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Puertas al mar e infraestructuras destrozadas
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José M. de la Viña

Apuntes de Enerconomía

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Puertas al mar e infraestructuras destrozadas

Los océanos siempre vencen a la ingeniería si no se construyen las infraestructuras con respeto, si no se erigen las fútiles y a menudo innecesarias obras

Los océanos siempre vencen a la ingeniería si no se construyen las infraestructuras con respeto, si no se erigen las fútiles y a menudo innecesarias obras humanas con la humildad que la naturaleza reclama persistentemente.

Hasta ahora, se levantaban sangrantes y dolorosas puertas al campo. Llevamos tiempo erigiendo monstruosas puertas al mar, flirteando con un urbanismo horroroso, caótico y demencial, sea industrial, portuario o residencial, que coarta la libertad de sus orillas, las cuales siempre acabarán yendo por donde les plazca, modulando la costa como les dé la gana, llevándose por delante lo que deseen. Que se lo digan a los ingleses. Estos días ha quedado bien claro quién manda. Fukushima fue sólo un aviso, geológico en este caso.

De vez en cuando, la atmósfera se planta. Los océanos hacen lo propio siguiendo su zaga cuando consideran que la estupidez humana ha sobrepasado su límite. Escancian una potente cura de humildad climatológica desencadenando impetuosamente los elementos, obligándolos a lamer la horma de su zapato, a replantear los postulados a los que no han renunciado a pensar a pesar de la indolencia intelectual en vigor. El hombre sigue sin reaccionar. ¿Por qué?

Este gráfico publicado por la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) muestra las anomalías de temperatura sufridas durante este mes de enero.

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Febrero ha sido un mes clemente sólo en temperaturas: apenas 0,2º de media por encima de lo habitual. La humedad ha sido un 50% superior a la normal, probablemente a causa de las espectaculares ciclogénesis explosivas disfrutadas.

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No es más que estadística barata si se muestran tales gráficos de manera aislada. Es necesario engarzarlos en estudios más amplios como el protagonista de hoy, con el fin de analizar las tendencias a largo plazo que permitan predecir y, de paso, prevenir, si hubiese tal intención.

Un estudio realizado por prestigiosas instituciones europeas y publicado por Environmental Research Letters, una revista científica de acceso abierto –por fin–, analiza los avances más recientes en la predicción del clima. El aumento de temperaturas es superior en Europa al incremento medio global que sufre el planeta.

Mientras que en Europa las temperaturas medias han aumentado unos 2ºC durante el período 1971-2000, en Europa del Sur, incluida España, ya son tres los grados centígrados sobreelevados. Para los países del norte, la naturaleza ha sido más clemente con el incremento que para sus vecinos del sur, tan maltratados por la Merkel.

Llevamos tiempo erigiendo monstruosas puertas al mar, flirteando con un urbanismo horroroso, caótico y demencial, sea industrial, portuario o residencial, que coarta la libertad de sus orillas, las cuales siempre acabarán yendo por donde les plazca, modulando la costa como les dé la gana, llevándose por delante lo que deseen.

Antes o después, sequías silenciosas infinitamente más letales pondrán el contrapunto a la humedad, a la espectacular violencia desatada. La mayor asesina de la historia volverá a afilar la guadaña compensando con brutalidad la anormal humedad de febrero. Habrá mucho más. El personal se acordará de Santa Bárbara cuando truene o cuando la pólvora se reseque. Será demasiado tarde. Los ciudadanos se rasgarán las vestiduras, a los políticos les temblará la corruptela, a los sabios nobelados la faltriquera. Dirán todos a coro: era imposible prever nada.

La semana pasada, denunciamos las inhumanas puertas al campo levantadas por este desnortado sistema económico aliñado en ideología macabra disfrazada de ciencia. Esta semana, le corresponde el turno a las puertas que el mar acabará sobrepasando, el incremento de los océanos que piden paso, los amagos disfrutados este invierno en el Cantábrico o en el sur de Inglaterra, las temperaturas que están aumentando, aunque a algunos les parezca lo contrario de vez en cuando.

En Bermeo lo han constatado. El puerto deja mucho que desear. Tantos otros lugares del Cantábrico han descubierto tal cochina realidad. ¡Ay, soberbia humana!

Aquí y acullá parece que comienzan a pintar bastos naturales no reflejados en la econometría más rabiosa y científica, ni contemplados por la obtusa ley de los conocimientos decrecientes que rige tal llamemos ciencia.

Se arreglarán los estropicios como si no hubiese ocurrido nada, se incrementará localmente el producto interior bruto (PIB), los bares rebosarán de parroquianos encargados de arreglar los destrozos a precio de oro y subvención fantástica, los cuales incrementarán la deuda. ¡Fugaz prosperidad!

Nadie tendrá en cuenta que no ha sido una casualidad. La ingeniería deberá espabilar con la vista puesta en el futuro climático, olvidando el pasado más clemente.

Deberá hacerlo una vez revierta la masacre educativa provocada por Bolonia, reconstruya los demenciales planes de estudios promovidos, haga revivir las antaño prestigiosas Escuelas Técnicas Superiores de Ingenieros Españolas, convertidas en vil espectro de lo que una vez fueron. Han caído víctimas de la evaluación continua, la corrupción académica y burocrática que ha arrasado la educación en Europa. Y, en particular, la enseñanza de la ingeniería en España, enrasando por abajo, para que todos gocen de un título que les envíe directamente al desempleo, cosa que, hasta ahora, nunca había pasado.

Antes o después, sequías silenciosas infinitamente más letales pondrán el contrapunto a la humedad, a la espectacular violencia desatada. La mayor asesina de la historia volverá a afilar la guadaña compensando con brutalidad la anormal humedad de febrero.

Las reconstrucciones sin más de las infraestructuras dañadas no serán suficientes, volviendo al asunto mollar de hoy. Los elementos volverán a recordarlo. Los emplazamientos, dimensiones y materiales se deberán adecuar en función de los desafíos climáticos y medioambientales venideros, del incremento oceánico creciente. El futuro será muy diferente al pasado.

El nivel del mar quedará por encima del actual entre medio metro y un metro a final de siglo. Los eventos meteorológicos extremos serán también más frecuentes, lo que multiplicará las consecuencias. Más de uno deberá salir de su segunda vivienda en barco o elevar el espantoso adosado mediante palafitos, que no se convertirán en ninguna Venecia espléndida, más que en símbolo de la decadencia arquitectónica que padecemos.

La adaptación debería comenzar ya, evitando poner más puertas al mar: no servirá para nada. La última Ley de Costas que ha indultado tanta corrupción costera pasará abultada factura. ¿Quién pagará la cuenta del último desatino?

Políticos aldeanos, economistas cerriles o financieros desbocados, entre otra fauna, sufrirán las consecuencias: sus chalets levantados con dinero podrido en primera línea de playa o los amarres de los yates construidos con dinero obsceno y vil se verán también afectados.

¡Que todo aquel que no tenga la mente tallada a hachazos saque cumplida conclusión!

Los océanos siempre vencen a la ingeniería si no se construyen las infraestructuras con respeto, si no se erigen las fútiles y a menudo innecesarias obras humanas con la humildad que la naturaleza reclama persistentemente.

Meteorología PIB Fukushima Deuda