Hasta los diodos
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Los esclavos que hacen iPhones nos la sudan
Cazan a Apple, Tesla y Amazon usando un proveedor que fuerza a trabajar a personas de la etnia uigur. Pero, como siempre, no pasará nada
Hace una década mi viejo amigo y colega Joel Johnson me dijo “me piro a China”. No para hacerse budista, sino para darse una vuelta por Shenzhen, tomarse unos ‘he fen’ en condiciones y ver con sus propios ojos cómo se trabaja en Foxconn, la megacorporación que fabrica iPhones y otros productos Apple. La cosa estaba muy malita por allí. Y, por lo que nos acabamos de enterar, lo sigue estando. Sobre todo si eres uigur.
En Gizmodo habíamos pasado 2010 escribiendo sobre los suicidios en la “fábrica infernal” de los iPhone e iPads. Los de Cupertino estaban recibiendo hostias a rodabrazo por todas partes. Los empleados de Foxconn caían como moscas, literalmente. Unos por depresión, otros por estrés, algunos para que sus familias cobraran una prima por suicidio. Todos por condiciones de trabajo infrahumanas con sueldos carcelarios. Los que no se suicidaban, vivían o morían como almas en pena, exhaustos después de trabajar 34 horas seguidas. La situación era tal que Foxconn había instalado redes en todos los edificios de su gran complejo industrial para evitar la foto de sesos desparramados por las aceras.
Apple se declaró escandalizada y sorprendida ante aquella fiesta de la semiesclavitud, como si no supieran de qué iba la vaina, en plan Capitán Renault en el casino clandestino de Rick Blaine. “¡Pero qué me estás contando!”, que diría doña Manolita a una vecina como si no supiera que Paquito y la estanquera se encaman cada vez que a Paco le hacen falta unos pitis. Doña Manolita es la quiosquera del barrio, pero nos tiene controlados a todos como si fuera la Stasi.
En aquella época, la doña Manolita de Apple era Katie Cotton, la relaciones públicas suprema de Steve Jobs. La Cotton no era un tiburón. Era un auténtico megalodón. 50% genio malvado, 50% sociópata y 100% caradura. Todavía recuerdo el día en que me llamó para gritarme por teléfono después de pedirle un comentario sobre la exclusiva del retorno del cáncer de Steve Jobs. Aquello fue el aperitivo de lo que pasaría años más tarde, cuando Jobs nos mandó a su Gestapo después de lo del iPhone 4 perdido en el bar.
Lo de las condiciones de trabajo en Foxconn fue el remate. Todos los medios, desde el 'New York Times' a la hoja parroquial de Sebastopol repartieron leña y Cotton no tuvo más remedio que lanzar una campaña anunciando que iban a hacer todo lo posible para que aquello cambiara. ¡Auditorías! ¡Responsabilidad corporativa! ¡Derechos humanos!, plañían la Cotton y los jefazos de Cupertino mientras se santiguaban. Jobs nos libre de que nos jodan las ventas.
Vamos, las típicas chorradas de cara a una galería que escribía “¡esto es un escándalo!” en Twitter desde sus flamantes iPhone 4, yo incluido.
Desde entonces, a Apple se le ha llenado la boca con lo responsables, inclusivos y diversos que son con toda su fuerza laboral. Desgraciadamente, no es así. En 2012, el programa de la cadena ABC 'Nightline' emitió un reportaje en el que constataban que no mucho había cambiado. Como tituló otro de mis colegas, la realidad de Foxconn es que “mejor” sigue siendo mal. Un informe de la propia Apple afirmaba que dos tercios de todos sus proveedores obligaban a sus empleados a trabajar más horas de las permitidas por el límite legal chino, pero que de ahí no iba a pasar la cosa. Prometido. Palabra de Jobs, te rogamos, óyenos.
No se vayan todavía, que aún hay más, que diría Porky Pig. Al año siguiente se descubrieron más problemas con otro proveedor de Apple: Pegatron. Cupertino se defendió argumentando que había hecho auditorías a esa compañía desde 2007 y no había encontrado nada de nada. De verdad de la buena, pero vamos, que ya si eso que investigaría las nuevas alegaciones. O algo. El año pasado, la organización no gubernamental China Labor Watch volvió a acusar a Apple de hacer la vista gorda con nuevos abusos de Foxconn a sus trabajadores durante la producción del iPhone 11. Según CLW, Foxconn sigue violando las leyes laborales chinas, pero a Cook y sus mariachis se ve que se la trae al pairo porque siguen trabajando con ellos como si nada.
