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Las mujeres y el coronavirus: si manda, es tonta; si no manda, es víctima
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Alberto Olmos

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Las mujeres y el coronavirus: si manda, es tonta; si no manda, es víctima

Se está perdiendo la oportunidad de reconocer el papel de las políticas durante la pandemia

Foto: La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. (EFE)
La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. (EFE)

La secuencia podría iniciarse con una fotografía tomada el 13 de enero de 2020 en el Ministerio de Sanidad. Una mujer, María Luisa Carcedo, abandona la escena. Es menuda, discreta, incluso vestida de rojo nadie repara en ella. La imagen registra el momento exacto en que su nombre, que apenas tuvo tiempo de cuajar en los viveros periodísticos, se funde para siempre en el muro de carga de la Historia. Mientras, en primer plano, vemos a tres hombres. Exhiben ante el fotógrafo sus carteras ministeriales, recién acuñadas. Se muestran orgullosos, ufanos, casi desafiantes. Entre los tres van a hacer prácticamente el mismo trabajo que antes hacía solo una mujer. Es el Gobierno del progreso.

Dos meses después, todo cambia. El coronavirus empieza a extenderse por España. Sucede entonces algo sensacional, una bifurcación. Newtral publica enseguida una información según la cual las mujeres corren más riesgo de contraer el virus. Es falso: contagia casi por igual, requieren hospitalización bastantes más hombres que mujeres y ellos mueren por coronavirus en mucha mayor cantidad. Está siendo así en todo el planeta. Da lo mismo: la senda lacrimosa, victimista, es innegociable. Las mujeres tienen que sufrir más. Las mujeres nunca pueden aportar.

placeholder María Luisa Carcedo abandona la escena.
María Luisa Carcedo abandona la escena.

Isabel Díaz Ayuso ordena el cierre de colegios en Madrid y, ya en estado de alarma, se las ve y se las desea para importar material sanitario por vía aérea. Ayuso anuncia aviones, pero estos no llegan. El tertuliano Antonio Maestre se ríe en Twitter de los aviones “perdidos” de Ayuso. ¡Qué tonta es! Decenas de noticias y miles de tuits y 'memes' abundarán en la idea de que Ayuso, como en su día Esperanza Aguirre, es, sobre todo, tonta. “Astucia e inteligencia” es lo que le falta a Ayuso, deslizará Elvira Lindo.

“Es que es tonta, la pobre”, escribirá luego el propio Maestre sobre Almudena Negro (PP).

La ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, presenta las medidas de urgencia para paliar la paralización de la economía. Es el plan de ayudas públicas más complejo, amplio y vertiginoso que se ha visto en la historia de nuestra democracia. Yolanda Díaz está nerviosa (ríe) en la rueda de prensa y se hace un lío explicando los ERTE. Yolanda Díaz es diagnosticada de inmediato como tonta, según opinadores fulminantes.

También va quedando claro durante las primeras semanas de pandemia que Nadia Calviño no tiene ni puta idea de economía. Y de María Jesús Montero no hace falta decir nada: ¡qué acento andaluz tan deplorable!

Teresa Ribera, ministra de Transición Ecológica, se une a la fiesta: dice una tontería y, por la implacable ley de Forrest Gump, pasa a ser tonta.

En Vox, empieza a tomar protagonismo la diputada por Granada Macarena Olona. Es la encargada de transmitir en TVE las consignas de su organización. Lleva una mascarilla verde militar con una banderita de España cosida en una esquina. También es tonta, obviamente.

Bea Fanjul (PP) actualiza cada mañana en su cuenta de Twitter los días que dos operarios del vertedero de Zaldibar llevan enterrados bajo basura. Tonta del bote.

La interpretación del papel de las mujeres durante la pandemia no ofrece dudas: si mandan, son tontas. Pierden aviones, pierden la cabeza, pierden Portugal. ¿Y si no mandan?

¿Víctimas?

Irene Montero, ministra de Igualdad, desaparece durante semanas, contagiada. Cuando vuelve, ninguna mujer con nombre y apellidos, y en un cargo público, recibe su apoyo o su reconocimiento. De hecho, en varias entrevistas, Montero explica cómo las mujeres están siendo víctimas dilectas de la pandemia, y cómo serán víctimas destacadas de la crisis económica que se avecina (aunque los datos de desempleo del primer trimestre del año muestran muchos más despidos de hombres que de mujeres); además, abundará en la obviedad —como muchos otros— de que el 70% de los sanitarios contagiados son mujeres (también lo son, como mínimo, el total de sanitarios en activo).

La violencia de género puede aumentar en periodo de confinamiento, se nos recuerda en numerosas ocasiones. Desde fuentes oficiales, se lamentan dos casos de mujeres asesinadas por sus parejas o exparejas en estos días. Ya van 19 este año, asientan. Veinticuatro horas después de sendas condenas implacables, los dos presuntos asesinos son puestos en libertad sin cargos.

El Ministerio de Igualdad felicita en concreto a: "cajeras, limpiadoras, enfermeras, médicas, cuidadoras, costureras..."

