión de Rusia a Ucrania en Turquía. (Getty Images/ Burak Kara) Opinión
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Ángel Villarino

Parafraseando a Trotsky, quizá a nosotros no nos interese la guerra en Ucrania, pero a la guerra en Ucrania le interesamos nosotros. Nuestra soberanía es la atacada cuando se apoya el independentismo desde aparatos militares y de inteligencia extranjeros, y es nuestro sistema de valores lo que se ataca cuando el dinero de regímenes antidemocráticos llega a nuestros partidos políticos. Es la Unión Europea como proyecto de libertad y prosperidad lo que se persigue dañar cuando se logra que, desde dentro de los mismos, algunos estados miembros se alineen con quienes cuestionan el Estado de derecho, la democracia o los derechos humanos.

Los españoles y los europeos nos jugamos mucho en Ucrania. Kiev está recibiendo un puñetazo que va dirigido contra nosotros. La democracia y la libertad son el objetivo. Urge aprender del general Gerasimov y tomar conciencia de que ambas han de defenderse en todos los ámbitos en los que son atacadas.

Por si Churchill tenía razón en aquello de que "los imperios del futuro son los imperios de la mente", propongo empezar por arrojar el buenismo y el sectarismo por la misma ventana, continuar por redoblar nuestro compromiso con nuestros valores y quienes los sostienen y seguir por denunciar sin tapujos los ataques contra nuestros valores y nuestros amigos con independencia de dónde provengan.

*Isaac Martín Barbero es abogado y economista.

Los españoles estamos tan familiarizados con las imágenes de Franco junto a Hitler en Hendaya, como con las de los soldados soviéticos plantando la bandera con la hoz y el martillo sobre el Reichstag, tras la caída de Berlín, en mayo de 1945. Los documentales de la Segunda Guerra Mundial, las películas y hasta las camisetas de la DDR con sus símbolos comunistas nos grabaron a fuego la idea de que los rusos estuvieron entonces del lado de los buenos. Sin embargo, este relato está radicalmente enfrentado con los hechos.

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