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Gorbachov, primavera de la libertad
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Jesús López-Medel

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Gorbachov, primavera de la libertad

Evidentemente, hay aciertos y errores en la gestión. Pero su impronta quedará como un dirigente que pretendió abrir una autarquía cerrada durante siglos y su mandato será estudiado y conocido como 'primavera de la libertad'

Foto: El último dirigente de la URSS, Mijaíl Gorbachov, en 1987. (Getty/Dirck Halstead)
El último dirigente de la URSS, Mijaíl Gorbachov, en 1987. (Getty/Dirck Halstead)

Si hay una etapa en el curso de un año más corta, es la primavera. Esto, agravado por el cambio climático, hace que en esa estación se alternen y sucedan días invernales todavía junto a jornadas de gran calor.

Mijaíl Gorbachov fue eso, una primavera, efímera, de libertad. Vasili Grossman llegó a expresar que “si hay algo que Rusia no ha conocido en sus mil años de historia, es la libertad”. En efecto, la prolongación de un régimen feudal medieval durante cientos de años, reconvertido en el régimen zarista, seguida de una dictadura cruel comunista, convertía aquella frase en penosa realidad. Pero se produjo un pequeño paréntesis con el mandato de Gorbachov. Designado en 1985 secretario general del Partido Comunista (con este título, era suficiente para ejercer el mando del país, donde se confundían el partido y el Estado), sería posteriormente designado presidente de la URSS, cargo que nunca ningún antecesor tuvo, siendo el primero… y el último, pues con él murió la Unión Soviética.

Frente a la gerontocracia de los dirigentes anteriores, al igual que sucedía en los nombramientos papales, Gorbachov llegó al poder en 1985 con 54 años. Cuatro años más, 58, tenía el polaco Karol Wojtyla cuando fue designado Papa con el nombre de Juan Pablo II. La coexistencia de estos dos jóvenes eslavos al frente de sus respectivas instituciones fue un azar del destino que tendría consecuencias de entendimiento. Algo impensable antes.

Gorbachov era un sincero comunista que no aspiraba tanto a la democracia como a salvar el sistema. Él sabía bien que la URSS estaba en una gran crisis porque todo se había quedado anquilosado hacía tiempo. Manteniendo una lucha por una supremacía frente al gran entonces enemigo, EEUU, lo cierto es que en lo único een que la URSS encabezaba la competición era en la carrera espacial, aunque aquí solo nos llegasen las hazañas de Houston.

En todo lo demás, la URSS se había quedado atrás y muy anquilosada. Sus instituciones petrificadas, su industria obsoleta, su economía y sistema productivo muy deficiente y centralizado y hasta un ejército humillado cuando, tras 10 años luchando en Afganistán, volvió derrotado y humillado en 1979, con un gasto militar enorme que no dejaba espacio para el abastecimiento de productos a los ciudadanos. Y, por supuesto, con un gen tremendo: la corrupción. El pueblo ruso tiene un gran sentido del humor y entre las chanzas de aquella época estaban los 'siete milagros del socialismo soviético': “No hay paro, pero nadie trabaja. Nadie trabaja, pero los planes quinquenales se cumplen. Los planes quinquenales se cumplen, pero no hay nada en las tiendas. No hay nada en las tiendas, pero las despensas de las casas están repletas. Las despensas de las casas están repletas, pero todos están descontentos. Todos están descontentos, pero nadie protesta. Nadie protesta, pero hay presos políticos”.

Foto: El último dirigente de la URSS, Mijaíl Gorbachov, en 1991. (Getty/Sygma/Pascal Le Segretain)

Esta es la URSS que se encontró Gorbachov. Y muy pronto supo que todo el modelo estaba acartonado y que amenazaba ruina. Desde sus convicciones comunistas, buscó cambios profundos para dar continuidad al régimen. Sabía que era la única salida, la del reformismo. Tuvo tropezones, pues solo un año después de llegar al poder acontecería la tragedia de Chernóbil. Las grietas del reactor número cuatro eran la mejor metáfora de las grietas del sistema. Gorbachov, reaccionó como los viejos jerarcas, no informando a la población de lo que verdaderamente había sucedido, la opacidad característica entonces (y ahora).

Pero con su perestroika y glásnost, impulsó cambios estructurales y de carácter político. Ofreció libertades de muy diverso tipo. Pero todo cambio importante hace inevitable que crujan las estructuras, más si están anquilosadas. Hasta entonces, los soviéticos, en su penuria, tenían cosas por las que no preocuparse: no pagaban calefacción, gas, etc. Y estaban asentados en ese modelo de desabastecimiento, pacientes colas y el pillaje tan extendido del mercado negro. Y sería desolador ver cómo la población prefería las seguridades que las libertades que quiso introducir.

Foto: Felipe González y Gorbachov durante el Congreso de la Internacional Socialista de Berlín, en 1992. (Getty/Corbis/Matias Nieto)

Por otra parte, estaba la profundísima crisis territorial, con gran número de pueblos o naciones pidiendo mucha más autonomía frente al centralismo carpetovetónico. En definitiva, una conjunción de problemas muy severos. Gorbachov siguió adelante con sus reformas, pero se echó atrás cuando los comunistas más ortodoxos y reaccionarios le obligaron a pactar con ellos. Esa marcha atrás de Gorbi le hizo prisionero de esos sectores y precisamente fueron gentes designadas por él, como vicepresidentes, los ministros de Interior y Defensa, eel director del KGB, etc., quienes dieron un golpe de Estado con un resultado muy singular, cual es que, habiendo fracasado este, Gorbachov saliera derrotado… por otro personaje emergente. Boris Yeltsin. Al mismo tiempo, ese golpe de Estado fracasado lo que generaría sería la desaparición del propio Estado, que el 25 de diciembre de 1991, apenas cinco meses después del golpe, fue sustituido por 15 nuevos Estados (aunque los bálticos ya tuvieron soberanía en 1918).

Evidentemente, hay aciertos y errores en la gestión de quien ahora ha fallecido. Pero su impronta quedará como un dirigente que pretendió abrir una autarquía cerrada durante siglos y cuyo mandato será estudiado y conocido como 'primavera de la libertad'.

Foto: Flores depositadas frente a un retrato del difunto Mijaíl Gorbachov en su oficina en la sede de la Fundación Gorbachov en Moscú. (EFE/Maxim Shipenkov)

Ahora, la Federación Rusa de Putin ha retrocedido muchísimo en la historia, y no sé si a lo que fue el decadente imperio soviético o el zarista de quien se cree que es Pedro el Grande.

En todo caso, cuando esta guerra en defensa de la libertad en Ucrania pueda concluir en un futuro, aun con fractura parcial del territorio anterior, y desaparezca Putin, espero que se hagan realidad las palabras que Mijaíl Gorbachov escribió como final de su prólogo a nuestro libro: "Estoy completamente convencido de que los logros de la perestroika serán reivindicados y servirán como referencia durante el proceso de construcción en Rusia de un Estado moderno y democrático".

Habrá un día en que lo llegaremos a ver.

*Jesús López-Medel, expresidente de la Comisión de Derechos Humanos y Democracia de la OSCE (PA) y autor, junto a Rafael Mañueco, del libro 'Gorbachov, ocaso y caída del imperio rojo' (con prólogo de este).

Si hay una etapa en el curso de un año más corta, es la primavera. Esto, agravado por el cambio climático, hace que en esa estación se alternen y sucedan días invernales todavía junto a jornadas de gran calor.

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