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Von der Leyen: del verde ecologista al verde camuflaje
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Ramón González Férriz

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Von der Leyen: del verde ecologista al verde camuflaje

A pesar de su mediocre rendimiento al frente de las fuerzas armadas alemanas, ha colocado en el centro de su agenda la defensa, la seguridad y la inversión pública en la industria del sector militar

Foto: La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. (EFE/EPA/Olivier Hoslet)
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. (EFE/EPA/Olivier Hoslet)
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Cuando, en 2019, Angela Merkel propuso por sorpresa a Ursula von der Leyen como presidenta de la Comisión Europea, esta llevaba seis años como ministra de defensa de Alemania. Su gestión había recibido muchas críticas. Durante décadas, el ejército alemán había estado infrafinanciado; en parte, porque se consideraba que la defensa del país, y la de Europa, eran responsabilidad de Estados Unidos. Pero muchos creían que Von der Leyen empeoró la situación. “El estado del Bundeswehr es catastrófico”, dijo Rupert Scholz, miembro de su partido y exministro de defensa con el canciller Helmut Kohl. “La capacidad de la defensa de la República Federal está en mínimos, lo cual es una total irresponsabilidad”. Los especialistas criticaban el mal estado y la escasez del equipamiento a disposición de los soldados: en 2015, ante la falta de armas, llegaron a utilizar palos de escoba en unas maniobras de la OTAN. Von der Leyen incluso tuvo que defenderse de la acusación de que había contratado de manera fraudulenta los servicios de consultoras como Accenture o McKinsey. A una parte relevante del 'establishment' alemán le sorprendió que, después de eso, accediera al cargo más importante de la UE.

Pero si su nombramiento al frente de la Comisión fue sorprendente, también lo fue su inmediata apuesta por la transición energética, una cuestión relativamente ajena a su trayectoria política y su ideología, el centro-derecha cristiano. En diciembre de 2019, cuando asumió el cargo, ya había logrado que el Pacto Verde se convirtiera en el objetivo principal de la legislatura, y lo presentó ante el Parlamento Europeo con palabras que no parecían las de una realista y encallecida conservadora de la Baja Sajonia. “Nuestro objetivo es reconciliar la economía con nuestro planeta”, dijo. El plan era muy ambicioso, requería nuevas regulaciones en casi todos los aspectos de la vida europea —de la agricultura a la energía, pasando por el comercio global, la industria y los residuos— y, además, era caro: un billón de euros en diez años. Poco después, y a raíz de la pandemia, Von der Leyen impulsó un plan que iba contra casi todo lo que tradicionalmente habían defendido los conservadores alemanes y que más bien parecía el sueño húmedo de los keynesianos sureños: la emisión de deuda conjunta europea y la creación de un enorme paquete de inversión pública para reactivar la economía. Tras la invasión de Ucrania en febrero de 2022, pese a que su partido y su país siempre habían apostado por las buenas relaciones con Vladímir Putin para obtener energía barata, coordinó a todo el continente del lado de los ucranianos y apostó por la renuncia al gas ruso.

Ahora ha llegado una nueva sorpresa. En su campaña para repetir en el cargo tras las próximas elecciones, Von der Leyen ha dejado de hacer hincapié en la transición energética. Incluso ha dado marcha atrás en algunos aspectos clave del plan que impulsó, como la eliminación de pesticidas y otras restricciones en el mundo agrícola. A pesar de su mediocre rendimiento al frente de las fuerzas armadas alemanas, ha colocado en el centro de su agenda la defensa, la seguridad y la inversión pública en la industria del sector militar. Es un giro muy importante. Como los anteriores, es fruto de su convicción. Pero también de su increíble capacidad para adaptarse a los estados de ánimo dominantes.

Todo por la seguridad

Los países de la UE están ahora algo menos empeñados en acelerar una transición energética que sigue siendo incierta y que probablemente, por el malestar que genera en el mundo rural y en algunos sectores de la industria básica, provoque grandes perturbaciones políticas. Están dedicando mucho más esfuerzo a robustecer su capacidad para defenderse. Hay razones para ello. Rusia ha reiterado que está dispuesta a atacar a países miembros de la UE. Donald Trump podría ganar las próximas elecciones y reducir la presencia estadounidense en territorio europeo. La Unión Europea querría desarrollar tecnología propia que le permitiera reducir su dependencia de la industria china y, en el caso específicamente militar, de la estadounidense. Se ha hablado incluso de crear un ejército europeo, algo un tanto ilusorio. Y lo más visible de todo: en la mayor parte de países de la Unión ha repuntado la preocupación por la inmigración ilegal, y de manera creciente los temas migratorios se están vinculando a los de seguridad. Ya es la industria militar la que aporta equipamiento para las operaciones de vigilancia en las fronteras. Hay un verdadero pánico a las llegadas masivas de inmigrantes o una nueva crisis de refugiados.

Foto: Una insignia de la misión "Misión de Asistencia Militar de la Unión Europea en Ucrania" (EUMAM) se adjunta al uniforme del ejército. (Reuters / Annegret Hilse)

Von der Leyen lo ha entendido perfectamente y por eso ha dado este nuevo giro y basado sus opciones de reelección en la estrategia de defensa. La presidenta de la Comisión no es una líder carismática, pero sin duda sabe interpretar el sentir mayoritario de los políticos de los Estados miembros y sabe empujarles a tomar las decisiones que ellos no podrían adoptar por sí mismos porque sus países son demasiado pequeños, porque requieren coordinación o porque sus ciudadanos no quieren oír hablar de gastos extra. Y ha entendido que Europa está ahora en modo alerta, pendiente de sus fronteras y de lo que pase entre Estados Unidos y China y en la guerra de Ucrania. Corre el riesgo de que su flexibilidad ideológica empiece a parecer oportunismo. Y que con tanta conversación sobre la guerra y los inmigrantes acabemos un poco paranoicos. Pero está claro que los tiempos son un poco menos verde ecológico y un poco más verde camuflaje.

Cuando, en 2019, Angela Merkel propuso por sorpresa a Ursula von der Leyen como presidenta de la Comisión Europea, esta llevaba seis años como ministra de defensa de Alemania. Su gestión había recibido muchas críticas. Durante décadas, el ejército alemán había estado infrafinanciado; en parte, porque se consideraba que la defensa del país, y la de Europa, eran responsabilidad de Estados Unidos. Pero muchos creían que Von der Leyen empeoró la situación. “El estado del Bundeswehr es catastrófico”, dijo Rupert Scholz, miembro de su partido y exministro de defensa con el canciller Helmut Kohl. “La capacidad de la defensa de la República Federal está en mínimos, lo cual es una total irresponsabilidad”. Los especialistas criticaban el mal estado y la escasez del equipamiento a disposición de los soldados: en 2015, ante la falta de armas, llegaron a utilizar palos de escoba en unas maniobras de la OTAN. Von der Leyen incluso tuvo que defenderse de la acusación de que había contratado de manera fraudulenta los servicios de consultoras como Accenture o McKinsey. A una parte relevante del 'establishment' alemán le sorprendió que, después de eso, accediera al cargo más importante de la UE.

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