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Gente que votó a Podemos y hoy preferiría comerse la papeleta
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Juan Soto Ivars

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Gente que votó a Podemos y hoy preferiría comerse la papeleta

La autodestrucción de Podemos se debe a la erótica del poder, sí, pero también a la erótica pura y dura

Foto: El secretario general de Podemos, Pablo Iglesias (i), y el número dos, Íñigo Errejón. (EFE)
El secretario general de Podemos, Pablo Iglesias (i), y el número dos, Íñigo Errejón. (EFE)

Cuando empezó el pifostio, escribí aquí mismo que el lío de Podemos me parecía una farsa orquestada por Errejón. Dije que el melodrama con tintes de canción de Pimpinela entre Pablo e Íñigo era una idea del segundo para darle dramatismo a la reconciliación final. Pero ya no veo las cosas de la misma forma. Delante de mis narices, la opereta se convirtió en documental de La 2: los tigres y las cebras, y el mono con la pija en la mano delante de la cámara. Pornografía política al nivel del Twitter de Trump.

Cuando publiqué aquella hipótesis me escribieron muchos podemitas, votantes y algún miembro amigo mío. Estaban asustados con la reyerta y me decían: ojalá tengas razón. Pues lo siento. Creo que no la tenía. Se han ido sucediendo las entrevistas en los programas del corazón que llaman tertulias, las convocatorias de prensa hechas espalda contra espalda, los vídeos cursis, los vídeos ceñudos, los vídeos de cachondeo involuntario, los tuits, la pedantería digital, los lemas vacíos, peores que las promesas. Hasta vimos a Pablo Iglesias abrazado a un tronco. Ahora sospecho que el tronco simbolizaba el cuerpo decapitado de su organización. Me imagino a Iglesias diciéndole al juez que la mató porque era suya.

Antes nos pirraba teorizar sobre Podemos, y ahora se ha vuelto aburrido hablar, y esto significa algo

Antes nos pirraba teorizar sobre Podemos, y ahora... Ahora mi amigo Astur ha puesto los pies sobre la mesa, para lo que ha tenido que apartar muchas latas vacías de cerveza, y me ha dicho que Podemos es la posmodernidad hecha partido. Y he echado para atrás la cabeza, mirando al techo de vigas, y no he contestado porque no me apetecía. Se ha vuelto aburrido hablar de Podemos, y esto significa algo. El profesor Fernando Castro decía ayer en Facebook:

—He apoyado en bastantes ocasiones a Podemos, y les he votado en las generales y en Madrid en las municipales. Me siento peor que decepcionado. (...) Han abusado demasiado de la gente que les apoyó, han manipulado demasiado y, sin ningún género de dudas, han demostrado una torpeza e incompetencia mayúscula. Lo siento pero también tengo que repetirme "ASÍ NO". Estoy harto de toda esta movida de Vistalegre II. ¿Quién saca partido de este 'reality show' podemista? Esa gente, ese pueblo que nombran como si fuera suyo puede hartarse hasta niveles descomunales. En fin, insoportable.

A ver si Iglesias le hace a Castro tanto caso como a la abuela cursi de Podemos. A ver qué dices ahora, muchacho. Mientras, lanzo una nueva hipótesis: la autodestrucción de Podemos se debe a la erótica del poder, sí, pero también a la erótica pura y dura. Allí todos se conocían, Podemos no viene de la nada, no sale de la amistad de Errejón e Iglesias, sino de un grupo más grande de amigos, novietes y rollos. Esto lo sé a ciencia cierta. Allí dentro se ha follado mucho, se han puesto cuernos, se han vivido traiciones y reconciliaciones. El factor erótico de Podemos es algo de lo que se habla poco, porque suena a cotilleo rosa, pero cada vez que Tania Sánchez echa leña al fuego yo me acuerdo de las cartas públicas que se escribieron ella y Pablo Iglesias cuando se separaron. Grandes empresas se han hundido por divorcios, ¿no?

Y otro factor de autodestrucción creo que tiene que ver con la juventud. El joven, por lo general, no recapacita y lo suelta en caliente. El joven no sabe cuándo bajar la cabeza, cree que la vida se le acaba antes de destacar como quiere, antes de dar la campanada. A un político joven y engreído le das una cuenta de Twitter y te ahorras una campaña de descrédito orquestada por la prensa. Ahora lo sabemos.

No confiaba en Podemos, pero sí en la renovación política. Hoy no confío, no creo. Podemos nos ha hecho viejos a unos cuantos

Ayer por la mañana eran una tertulia. A mediodía, una asamblea. Encontraron las calles llenas. Recogieron el mensaje de descontento y lo articularon a la hora del café. Tomaron por la tarde el Parlamento Europeo y dijeron: tenemos que seguir adelante. A las siete se les embrutecía el cuerpo y llegaron a las municipales como tigres, y dijeron: tenemos que seguir adelante. A la hora de la cena ya les marcaban los punteros láser de los cazadores. Cuando se acuesta a los niños, empezaron a discutir: tenemos que seguir adelante, pero ¿quién va delante?, ¿a quién dejamos en el camino?

Qué espectáculo tan estúpido. A mí ya no me importa que lleguen vivos o muertos al alba, y lo cierto, aquí entre nosotros, es que me da pena. No confiaba en Podemos, pero sí en la renovación política. Hoy no confío, no creo. Podemos nos ha hecho viejos a unos cuantos. A este paso, hasta Eduardo Inda se va a cansar de hablar de Podemos.

Cuando empezó el pifostio, escribí aquí mismo que el lío de Podemos me parecía una farsa orquestada por Errejón. Dije que el melodrama con tintes de canción de Pimpinela entre Pablo e Íñigo era una idea del segundo para darle dramatismo a la reconciliación final. Pero ya no veo las cosas de la misma forma. Delante de mis narices, la opereta se convirtió en documental de La 2: los tigres y las cebras, y el mono con la pija en la mano delante de la cámara. Pornografía política al nivel del Twitter de Trump.

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