Carta de Ajuste
Por
Ca-tetas a babor
Los actores (Alfredo Landa, Dani Rovira, Han) van cambiando. Los directores (Mariano Ozores, Emilio Martínez-Lázaro, Mercedes Milá) también. Pero la historia no. La historia siempre es la misma
Son las nueve de la noche del miércoles 18 de noviembre y la Gran Vía está impracticable. No cabe un puñetero alfiler entre los coches que van al encuentro de la diosa Cibeles. “Esto es cosa de Carmena fijo”, dice un copiloto retorcido de hastío. A lo lejos se intuye un amplio cordón policial, también un carril cortado. Ya de cerca, se divisa a una quinceañera anónima llorando desconsoladamente en la 'cuneta'. ¿Un accidente? Pues no. Mucho más cerca, dentro de mi propio coche, se distingue a un gilipollas que está a punto de comprobar que lleva media hora parado porque Vasile ha decidido rebanar las calles de Madrid para estrenar a lo grande 'Ocho apellidos catalanes'. Demostró el italiano menos querencia al verbo 'cortar' cuando verdaderamente debió hacerlo, el día de los atentados de París. Pero en España se ve que es bastante más fácil (y más práctico) cortar la Gran Vía que cortar la emisión 'Sálvame Deluxe'.
No puede ser casualidad que la película protagonizada por Dani Rovira se estrene apenas unos días después de aquel 'apagón' informativo en todas las televisiones generalistas el día de la masacre en la discoteca Bataclan. En realidad, ambos hechos son hijos de la misma España. Todo el mundo se pregunta por qué lo hicieron, pero la respuesta es bien sencilla: Mediaset y Atresmedia necesitaban la connivencia del competidor para reestructurar su 'parrilla', porque ambos grupos intuían que si lo hacía solo uno, que si 'Sálvame' o 'Tu cara me suena' fundían a negro, el otro iba a marcar esa noche un 30%. Y probablemente estuvieran en lo cierto. ¿Entonces qué es lo que pasa? “Lo que pasa es España”, como le dice un guardia civil a otro en la secuela de 'Ocho apellidos vascos'.
La historia de Han y Aritz, la de 'Gran Hermano', también plagada de desgracias, es la misma que la de 'Ocho apellidos catalanes' o la de 'Cateto a babor'. Si han visto las tres películas, convendrán en que llevamos filmando la misma toda la vida
Tampoco es casualidad que unos días antes del estreno en cines de la nueva gallina de los huevos de oro de Vasile, su 'precuela' se convirtiese en la tercera película más vista de la historia de las audiencias. Una historia, como casi todas, plagada de desgracias. Como no puede ser casualidad tampoco que las dos primeras en ese ranking sean 'Cateto a babor' (Ramón Fernández, 1970) y 'El hijo del cura' (Mariano Ozores, 1982). 'Ocho apellidos y lo que venga después' es la confirmación irrefutable de que el landismo está hoy más vivo que nunca. La fórmula del éxito sigue siendo la misma. La sátira social (más amable de lo que pudiera parecer) de una España para todos los públicos.
Se antoja imposible también que en ese contexto aciago se pueda entender como casualidad que la relación amorosa de un vasco supuestamente heterosexual y un chino descaradamente gay nacido en Granada haya hipnotizado por completo a las dos Españas, que en realidad han sido siempre la misma. La historia de Han y Aritz, la de 'Gran Hermano', también plagada de desgracias, es la misma que la de 'Ocho apellidos catalanes' o la de 'Cateto a babor'. Si han visto las tres películas, convendrán en que llevamos filmando la misma toda la vida. La cuestión patriótica, ahora en su versión más territorial, como tapete donde se vuelcan las cartas de amor de un relato plagado de impedimentos, en su mayor parte cerriles e irracionales. Que un suegro vasco no trague a su yerno por ser andaluz o catalán viene a ser lo mismo que, vamos a decirlo así, una “persona especial de fuera” no lleve bien que su chico vasco, con lo que han sido los vascos, le depile los genitales a su 'amigo' chino debajo de las sábanas.
Los actores (Alfredo Landa, Dani Rovira, Han) van cambiando. Los directores (Mariano Ozores, Emilio Martínez-Lázaro, Mercedes Milá) también. Pero la historia no. La historia siempre es la misma. Así que decididamente no es casualidad que la buena de Merceditas, a esta alturas más gagá que Milá, lleve 30 largos años trabajando en televisión. Tampoco lo es que 'Gran Hermano' haya soplado 16 velas ni que la dueña de este cortijo, con las ca-tetas siempre a babor y los catetos a estribor, pueda llamar “hijo de puta” en directo a uno de sus actores (ocurrió el pasado jueves) sin que Vasile corte la emisión. El espectáculo, llamémoslo historia, siempre debe continuar. Allí pueden sonar las bombas, que aquí siempre lo harán las panderetas.
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Son las nueve de la noche del miércoles 18 de noviembre y la Gran Vía está impracticable. No cabe un puñetero alfiler entre los coches que van al encuentro de la diosa Cibeles. “Esto es cosa de Carmena fijo”, dice un copiloto retorcido de hastío. A lo lejos se intuye un amplio cordón policial, también un carril cortado. Ya de cerca, se divisa a una quinceañera anónima llorando desconsoladamente en la 'cuneta'. ¿Un accidente? Pues no. Mucho más cerca, dentro de mi propio coche, se distingue a un gilipollas que está a punto de comprobar que lleva media hora parado porque Vasile ha decidido rebanar las calles de Madrid para estrenar a lo grande 'Ocho apellidos catalanes'. Demostró el italiano menos querencia al verbo 'cortar' cuando verdaderamente debió hacerlo, el día de los atentados de París. Pero en España se ve que es bastante más fácil (y más práctico) cortar la Gran Vía que cortar la emisión 'Sálvame Deluxe'.