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El agente 007 ya no estará a las órdenes de su Majestad sino de Jeff Bezos, su nuevo jefe
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Ramón González Férriz

El erizo y el zorro

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El agente 007 ya no estará a las órdenes de su Majestad sino de Jeff Bezos, su nuevo jefe

La cultura nunca ha estado en manos de santos, aun así resulta chocante ver cómo la tecnología, que creíamos que sería una herramienta para distribuirla, está quedándose cada vez más con su producción

Foto: Daniel Craig como James Bond, un clásico.
Daniel Craig como James Bond, un clásico.

En 1954, el senador estadounidense John F. Kennedy estaba en el hospital recuperándose de una operación de espalda. Un amigo le llevó, para que se entretuviera, Casino Royale, una novela de espías protagonizada por un tal James Bond, obra de un británico llamado Ian Fleming. A Kennedy le encantó y siguió leyendo las novelas de la serie, que Fleming iba publicando a razón de una por año.

En 1961, cuando ya era presidente, una revista muy popular entrevistó a Kennedy y le preguntó cuáles eran sus libros preferidos. Entre ellos incluyó Desde Rusia con amor. Las ventas de este se dispararon y los libros de Bond se convirtieron en bestsellers. El proyecto de llevar al cine las novelas se aceleró y ese mismo año se empezó a rodar Dr. No, con Sean Connery como protagonista. La película fue un éxito tal que enseguida comenzó el rodaje de la siguiente.

Hoy, más de sesenta años después, hay veintisiete películas de James Bond, que han facturado 19.200 millones de dólares (ajustados a la inflación). Durante los primeros doce años, las películas las produjeron dos hombres, Albert R. Brocoli y Harry Saltzman, que habían comprado los derechos de las novelas. En 1975, sin embargo, el segundo vendió su parte y todo quedó en manos de Brocoli y, más tarde, de su hija, Barbara Broccoli, y el hermano de esta, Michael G. Wilson. Ambos consiguieron revivir la serie en los años 2000, cuando ya se la daba por muerta; en parte, porque tenían el control absoluto sobre las películas —supervisaban desde la selección del director y cada frase del guion hasta los pósteres promocionales— y también porque supieron elegir a un buen nuevo Bond, Daniel Craig.

Los Broccoli perdieron parte de los derechos al comprar Amazon Metro Goldwyn Mayer y ahora perderán el control creativo de las películas

Pero los hermanos han decidido jubilarse. En 2021 perdieron parte de los derechos cuando Amazon compró Metro Goldwyn Mayer, copropietaria de su productora, y ahora perderán también el control creativo de las películas. A partir de este mes, quien va a supervisar la selección del director, cada frase del guion, los pósteres promocionales y, por supuesto, qué actor interpreta a James Bond es alguien que podría ser el villano de una de sus películas: Jeff Bezos, el propietario de Amazon.

Bezos no solo tiene los derechos de Bond, sino de una parte de otra de las grandes sagas de la cultura europea del siglo XX, El señor de los anillos y todo el universo de J. J. R. Tolkien. Es el propietario de uno de los periódicos más poderosos del planeta, The Washington Post, y de la mayor librería del mundo, Amazon, por no hablar de muchas otras cosas.

placeholder Este tipo tiene los derechos de la saga de James Bond. (Reuters/Gary Cameron)
Este tipo tiene los derechos de la saga de James Bond. (Reuters/Gary Cameron)

La cultura parece hoy condenada a concentrarse en manos de millonarios surgidos del mundo tecnológico. Elon Musk es el propietario de una de las mayores plataformas de intercambio de información del mundo, X, gracias al dinero que le han dado los coches eléctricos y los satélites; el destino de la industria de la música está en manos de Apple —que es, básicamente, un diseñador de hardware—; YouTube —que es parte de Google, una empresa de servicios en la nube— y Spotify; los algoritmos de este ya deciden, al menos en parte, cómo se componen las canciones pop y cuáles son un éxito. Además de tener una parte grande del pastel de la música, YouTube es la mayor generadora de contenido audiovisual de todo el planeta: unas 30.000 horas de imágenes cada hora. Instagram es probablemente la mayor influencia global en la arquitectura y el diseño: hoy, los restaurantes, la ropa y los interiores de muchas casas se conciben para quedar bien en esa plataforma.

Obviamente, la cultura nunca ha estado en manos de santos. En ocasiones, ha estado controlada por los Estados, con lo que se convertía en una herramienta propagandística y nacionalista. Los estudios de Hollywood nunca han sido un modelo de conducta, los grandes editores de periódicos han tenido una relación compleja, y en ocasiones vergonzosa, con la política, y algunas discográficas se han comportado como organizaciones dedicadas a la extorsión de jóvenes talentos.

Si la sexta de la serie se titulaba 'Al servicio de su majestad', ¿al servicio de quién estará la vigésimo octava, la primera producida por Amazon?

Pero aun así resulta chocante ver cómo la tecnología, que creíamos que sería una herramienta para distribuir la cultura, está quedándose cada vez más con su producción. James Bond encarnó la cultura de la Guerra Fría y la creación de productos de masas dominados por el mundo anglosajón y capitalista. Muchos creen que el comunismo cayó en 1989, cuando se abrió el Muro de Berlín, pero podría argumentarse que la caída real se produjo en 1996, cuando, tras décadas de prohibición, se estrenó por primera vez en Rusia una película de Bond, Goldeneye. Más tarde, los productores de la familia Brocoli decidieron que no hubiera villanos chinos en las tramas de Bond, para evitar posibles trabas al estreno de las películas en China, un mercado enorme y lucrativo. Supongo que el nuevo giro es inevitable: un tecnooligarca es el nuevo dueño de Bond. Quizá las próximas películas no sean peores. Pero tengo una insana curiosidad: si la sexta de la serie se titulaba Al servicio de su majestad, ¿al servicio de quién estará la vigésima octava, la primera producida por Amazon?

En 1954, el senador estadounidense John F. Kennedy estaba en el hospital recuperándose de una operación de espalda. Un amigo le llevó, para que se entretuviera, Casino Royale, una novela de espías protagonizada por un tal James Bond, obra de un británico llamado Ian Fleming. A Kennedy le encantó y siguió leyendo las novelas de la serie, que Fleming iba publicando a razón de una por año.

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