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Federico Jiménez Monsanto y los 'bebelejías'
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Juan Soto Ivars

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Federico Jiménez Monsanto y los 'bebelejías'

El cisma entre los oyentes de esRadio crece. Un grupo de herejes lo acusa de haberse vendido a las farmacéuticas y hasta de querer matarlos a todos

Foto: Federico Jiménez Losantos.
Federico Jiménez Losantos.
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Entre los efectos imprevistos de la vacuna, encontramos uno insólito: durante un corto lapso de tiempo, Losantos fue aplaudido por la izquierda. No cayó del cielo el aplauso, sino de que había recriminado a Abascal negarse a aclarar si se había vacunado del coronavirus o no. La pregunta se la hizo Inda al político, por cierto, ese liante. Y Abascal no quiso decir “esta dosis es mía” porque sospecha la clase de pirados que se arraciman, entre su 'votiferio', bajo la rama castizo-bolsonariana. Lo que no sabe es cuántos son. Pero la historia disparatada que traigo hoy podría desvelar el misterio.

Aquella mañana, Losantos, ya fuera por principios o por imprudencia, pues sabe que también hay gente así oyendo su programa cada día, reaccionó con reproches a Abascal. No era la primera vez que le recriminaba al de Vox sus veleidades conspiranoicas (de importación): también lo hizo cuando Abascal recurrió a la teoría de Soros y los poderes opacos internacionalistas en su fallida moción de censura contra el PSOE. Entonces le dijo Losantos que no tocaba, y en esta ocasión, días atrás, le habló de salud pública, de responsabilidad y proclamó que nadie entra en su estudio sin la vacuna porque podría contagiar al resto.

Foto: Federico Jiménez Losantos. (EFE)

Y ahí empezó esta historia, o esta histeria, según se mire. El precedente es la muerte de la periodista taurina de esRadio Elia Rodríguez, por una mala caída en su domicilio. Según los conspiranoicos, los medios —incluida esRadio— mienten ahora sobre la causa del fallecimiento. La ha matado la misma vacuna que se habría pinchado unos días antes, dicen. Y claro, emprendida esa línea de pensamiento paranoico, la acusación de asesinato contra Losantos por obligarla a inocularse viene servida.

Bien: lo que podría haber quedado en un ruido residual de Twitter y webs turbias ha ido creciendo en volumen hasta rebasar los límites del entretenimiento popular, también llamado culebrón. Ahora hay un asedio con arietes digitales a las puertas de esRadio tras otra vuelta de tuerca más: la censura de Losantos a un colaborador, de nombre Fray Josepho, que lleva desde 2004 haciendo poemas satíricos para la casa y había protestado en unos ripios contra eso de acosar o insultar a los que prefieren no vacunarse.

La ira contra Losantos llegó sobre todo tras la burla que este le dedicó a Fray Josepho desde el micrófono, mientras este se quejaba en Twitter de que presuntos liberales como Losantos censuren, de que le llamen negacionista o lo tilden de 'bebelejías'. Así, el cisma entre los oyentes de esRadio crece. Un grupo de amotinados lo acusa de haberse vendido a las farmacéuticas y hasta de querer matarlos a todos. Otro, de calumniar a quienes tienen dudas 'razonables' sobre la efectividad de una vacuna (esa que según los expertos ha salvado ya millones de vidas).

Un tuit lo resume todo: "J. Losantos e Isabel S.S. han denominado 'asesinos' a quienes no quieren vacunarse, instigando por tanto a su linchamiento al más puro estilo soviético y nazi en aberrante defensa de los intereses de Pharma Inc. Y han grabado en piedra su verdadero rostro PARA SIEMPRE (sic)". El periodista Enrique de Diego, viejo enemigo de Losantos, pedía el boicot: "Losantos quiere destruir a vuestros niños, destruir a Losantos y a esRadio, daros de baja en el Club de Amigos de Libertad Libertad Digital (sic)". En fin, Losantos: el nuevo Beria, se supone.

