Mala Fama
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¿Estaban muertos o de parranda? El milagro de los escritores españoles resucitados
Muchos años sin publicar, la desaparición de editoriales o las modas pasajeras parecen dar por acabadas innumerables carreras literarias; sin embargo, los escritores (casi) siempre sobreviven
Más o menos después de publicar un nuevo libro alguien da por acabada mi carrera literaria. Puede ser un comentario en un blog maledicente, un rumor que me llega en un bar (y que se ha producido en otro bar; incluso: en el mismo bar hace varias noches) o una confidencia de un amigo escritor, que ha oído lo mío.
Lo mío suele ser: te han echado, no has vendido, me dijeron que habían rechazado tu último libro, ay.
Lo que funciona aquí es la pasión aniquiladora de escritores, un fervor por el fin, que casi es un fervor por el final de la literatura misma. Siempre hay alguien que, en una reunión de escritores, echa de menos nuevos libros de otro escritor, y pregunta: ¿qué fue de él? Lo que viene a significar: ¿podemos darle por acabado?
He visto que van a publicarse en este año que comienza varios libros de autores que, sin duda, muchos habrán querido dar por muertos (cuando apenas tienen 40 años). Hay incontables motivos por los que llega a maliciarse que un escritor colgó los hábitos, y el abanico de novedades que aquí recopilo tiene la virtud —amén de citar libros que merecerán una lectura por mi parte— de apuntar varios de ellos.
Muchos años de silencio
Cuando un escritor de nuestro tiempo lleva tres o cuatro años sin publicar, toma cuerpo la convicción de que ya no va a publicar más. Así de apremiante está la cosa.
No se tiene en cuenta que Camilo José Cela, por ejemplo, publicó en verdad una novela por década, o que Marilynne Robinson estuvo 25 años sin dar señales de vida después de su debut, y luego vino con tres novelas extraordinarias, su saga de 'Gilead', que la coloca entre los mejores escritores del mundo.
Muchos escritores de prestigio publican recopilaciones de artículos entre novela y novela, no sea que la gente se olvide de ellos
El silencio es una música que en la literatura da bastante miedo, y por eso muchos escritores de prestigio (Javier Marías, digamos) publican recopilaciones de artículos entre novela y novela, no sea que la gente se olvide de ellos.
Álvaro Colomer (Barcelona, 1973) es el ejemplo que traigo de ese silencio insidioso. Su último libro (por lo demás, una de las mejores novelas de mi generación) fue 'Los bosques de Upsala', publicado en 2009 por Alfaguara. Ocho años sin molestar a los lectores es como ocho años sin llamar a un amigo: seguramente el amigo ya ha dejado de esperar que combines su número.
Sin embargo, Colomer vuelve al fin con una novela bélica tan documentada que va a parecer traducida del inglés: 'Aunque caminen por el valle de la muerte' (Literatura Random House). En España no se estila el trabajo de campo en los novelistas, que son más de quedarse en casa rebozados en su propio estilo inimitable.
Cierre del sello
Lo más dramático que puede sucederle a un escritor que empieza es que el sello editorial donde han aparecido sus primeros libros eche el cierre. Esto le ocurrió en 2013 a Iván Repila (Bilbao, 1978), que había publicado en Libros del Silencio dos novelas, 'Una comedia canalla' y 'El niño que robó el caballo de Atila'.
Quedarse sin editorial, con los libros huérfanos, sin suelo que pisar, puede noquear cualquier vocación
El cierre de Libros del Silencio vino provocado por la súbita muerte de su editor, Gonzalo Canedo, que había conseguido en tres años situar su pequeña empresa entre las tres o cuatro editoriales independientes más interesantes de nuestro país.
Quedarse sin editorial, con los libros huérfanos, sin suelo que pisar, puede noquear cualquier vocación, pues seguramente Repila llevaba años buscando un sello que le hiciera caso y, cuando ya lo había encontrado, hubo de volver a la casilla de salida: la incomparecencia en librerías.
Sin embargo, su siguiente novela está a punto de aparecer en Seix Barral: 'Prólogo para una guerra', que muchos llevamos esperando varios años. No se la pierdan.
Estar de moda es mortal
Antonio J. Rodríguez es, desde el punto de vista mediático, uno de los casos más sorprendentes de su generación. Este autor había aparecido más en prensa, radio y televisión sin haber publicado nada que cuando por fin salió a la venta su primera novela, 'Fresy Cool' (entonces Literatura Mondadori), libro en la estela de David Foster Wallace que sufrió, seguramente, una animadversión descontrolada.
Desde aquel 2012 parecía que Antonio J. Rodríguez (Madrid, 1987) había decidido dedicarse a otra cosa —a dirigir, por ejemplo, con éxito Playground, el medio digital de tendencias—, pero solo estaba esperando a pasar de moda, aura fraudulenta que para un escritor puede ser mortal.
Literatura Random House publicará este año 'Vidas perfectas', su segunda novela, lo que no deja de ser irónico, pues repite publicación en una editorial donde la editora de su primera novela ya no está. Normalmente son los editores los que siguen... y los autores los que se quedan atrás.
Perder las ganas
Aunque muchas circunstancias ayudan a que un autor deje de publicar —malas ventas, rechazos editoriales, cambios de editor, cierre de sellos...—, nada resulta tan irreparable como que pierda las ganas de escribir. Y si hay alguien que lleva más de 10 años quedándose sin ganas —según sus propias declaraciones públicas— es Esther García Llovet (Málaga, 1963).
La excelente narradora, sin embargo, publicará este año en Anagrama su nueva novela, cuyo título no podía ser otro que 'Cómo dejar de escribir'.
Cómo dejar de escribir sin dejar nunca de escribir: esa es la lección que parece darnos la trayectoria errática, quejumbrosa y brillante de García Llovet, autora que desveló en una entrevista las ventas sucesivas de sus primeros tres libros, que parecían una cuenta atrás: 700-500-200.
Autoedición y sellos sin distribución
Por último, cientos de escritores parecen condenados a una recepción minoritaria derivada de la publicación en sellos diminutos o de la autoedición. Silvia Nanclares (Madrid, 1975) andaba en esas cuando un asunto fundamental en nuestros días —la fecundación artificial— hizo que su vida y su literatura remaran en la misma dirección.
'Quién quiere ser madre' (Alfaguara) narra esa experiencia agotadora de la concepción asistida, las vertiginosas facturas que el juego de ser dios deja en aquellos que se atreven a entrar en una clínica y poner sus hormonas en plásticos de pago, con el fin de tener un hijo.
Uno de esos libros que, necesariamente, alguien tenía que escribir.
Más o menos después de publicar un nuevo libro alguien da por acabada mi carrera literaria. Puede ser un comentario en un blog maledicente, un rumor que me llega en un bar (y que se ha producido en otro bar; incluso: en el mismo bar hace varias noches) o una confidencia de un amigo escritor, que ha oído lo mío.