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Por culpa de Peppa Pig no hay mujeres asfaltando carreteras
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Por culpa de Peppa Pig no hay mujeres asfaltando carreteras

Mientras que en otros sectores como la justicia, la medicina o la élite de la política y la empresa la brecha de género se va reduciendo, en el asfaltado de carreteras no ocurre eso

Foto: Una mujer caminando por una carretera. (EFE/Jeffrey Arguedas)
Una mujer caminando por una carretera. (EFE/Jeffrey Arguedas)
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Hace años que me lo preguntaba: ¿por qué, oh, Dioses, existe esta brutal y opresiva brecha de género en uno de los trabajos más útiles y dignos de la sociedad? ¿Dónde están ellas? ¿Quién las discrimina? ¿Por qué jamás he visto a una sola mujer aplanando el asfalto incandescente en agosto, entre vapores cancerígenos de alquitrán, en medio de la autovía y protegida del tráfico por unos conos?

Mientras que en otros sectores como la justicia, la medicina o la élite de la política y la empresa la brecha de género se va reduciendo, o incluso se revierte, el glorioso y necesario trabajo de alquitranado y apisonamiento de carreteras arroja unos datos sonrojantes para cualquier sociedad igualitaria. Nos enfrentamos a una de las brechas de género más aplastantes que conozco.

Por fortuna, entre nuestros líderes existen personas capaces de aplicar la perspectiva de género y averiguar, previa indagación de los aspectos culturales, interseccionales y estructurales de la sociedad, cada uno de los mecanismos latentes del patriarcado en el reverso de toda discriminación. Escuchar a la secretaria general de Transporte Terrestre, Marta Serrano, me ha abierto los ojos.

Serrano, que exhibía un mechón amarillo fosforito en la cabeza, como para recordarse a sí misma que está ahí, responsabilizó a series de dibujos animados como Peppa Pig o La Patrulla Canina de perpetuar los estereotipos de género e impedir la presencia de mujeres en sectores como la conservación de carreteras. De Peppa Pig, en particular, denunció que "todos los operarios son señores gigantes y muy musculosos".

Foto: Un árbol de Navidad decora una planta baja repleta de escombro y lodo en una vivienda de Paiporta. (EFE/Miguel Ángel Polo) Opinión

Prueba de que Serrano no se equivoca es que el estereotipo queda replicado en la sociedad: todos los operarios que veo, no sólo en las carreteras, sino también en las vías férreas o los andamios, responden a esta cavernícola imagen de “señores gigantes y muy musculosos”, aunque también detecto algunos “enclenques y fibrosos” y hasta “barrigudos y sudorosos”: pero siempre señores.

He aquí el problema. Y no es pequeño, puesto que Serrano se refirió a las cifras: la presencia femenina se halla en un 11% en el sector de la conservación de carreteras y por debajo del 10% en el mundo del transporte por carretera en general. Incluso en el Ministerio de Transportes hay problemas, porque las mujeres sólo representan el 40% frente al 54% del resto de la Administración.

Esta diferencia abismal entre el 10% de mujeres currando a lo cafre en el asfalto y el 40% sentadas en los despachos ministeriales es algo que la sociedad tiene que corregir, hasta que ellas sean como mínimo el 54% en todos los ámbitos, porque como todo el mundo sabe una brecha de género desaparece cuando la presencia de los hombres baja del 50%. Y todavía mejor si la presencia masculina se reduce más.

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Por ejemplo: la brecha de género no existe en el profesorado, donde las mujeres son el 67,2%, y la igualdad plena se ha alcanzado en la Educación Infantil, donde el 97,6% son maestras, o en Primaria, donde representan el 82,1%. Reducir hasta un 2,4% la presencia de hombres en el sector de la conservación de carreteras, como ocurre ya en Educación Infantil, debería ser nuestra meta.

Para lograrlo, tenemos dos opciones, aunque bien podrían ser dos soluciones simultáneas y complementarias: la primera es la censura, que proteja de productos tóxicos como Peppa Pig o La Patrulla Canina a las niñas que buscan su lugar en el mundo del trabajo pesado; la segunda, subvencionar dibujos animados educativos donde las cerdas se pongan el casco, las botas y el mono reflectante y se dediquen a la inspiradora tarea del alquitranado, mientras los cerdos son representados en las tareas de cuidados y limpieza de retretes.

También podemos hacer un remake de Manos a la obra donde Benito Lopera Perrote sea mujer y además, esta vez sí, trabaje. Mientras todo esto se consigue, propongo una medida temporal: que Marta Serrano dé ejemplo y estimule la imaginación de niñas y mujeres participando, como obrera, en la construcción de la próxima autovía.

Hace años que me lo preguntaba: ¿por qué, oh, Dioses, existe esta brutal y opresiva brecha de género en uno de los trabajos más útiles y dignos de la sociedad? ¿Dónde están ellas? ¿Quién las discrimina? ¿Por qué jamás he visto a una sola mujer aplanando el asfalto incandescente en agosto, entre vapores cancerígenos de alquitrán, en medio de la autovía y protegida del tráfico por unos conos?

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