Wiertz, 60
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Haz que la guerra no sea rentable y resultará imposible
La aventura militarista de Putin, aunque consiga el control temporal de Ucrania, es pírrica y acabará siendo recordada como una de las victorias, pero derrotas, militares y estratégicas mayores de la historia
En la guerra, como en la política, sucede a veces que las victorias son tan extenuantes que el precio a pagar supera con creces el beneficio esperado. Son victorias pírricas, en referencia a Pirro de Epiro, cuyo triunfo contra los romanos en la batalla de Asculum en el 279 a. C. destruyó gran parte de sus fuerzas. Una victoria pírrica es la que inflige un precio tan devastador al vencedor que equivale a una derrota.
Puede que me equivoque, pero la aventura militarista de Putin, aunque consiga el control temporal de Ucrania, es pírrica y acabará siendo recordada como una de las victorias, pero derrotas, militares y estratégicas mayores de la historia, y le costará la cabeza, figurada o literalmente.
Ya entrada la cuarta semana de conflicto, las intenciones del tirano están más claras que nunca. Aunque sus soldados atacan las tierras de Ucrania, el verdadero objetivo de Putin es el debilitamiento de la UE y Occidente en su conjunto. Sin embargo, las cosas no le están saliendo como esperaba. Aquí van los que considero son los tres errores de Vladímir Putin:
El primero, subestimar a Ucrania y sobreestimar su propio Ejército y a sus generales, tan corruptos como los oligarcas que se hicieron de oro gracias a sus contactos con el régimen. Las tropas rusas están detenidas y, a pesar de lo que afirma el Kremlin, Putin no ha logrado la rápida victoria que tanto deseaba. Cuanto más se prolongue esta guerra, más violento se volverá. Lo que iba a ser una operación de días, va camino de convertirse en una guerra de meses.
El segundo error ha sido infravalorar a la Unión Europea y la OTAN. Una vez que Putin decidió invadir Ucrania, lo hizo con la certeza de que Occidente no actuaría, como en otras ocasiones. Protestaríamos enérgicamente, aplicaríamos unas cuantas sanciones, suspenderíamos un par de cumbres de alto nivel y poco más. Contaba con que nos quedásemos sentados viendo cómo Ucrania era devastada por las bombas.
Pues bien, con la misma certeza podemos decir que se equivocó. Para sorpresa de muchos, la UE no solo actuó, sino que dirigió y coordinó sus esfuerzos a escala internacional para aplicar las sanciones más duras de nuestra historia comunitaria, con el objetivo declarado de hundir la economía rusa. Lo hicimos de manera unificada y organizada, y los resultados comienzan a verse. Mientras la UE se mantenga fiel a principios como los de responsabilidad, unidad, solidaridad y determinación, podrá salir bien parada de este pulso.
Y la OTAN, que hasta hace solo unos meses permanecía ahí, buscando un motivo que justificase su existencia, acaba de reforzar su papel y reivindicarse como la defensora de la seguridad y la defensa colectivas en Europa. La Alianza Atlántica es, en estos momentos, la mejor garantía de que Putin no traspasará ni un milímetro la frontera ucraniana.
El tercer error ha sido dar por hecho el apoyo cerrado y sin fisuras del estamento político-empresarial que ha ido creando a su alrededor desde los tiempos en que era agente de la extinta KGB y responsable internacional del Ayuntamiento de San Petersburgo.
Se equivocan los que piensan que Putin gobierna al estilo de la Unión Soviética. Puede que sus objetivos sean similares, pero sus formas son zaristas, las de un autócrata que no responde más que ante sí mismo. No hay ningún Comité Central ante el que rinda cuentas. Esto genera algunas consecuencias positivas y otras que no lo son tanto para sus intereses. Entre ellas, que los que empiezan a ver en las acciones de Putin un peligro para sus abultadas cuentas corrientes comiencen a moverse entre bambalinas. Nadie va a dar la cara. El sistema de poder absoluto diseñado por Putin no permite disensos dentro de la pirámide de poder. Pero las sanciones están asfixiando a todos los que durante más de 20 años se han estado enriqueciendo a costa del pueblo ruso. Putin puede encarcelar a una docena de magnates y envenenar a otra docena más. Pero no puede acabar de un plumazo con todos los que hasta antes de ayer eran su guardia pretoriana. No son muchedumbre, pero son demasiados.
