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Por qué (casi) he dejado de leer libros de papel
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Ramón González Férriz

El erizo y el zorro

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Por qué (casi) he dejado de leer libros de papel

El libro electrónico no ha sido un gran éxito comercial, pero es innegable que es mucho más cómodo, práctico y versátil que el libro de papel

Foto: Foto: iStock.
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Hace un par de años empecé a dormir peor y a despertarme en mitad de la noche. La probabilidad de que volviera a dormirme era baja, pero aumentaba si leía un libro. Sin embargo, si lo hacía, la luz molestaba a mi mujer. De modo que compré un libro electrónico que me permitía leer a oscuras. En ocasiones, durante el día leía un libro en papel y, si tenía mala noche, lo retomaba entonces en la pantalla. No era práctico ni barato. Pero funcionaba.

Y el libro electrónico empezó a ocupar cada vez más espacio en mi vida. Era el que me llevaba de viaje. La aplicación del móvil me permitía retomar la lectura en trayectos cortos en metro o bus. Podía comprarme en segundos casi cualquier libro publicado en el mundo; en general, por poco dinero. Mi biblioteca de libros de papel seguía creciendo. Una de las bendiciones de mi trabajo es que las editoriales me mandan a casa decenas de novedades al mes. Y aún compraba alguna más. Digamos que durante un tiempo el equilibrio estuvo más o menos en el 50%.

Pero ese equilibrio se rompió. Casi me gustaba más leer en el libro electrónico. Además, en casa ya no cabían más libros de papel. Ponía muchas de las novedades recibidas en la entrada y sugería a los invitados que se llevaran lo que quisieran. Más tarde, cuando la situación se desbordó, en lugar de pedírselo, se lo imploraba.

Casi me gustaba más leer en el libro electrónico. Además, en casa ya no cabían más libros de papel

Y ahora, de repente, me estoy planteando una mudanza. El otro día me pasé media hora contemplando como un idiota mi biblioteca y pensando por qué durante años o décadas he conservado algunos libros: una antología de cartas que obreros británicos de la época de la Revolución Industrial mandaban a sus parientes que se habían quedado en el pueblo. Una biografía del fundador de la revista Rolling Stone. La primera novela de un escritor peruano que, según me reconoció, no le gustaba ni a él. Un voluminoso ensayo sobre los carteles de propaganda en la China de Mao. ¿Y si, aprovechando la mudanza, me deshacía de casi todo? Conservaría los clásicos y mis preferidos, los libros que sé que leeré o, al menos, consultaré varias veces en mi vida. Es evidente que ni siquiera me habría planteado la purga en la que ando ocupado de no ser por una constatación que a mí mismo me resulta incómoda: el libro electrónico es mucho más cómodo, práctico y versátil que el libro de papel.

Un relativo fracaso

El libro electrónico no ha sido un gran éxito comercial. Según el Barómetro de Hábitos de Lectura y Compra de Libros en España 2023, elaborado para la Federación de Gremios de Editores de España, un tercio de los lectores españoles utiliza el soporte digital. De acuerdo con Roger Domingo, editor de Deusto, perteneciente a Planeta, en España se venden más o menos 15 libros digitales por cada 85 de papel; en ensayo ese porcentaje puede ser del 30-70, y solo en novela erótica y romántica el porcentaje de venta de libros digitales es superior al del papel. Miguel Aguilar, editor de Penguin Random House, el otro gran grupo español, sitúa el porcentaje de ventas de libros electrónicos más bien en el 10%, pero señala que varía según el país.

Las plataformas de streaming mataron a los videoclubes e hirieron seriamente a la televisión y las salas de cine. La música digital redujo los CD a producto residual y convirtió los vinilos en un producto de lujo para fetichistas. Nadie duda de que el futuro del periodismo escrito es digital y que el papel irá reduciendo progresivamente su rentabilidad y, en consecuencia, se irán disminuyendo sus tiradas. Pero el libro es distinto: “De todas las industrias culturales, la de los libros es la que mejor ha superado la transición digital”, me dijo Aguilar. En España no solo se recuperaron las ventas de ediciones de papel que se despeñaron durante la crisis económica de hace poco más de una década, sino que tras la pandemia las ventas han seguido ascendiendo de una manera que nadie podía prever.

El futuro del periodismo escrito es digital y el papel irá reduciendo progresivamente su rentabilidad. Pero el libro es distinto

Y yo seguiré comprando y comprando, pero será en digital. Por una vez en mi vida, voy a ir a la contra. Créanme que soy el primer sorprendido: nunca pensé que dejaría atrás la costumbre de leer y acumular libros de papel. Aunque sea ridículo, me parece una especie de traición. Y no me encanta la idea de poner toda mi biblioteca virtual en manos de una sola empresa. Pero uno no puede negarse a sí mismo sus cambios de opinión y ahora adoro mi pequeño dispositivo en el que acumulo libros absurdos; el último, una biografía de Joseph Mitchell, un periodista de la revista New Yorker, que ni yo mismo sé muy bien por qué estoy leyendo. Me encanta poder tener los subrayados de todos los libros en un solo archivo. Me entusiasma pensar que en un fino dispositivo de poco más de 200 gramos cabe toda la historia de la literatura y, además, todos los libros extravagantes que de vez en cuando me da por leer. También me encantaría mudarme a una casa más grande. Pero de momento eso parece un poco más caro que mi libro electrónico.

Hace un par de años empecé a dormir peor y a despertarme en mitad de la noche. La probabilidad de que volviera a dormirme era baja, pero aumentaba si leía un libro. Sin embargo, si lo hacía, la luz molestaba a mi mujer. De modo que compré un libro electrónico que me permitía leer a oscuras. En ocasiones, durante el día leía un libro en papel y, si tenía mala noche, lo retomaba entonces en la pantalla. No era práctico ni barato. Pero funcionaba.

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