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Me gusta Isabel Díaz Ayuso porque me sigue en Twitter
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Alberto Olmos

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Me gusta Isabel Díaz Ayuso porque me sigue en Twitter

La presidenta de la Comunidad de Madrid solo se entiende desde la noción tan madrileña de chulería

Foto: El líder del PP, Pablo Casado (d), y la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. (EFE/Chema Moya)
El líder del PP, Pablo Casado (d), y la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. (EFE/Chema Moya)
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La piedad excesiva es insoportable, así que tuvo que ser el propio PP el que levantara sospechas de corrupción en el político más exitoso de sus filas. Los rivales no acababan de decidirse; tampoco están ahí para darle disgustos a nadie. En el Partido Popular veían pasar las semanas y sentían esa angustia que se siente cuando has hecho algo mal y tu madre no te pilla. Es que estás deseando que te pille. La ventana rota, el contrato de mascarillas, el bocadillo entre los almohadones del sofá. ¿Cuándo acabará esta tortura de la benevolencia? Casado y Egea decidieron que no merecía la pena jugar a la política si los rivales no te atacaban con más puntería. Quizás un gol en propia puerta animara el partido.

Al lío que tiene montado el PP ahora mismo hay que agradecerle además su largo vuelo pedagógico. El votante raso (al que yo represento con absoluta precisión) realmente no entiende cómo funciona el mundo de los políticos. Vive, ese votante, mi madre, yo, los vecinos, en la ficción simple de siglas opuestas que luchan por el poder. No se imagina que el poder es irrelevante, frente a la trascendencia de ser capaz de vivir de la política en una organización dada. La política no va de ganar al rival, sino de jugar el partido. Es la titularidad en la competición pública lo que constituye la auténtica competición.

Foto: Imagen: EC Diseño.
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Todo esto para decirles que Isabel Díaz Ayuso me sigue en Twitter. Creo que fue a principios de 2018 cuando ella en persona con sus propias manos indelegables (permítanme el recreo) decidió darle al botón. Uno es tan poca cosa que se envanece en los señalamientos mínimos. Existir para un político, por ejemplo. Yo aún no era el mejor columnista de España, claro. Pero Ayuso tampoco era nadie, una chica pizpireta del PP de Madrid.

Ayuso me sigue en Twitter: fue a principios de 2018 cuando ella en persona con sus propias manos indelegables decidió darle al botón

En mayo de 2018 fue nombrada vicesecretaria de Comunicación y portavoz del partido en la región; el 11 de enero de 2019 fue nombrada candidata a la Comunidad de Madrid, y después de las elecciones de mayo, acabó de presidenta. Yo veía esta evolución como si mi cuenta de Twitter estuviera subiendo en bolsa.

Desde entonces, todo lo que hace Ayuso me parece bien. Porque me sigue en Twitter. Yolanda Díaz también me sigue en Twitter y todo lo que hace Yolanda Díaz me parece bien. Abascal no me sigue en Twitter. Si esto les resulta frívolo, traten de no coincidir conmigo en los funerales.

Los bares

El caso es que he seguido la evolución de Ayuso desde 2018. Por un lado, la prensa de izquierdas hizo con ella lo mismo que con Esperanza Aguirre: catalogarla de imbécil hasta que la afirmación de su éxito hizo más conveniente catalogarla como malvada. En el caso de Ayuso, se realizó una parada técnica en su condición de zumbada, pero ser una zumbada no es tan antipático como ser una bruja. Por otro, Ayuso fue cristalizando como personaje político muy perfilado, y es exactamente eso lo que merece cierto análisis.

Foto: La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. (EFE/Javier Lizón)

Asociamos a Ayuso con los bares, lo que seguramente es su logro de comunicación más impresionante. A todo el mundo le gustan los bares. Ayuso parece muchas veces una chica que salió en un anuncio de Mahou en los noventa, un poco apartada del centro del plano. Da la sensación de ser una persona muy válida para rellenar anuncios de Mahou. La chica resultona, la chica de ayer, la chica en la que no te fijas, pero luego te parece muy maja.

Hay que seguir a Ayuso cuando sale del bar y entra, de hecho, en otro bar. No tanto por el alcohol, sino por la sociabilidad. Ayuso está buscando el centro de la fiesta, como el poeta, pero en el centro de la fiesta siempre hay alguien más inteligente que ella, más guapa, de mejor familia, de oratoria superior o con menos escrúpulos. “Quince años en puestos irrelevantes”, leíamos en 'El País' hace años. Ser irrelevante no es ser mediocre; es peor: supone estar humillado.

La chica resultona, la chica de ayer, la chica en la que no te fijas, pero luego te parece muy maja

Así, cuando Ayuso empieza a subir en el PP madrileño su carácter se inclina fatalmente hacia la volatilidad. Cuanto más poder, más volátil. La humillación de 15 años rellenando anuncios de Mahou propone los cimientos de una actitud nueva, casi contradictoria, pero muy precisamente ganadora en Madrid: la chulería.

Es la chulería la que explica en ella cada palabra, cada gesto y cada voto. La chulería, por supuesto, no es valer para algo y exhibir groseramente las propias aptitudes sobresalientes; la chulería es, sobre todo, no valer para algo pero sacarlo adelante. Ayuso vive en una interminable y muy poco sana fabricación de corazón a partir de las tripas. “Al que le falta corazón para estar tranquilo, hágalo de las tripas, que ascienden a la cavidad del pecho cuando se retienen los suspiros”, apunta el dicho castellano.

Foto: Isabel Díaz Ayuso, en su toma de posesión. (EFE)

Lo de Ayuso contra la cúpula de su propio partido no podía ser de otra manera: echarse para adelante. En todas sus intervenciones públicas, y en todas sus réplicas en la Asamblea, asistimos al enternecedor ejercicio de ver a una persona reteniendo suspiros, construyendo la falsedad de su confianza en sí misma, recordándose que siempre viene peor ser humillada que ser atacada. Ayuso habla fatal, pero, en medio de esa agonía que percibimos en su psique, su discurso se notifica siempre como un éxito. Es el éxito de haber permanecido en pie, de la resistencia a los ataques y también a esa voz propia que le dice que vivía mejor cuando era irrelevante. Hay una épica ahí de mucho colorido.

La popularidad inflamada con la que cuenta Ayuso no tiene otra explicación que la adicción a este espectáculo netamente sentimental. Por supuesto, da igual lo que haga, diga o facture un familiar. Ayuso puede hacer casi cualquier cosa y seguir siendo masivamente votada. Se vota la fortaleza de la fragilidad, se vota una pasión por ser alguien.

La piedad excesiva es insoportable, así que tuvo que ser el propio PP el que levantara sospechas de corrupción en el político más exitoso de sus filas. Los rivales no acababan de decidirse; tampoco están ahí para darle disgustos a nadie. En el Partido Popular veían pasar las semanas y sentían esa angustia que se siente cuando has hecho algo mal y tu madre no te pilla. Es que estás deseando que te pille. La ventana rota, el contrato de mascarillas, el bocadillo entre los almohadones del sofá. ¿Cuándo acabará esta tortura de la benevolencia? Casado y Egea decidieron que no merecía la pena jugar a la política si los rivales no te atacaban con más puntería. Quizás un gol en propia puerta animara el partido.

Isabel Díaz Ayuso Partido Popular (PP)
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