Libertad Digital bajo fianza

Le ha pasado a Federico con los antivacunas lo que a la extinta Convèrgencia de Artur Mas con la ANC, tal como lo describe en su libro Santi Vila. Si abres la puerta de tu casa a una bola de fanáticos hipermovilizados que no se creen nada que no se ajuste a su utopía, no puedes esperar luego que ocupen civilizadamente la casilla del sistema y acepten la versión consensuada de la realidad (“la república no existe”, “la vacuna sí funciona”) cuando a ti te conviene. No: te saltan al cuello, te desmiembran y devoran los pedazos.

Foto: Ilustración: Rocío Márquez.

En el caso de Federico Jiménez Losantos, esto era previsible. El mismo día en que se defendió de los ataques tuiteros de los 'bebelejías', mantuvo un pie en la teoría de la conspiración, pues declaró que en España no habríamos tenido los “140.000 muertos” de covid de haber llegado la vacuna antes, cuando la cifra oficial es de 85.901. De hecho, todavía a estas alturas sigue martilleando con la conspiración del 11-M o el fraude en las elecciones estadounidenses. ¿Hasta dónde hay que creerse?, se preguntarán ahora sus oyentes, ¿hasta donde quiera Federico?

La paranoia no es manejable, como pasa con las coladas de lava. Alimentar 'teorías alternativas' a diario y defender de pronto las vacunas no casa, como estar en misa y repicando. Si sugieres que los medios de comunicación mienten casi al unísono; que el Gobierno hace movimientos en la sombra con el consenso de buena parte de la oposición, también llena de traidores y de poderes extranjeros; que se falsean los datos de la pandemia, o que los libros de historia están mal escritos para manipularnos, ¿cómo puedes esperar que tu audiencia crea de pronto en el fármaco de una multinacional que promociona la ONU?

Podría decirse que Losantos se dispone a conocer de verdad a algunos de sus oyentes: gente fanática, agresiva, paranoica y dispuesta a quemar al santo al que adoraban en cuanto no obre los milagros que se esperan de él. ¡Cuidado con eso! Porque no hay movimiento más destructivo que la furia del converso, y a nadie se odia con tanta intensidad como al que se amó. Por otra parte, como demuestra el caso de Juan Calvino, el hereje puede convertirse en inquisidor terrible cuando se hace con una pequeña parcela de poder. Y los antivacunas se consideran a sí mismos, con toda justicia, herejes.

Foto: Federico Jiménez Losantos. (Jorge Álvaro Manzano)
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Lo que estará preguntándose el locutor es cuántos son realmente, más allá del ruido que hay en las redes, siempre engañoso. Y ahí está el quid de la cuestión. Veremos en los próximos días quién se queda con él, con la tirita en el brazo, y quién abandona el club rumbo a cualquiera de los medios alternativos de la derecha que están brotando en las faldas de esa colina superpoblada. Con esto, la radiografía será valiosa, pues nosotros descubriremos cuánta fuerza tiene en el seno de la derecha el pensamiento paranoico y fanático que logró acojonar a Abascal, hasta el punto de negarse a decir si se vacunó.

Si Losantos sobrevive a este incendio sin lamentar grandes pérdidas, como parece pensar él, habrá que sacar conclusiones. Sabremos, poco más o menos, cuántos son los bolsonaros españoles, qué fuerza real tienen y qué presión pueden llegar a ejercer. Dicho de otra forma: sabremos si Abascal tenía motivos estratégicos para mantenerse en esa postura calculadora y ambigua, o simplemente se acojonó con una sombra en la pared. Y finalmente, y en consecuencia, si debemos preocuparnos ante el tamaño de esta bola negacionista o hacen más ruido del que les corresponde debido al amplificador eléctrico de las redes sociales. ¡No es poca cosa!

Entre los efectos imprevistos de la vacuna, encontramos uno insólito: durante un corto lapso de tiempo, Losantos fue aplaudido por la izquierda. No cayó del cielo el aplauso, sino de que había recriminado a Abascal negarse a aclarar si se había vacunado del coronavirus o no. La pregunta se la hizo Inda al político, por cierto, ese liante. Y Abascal no quiso decir “esta dosis es mía” porque sospecha la clase de pirados que se arraciman, entre su 'votiferio', bajo la rama castizo-bolsonariana. Lo que no sabe es cuántos son. Pero la historia disparatada que traigo hoy podría desvelar el misterio.

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