En este punto está claro que lo que cuenta es la pela y ya. De hecho, vamos a mucho peor. Esta misma semana, el 'Washington Post' publicaba la noticia de que uno de los proveedores clave de Apple estaba utilizando mano de obra forzada uigur. Según el 'WaPo', la compañía Lens Technology fuerza a exprisioneros de campos de concentración uigures a fabricar componentes para dispositivos Apple.
Un informe del Congreso de EEUU dice que Apple, Nike, Coca-Cola y Calvin Klein estarían entre las compañías que usan mano de obra forzada uigur
La compañía de Cupertino lo ha negado rotundamente (en España, contactada por El Confidencial, la responsable de relaciones públicas nos ha dado la callada por respuesta), diciendo que ellos saben de buena tinta que sus líneas de producción en Lens Technology no usan mano de obra forzada de uigures “reacondicionados”. Al resto de líneas de producción, pues que les den. Otros clientes de Lens Technology, por cierto, son Tesla y Amazon. Esa respuesta de Apple parece un indicador claro de que sabe qué es lo que pasa en esas fábricas pero decide ignorarlo.
La noticia solo confirma lo que ya suponíamos. Como apunta Bloomberg, un informe del Congreso de los Estados Unidos dice que Apple, Nike, Coca-Cola y Calvin Klein estarían entre las compañías que usan mano de obra forzada en la región “autónoma” uigur, en Xinjiang. Este informe demoledor forzó al Congreso americano a crear una ley titulada Uyghur Forced Labor Prevention Act, que requiere que todas las compañías americanas no usen ni prisioneros ni trabajadores forzados en ningún aspecto de la fabricación de sus productos.
Justo aquí, amiguitos, viene el culmen de la desfachatez y la hipocresía de Apple: el 'Washington Post' contó el 20 de noviembre cómo la compañía de Cupertino se habría reunido en secreto con congresistas para intentar "diluir" la ley que prohíbe el comercio con compañías que usan trabajadores forzados. Lógicamente, Apple respondió diciendo que la exclusiva del 'Washington Post' era “fake news”, como si fuera el payaso Trump. Ellos son defensores de la justicia social. Faltaría plus. Afortunadamente, la ley terminó pasando por unanimidad sin las modificaciones que demandaba el 'lobby' de Apple. Habrá que ver si surte efecto o si es solo maquillaje para que nadie se sienta mal con el Black Friday.
Es lógico imaginar que lo mismo pasa con Huawei, Xiaomi o cualquier otro fabricante chino. La única diferencia entre las compañías americanas o europeas y las chinas es la hipocresía de las primeras, pero el caso de Apple es especialmente sangrante. Forzar a personas a fabricar 'gadgets' es terrible lo haga quien lo haga, pero cuando vas de guay por la vida dándote golpes en el pecho, anunciando que eres la compañía que más respeta el medioambiente (no es verdad), la privacidad (otra milonga) y los derechos humanos (qué despiporre), la falsedad corporativa llega al nivel de la de esos telepredicadores homófobos a los que siempre pillan con pornografía de niños de 6 años en el MacBook.
Y luego estamos todos nosotros, claro. Cuando Joel vino de China me hizo una simple pregunta: ¿cuál es nuestra responsabilidad en todo esto? Yo les pregunté por carta a los Reyes Magos hace un par de días y me mandaron un SMS con el titular de esta columna.
Hace una década mi viejo amigo y colega Joel Johnson me dijo “me piro a China”. No para hacerse budista, sino para darse una vuelta por Shenzhen, tomarse unos ‘he fen’ en condiciones y ver con sus propios ojos cómo se trabaja en Foxconn, la megacorporación que fabrica iPhones y otros productos Apple. La cosa estaba muy malita por allí. Y, por lo que nos acabamos de enterar, lo sigue estando. Sobre todo si eres uigur.