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Los enanos dominarán la Tierra haciendo 'striptease': la novela más divertida del año
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Alberto Olmos

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Los enanos dominarán la Tierra haciendo 'striptease': la novela más divertida del año

Las novelas de humor se llevaron varios premios importantes este año que termina, pero no todas resultan tan divertidas como 'Amores enanos', de Federico Jeanmaire, finalista del Herralde

Foto: Detalle de portada de 'Amores enanos'.
Detalle de portada de 'Amores enanos'.

En más de una ocasión, algún suplemento literario ha lanzado el debate de si el humor en la literatura está infravalorado. Se entiende, desde un sujeto colectivo que Mercedes Milá llamaría el Sanedrín, que la Gran Literatura es sobria, sesuda y trascendente, motivo por el cual un libro que haga reír quizá sea una lectura recomendable, pero no merece la posteridad, peana propia en el pabellón de la Alta Cultura.

Foto: Mercedes Milá (Mediaset España) Opinión

Pero dejemos las mayúsculas y empecemos a hablar de los enanos. O sea, de los escritores de humor.

Hay pocos autores eminentemente graciosos que compartan estatus con Lev Tolstoi, el ejemplo máximo de literatura con mayúsculas. Por ello, suele atraerse hacia el territorio cómico buena parte de la obra de Cervantes y Shakespeare, que indudablemente escribieron páginas y parlamentos muy divertidos. Sin embargo, lo que podríamos entender como escritor gracioso está muy lejos de igualar los logros de estos autores, pues estaríamos hablando de Borin Vian, Evelyn Waugh o Eduardo Mendoza, todos ellos deliciosos de leer, pero a lo mejor solo (comillas) durante 100 años: ¿a quién le hará gracia en 2050 —o ahora mismo— que el extraterrestre de 'Sin noticias de Gurb' se transfigure en Marta Sánchez?

Este año, el humor se ha llevado una buena cantidad de premios literarios, empezando por el Nobel. Lo que se han podido reír en Suecia con el chiste de Bob Dylan. Va Bob Dylan y gana el premio Nobel de Literatura. Ese es el chiste.

Te partes.

Foto: Discos de Bob Dylan. (EFE) Opinión

Por otro lado, el Cervantes ha sido para Eduardo Mendoza, que ya solo hace novelas de humor; el premio Tusquets, para Daniel Ruiz García, satírico social, y el premio Herralde, para Juan Pablo Villalobos ('hilarante', 'divertidísimo', 'carcajada'... toda una sonriente familia léxica tiene cabida en la contraportada de su novela), que también ha reconocido a Federico Jeanmarie, como finalista, y también gracioso.

Quizá deba distinguirse, en un trabajo literario, el humor del chiste, siendo el humor el que abre las puertas del panteón literario y el chiste el que abre las puertas del Carrefour, sección Libros.

El humor es el que abre las puertas del panteón literario y el chiste el que abre las puertas del Carrefour, sección Libros

El humor es una cualidad tonal en la novela, un modo de decir. No hay ningún chiste en el 'Quijote', sino una corriente continua de ironía que, fuera del texto, produce un chispazo: la risa. Es la búsqueda del humor como consigna la que intoxica una narración de chistes y gags (ya saben: gente desnuda, disfraces, comida sobre la cabeza y, cómo no, enanos), volviéndola barata incluso si los chistes son buenos.

El humorista José Luis Coll iba para escritor, según dijo una vez, y acabó con Tip. Hay muchos monologuistas actuales que aman la literatura y por eso son grandes monologuistas (como Dani Alés), pero no pretenden el premio Nobel. Quizá los monologuistas han dignificado la modestia, renunciando a escribir libros.

Enanos desnudos

Que los premios privados (Herralde, Tusquets) recaigan en novelas de humor sugiere una interpretación bastante cruda de su propósito: vender libros. Es obvio que una novela 'hilarante' y 'divertidísima', y que promete 'carcajadas', se venderá mejor que otra que, digamos, analiza en profundidad el malestar moral de Europa Occidental. Con todo, a mí la que me ha hecho verdadera gracia es la finalista del premio Herralde: 'Amores enanos', de Federico Jeanmaire.

Este autor argentino ha tardado bastante en arraigar en España, después de desembarcar en 1990 con 'Miguel'. Solo bien entrado el siglo XXI, Jeanmaire, de 59 años de edad, puede contar sus obras disponibles en nuestro país con los dedos de una mano, y no con el meñique.

'Amores enanos' es una de esas escasísimas novelas —en comparación con todas las que uno ha leído— que he tramitado de una sentada, es decir, cerrándola solo una vez. Idéntico ahorro de movimientos me proporcionó 'El hombre que fue jueves', de GK Chesterton, que también leí de un tirón. Curiosamente, ambas son novelas guasonas, y con sorpresa final.

'Amores enanos' es una de esas escasísimas novelas que he tramitado de una sentada, cerrándola solo una vez

La facilidad de lectura de 'Amores enanos' la propicia, para empezar, su estructura de breves episodios. Apenas dos o tres páginas necesita el lector para llegar a un generoso espacio en blanco. Además, el narrador, un enano muy embustero que se hace rico desnudándose en un local de 'striptease' junto a un amigo (también enano), es todo un hallazgo. No es la primera vez que nos narra un enano ('El tambor de hojalata', de Günter Grass; 'La mala muerte', de Fernando Royuela), pero sí uno que viva de mercadear con su diminuta prestancia física.

El libro suena primero a César Aira (hay un Carlos Fuentes, como en 'El congreso de literatura'), luego a Gonçalo Tavares (la vida de los enanos que él contaba en 'El señor Valéry y la lógica') y luego —y esto es lo importante— a 'Rebelión en la granja', de George Orwell. Es ahí, en ese momento en que el enano funda un barrio de enanos con una serie de normas que pueden cambiarse según convenga, cuando 'Amores enanos' da un salto crucial: se vuelve política; se vuelve, sí, trascendente.

Se decide, por ejemplo, vetar el término 'enano' y sustituirlo por 'hombre bajo'; también se decide que los 'altos' no puedan entrar en su pequeña ciudad y que nadie tenga hijos, so pena de ser expulsado.

Todas estas normas entran en conflicto de forma inmediata cuando toca aplicarlas a la realidad; es decir, al sexo.

'Amores enanos' es una fábula corrosiva sobre la convivencia, el asamblearismo, pero también sobre la propia ficción y la importancia del embuste y la digresión, escrita, justo es reconocerlo, con una pulcritud de acróbata.

Un libro sin duda recomendable.

En más de una ocasión, algún suplemento literario ha lanzado el debate de si el humor en la literatura está infravalorado. Se entiende, desde un sujeto colectivo que Mercedes Milá llamaría el Sanedrín, que la Gran Literatura es sobria, sesuda y trascendente, motivo por el cual un libro que haga reír quizá sea una lectura recomendable, pero no merece la posteridad, peana propia en el pabellón de la Alta Cultura.

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