El 1 de mayo, el Ministerio de Igualdad felicita a las mujeres trabajadoras. Se arma algún revuelo por la exclusión de los hombres en los parabienes. El ministerio felicita en concreto a: “cajeras, limpiadoras, enfermeras, médicas, cuidadoras, costureras...”. No felicita a: empresarias, ministras, presidentas, ejecutivas, directoras, académicas, científicas... Ni a policías o militares.

Si las mujeres que mandan son tontas, comprobamos que las mujeres que no mandan o no lideran o no ganan mucho dinero son siempre, a todas horas y sin remedio, víctimas.

Mientras, se suceden las escenas y los datos donde las mujeres que mandan demuestran mandar muy bien, o consiguen algo, o no parecen tan tontas o dignifican al menos la política. Según interpreta 'Forbes', muchos de los gobiernos de países donde la pandemia ha sido mal gestionada están liderados por hombres (Italia, España o Estados Unidos), y muchos de los gobiernos liderados por mujeres (Nueva Zelanda o Alemania) han salido relativamente airosos de la desgracia. A este asunto se le da la importancia justa; o sea, mínima. Se señala sin descanso lo mal que lo hace Ayuso, pero no para decir lo bien que lo hace la presidenta de Nueva Zelanda, sino para sugerir lo mucho que van a sufrir las mujeres porque las gobiernan mujeres tontas.

placeholder Irene Montero. (EFE)
Irene Montero. (EFE)

Margarita Robles protagoniza dos intervenciones ejemplares. Una, en el Palacio de Hielo, sirve para mostrar que hay líderes políticos a los que decenas de miles de muertos no les parecen simplemente horas extra de trabajo sobre una mesa: les parecen dolor. Robles se emociona, contiene el llanto, dice: “No les hemos dejado solos”. Y dirá, en la otra comparecencia: “Todo lo positivo es de ellos [los militares] y todo lo negativo que haya podido haber es mío”. He ahí la clave: los militares. Margarita Robles no es un modelo asumible de mujer eficiente porque dirige el Ministerio de Defensa. “No me gusta ver militares en la calle”, dirá otra tertuliana, Marta Nebot. Los prejuicios se imponen, no ya a la ética sino a la misma cordura.

Foto: Cuidados en Bruselas. (Reuters)

Rita Maestre dedica estas palabras al alcalde de Madrid: “Nos consta que está haciendo todo lo que puede”. Su discurso de respaldo parece antipolítica. No hay nada menos político que halagar al rival. Sin embargo, al tiempo que construye un Madrid mejor en tiempos trágicos, Rita Maestre se eleva electoralmente: dan ganas de votarla.

Sin embargo, su intervención, muy propagada, no sirve de ejemplo a nadie, se olvida en 24 horas. Vox y Pablo Iglesias contienden días después en el Congreso con tal impiedad que parece que el hemiciclo está vacío no por la pandemia sino porque da miedo ir.

Vox e Iglesias contienden en el Congreso con tal impiedad que parece que el hemiciclo está vacío no por la pandemia sino porque da miedo ir

Ayuso llora y una consejera de Castilla y León, Verónica Casado, llora. Los mismos que en aquellos tiempos que tampoco eran como para llorar a todas horas defendían las lágrimas por cualquier cosa callan o critican estas lágrimas. Sospechan de ellas, después de 25.000 muertos.

Al cabo, el asunto de la pandemia y las mujeres lo van delineando polémicas gramaticales insignificantes (¿la covid-19 o el covid-19?), perfiles falsos de chicas muy guapas en el Facebook del Ministerio de Sanidad (¿pago por seguidores o pago por hacer creer que el Gobierno compra seguidores?), 'spots' del PNV donde las vascas salen planchando ikurriñas y, destacadamente, el caso de una joven que aparece en bikini durante dos segundos detrás de un tertuliano mientras este participa por videoconferencia en un programa que se emite a través de YouTube.

¿Qué mujer saldrá reforzada de la pandemia en España? Obviamente, la chica del bikini. Dos semanas hablando de ella. Mención en el programa de Whoopi Goldberg en Estados Unidos. Mil horas de televisión por dos segundos en bragas. Superad eso, Ayuso, Robles, Maestre. Superad eso.

Diría uno que la pandemia ha probado la incontestable valía de muchas mujeres hasta tal punto que no podrá ignorarse nunca más. Error. Tontas y víctimas y bikinis: eso es lo que quedará. Y el baile de una tal Ester Expósito. La bifurcación. Construir desde fruslerías y agravios más o menos ficticios el futuro, y no desde la solidez de aquello que, como viene sucediendo desde hace muchos años, salta a la vista.

La secuencia podría iniciarse con una fotografía tomada el 13 de enero de 2020 en el Ministerio de Sanidad. Una mujer, María Luisa Carcedo, abandona la escena. Es menuda, discreta, incluso vestida de rojo nadie repara en ella. La imagen registra el momento exacto en que su nombre, que apenas tuvo tiempo de cuajar en los viveros periodísticos, se funde para siempre en el muro de carga de la Historia. Mientras, en primer plano, vemos a tres hombres. Exhiben ante el fotógrafo sus carteras ministeriales, recién acuñadas. Se muestran orgullosos, ufanos, casi desafiantes. Entre los tres van a hacer prácticamente el mismo trabajo que antes hacía solo una mujer. Es el Gobierno del progreso.

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