La presión a los magnates, sus familias y facilitadores se incrementa con medidas tales como la desconexión de los principales bancos rusos de la red Swift; las prohibiciones de las transacciones del Banco Central de Rusia; las de cualquier forma de préstamo y compra de valores emitidos por ciertos bancos; la congelación de sus activos, y las sanciones financieras contra empresas estatales. Hay que sumar las restricciones en otros sectores importantes. Rusia se dirige hacia una profunda recesión.
Ya lo dijo el famoso activista de los derechos sociales Philip Randolph: "Haz las guerras no rentables y las harás imposibles".
Como coda, una última equivocación. Pensar que contaría con el apoyo cerrado de China. Pero Pekín está dejando claro, a quien quiera entenderlo, que este conflicto lo mirará desde la distancia. Oficialmente apoyará a Moscú en su narración de los hechos, pero lo cierto es que su actitud dista mucho de ser el sustento estratégico con el que contaba Putin.
A Pekín le importa más su prosperidad que la geopolítica de Moscú.
Y aún hay otro elemento que se negaba hasta hace poco, en el que Putin ha sembrado expectativas y recursos y ha conseguido una experiencia nada desdeñable: su máquina de propaganda. Pues bien, contra pronóstico, ante ella la UE ha creado su propio escudo. Suspendió las licencias de Russia Today, Sputnik y sus filiales. Ya no podrán difundir sus mentiras para justificar la guerra o sembrar división. Putin no contaba con eso.
En definitiva, el mundo está destinado a entrar en un nuevo periodo histórico de cambios geopolíticos que, según algunos, estará empañado por la incertidumbre y el colapso económico. Otros argumentarán que será un momento de oportunidad para construir un futuro mejor. Creo que la verdad se encuentra en algún punto intermedio.
Por un lado, vamos a experimentar la inevitable crisis económica que traerá la guerra en Ucrania. Por eso, debemos unirnos y formular una estrategia que la contrarreste. Y no engañarnos. Es cierto que Putin ha desatado sus hordas contra Ucrania recientemente, pero la guerra híbrida contra Europa, incluida la económica, la ha estado librando contra la UE durante meses, si no durante años.
Sin embargo, desde el estallido de la pandemia del covid-19 y tras esta invasión, los efectos del conflicto económico entre la UE y Rusia son mucho más impactantes. El principal problema al que se enfrenta la UE en la actualidad es su excesiva dependencia energética, particularmente del gas y el petróleo rusos. Esta sobreexposición le ha dado a Putin la impresión de que puede seguir avanzando hacia el oeste sin resistencia europea, pues nos tiene bien atados por los gasoductos.
El aumento de los precios de la electricidad y el gas está afectando a millones de hogares en toda Europa. Y me temo que seguirán aumentando si no se resuelve la disputa en Ucrania. Por eso habría que emprender algunas acciones.
Lo primero, elaborar un programa a largo plazo en materia de seguridad energética, ya que los actuales planes comunitarios han quedado desfasados por la fuerza de las bombas. La UE venía trabajando en la posibilidad de diversificar proveedores, cambios en los sistemas de suministro de gas, inversión en energías renovables o mejoras de la eficiencia energética, entre las que se encuentran sistemas conjuntos de almacenamiento. La transición verde requiere un segundo pensamiento.
A la par, hay que diseñar un nuevo plan de recuperación económica para Europa. Sé lo que muchos de ustedes van a pensar: ¿el dinero del primer plan de recuperación no se ha asignado en su totalidad y estamos discutiendo la posibilidad de un segundo?
La respuesta es sí, y esta vez no solo debe ser un plan ambicioso, sino hamiltoniano; es decir, que sea la Comisión y no los gobiernos nacionales la que diseñe, ejecute y controle cómo, dónde y en qué cantidad se emplea el dinero. Un plan en el cual la defensa deberá tener un peso relevante nunca visto hasta ahora.
En la guerra, como en la política, sucede a veces que las victorias son tan extenuantes que el precio a pagar supera con creces el beneficio esperado. Son victorias pírricas, en referencia a Pirro de Epiro, cuyo triunfo contra los romanos en la batalla de Asculum en el 279 a. C. destruyó gran parte de sus fuerzas. Una victoria pírrica es la que inflige un precio tan devastador al vencedor que equivale a una derrota.
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