Mala Fama
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¡Por fin un famoso ha escrito un buen libro!
El actor Ethan Hawke se revela como un escritor solvente y desacomplejado en su estupenda novela 'Un brillante rayo de oscuridad'
Terminarse los libros algo debería indicarnos sobre su calidad. Pero no sobre una calidad académica, muy defendible desde la teoría y el concepto, sino sobre otra calidad vaporosa y humana, lindante si quieren con la amistad.
Cuando uno ha leído poco, acabarse los libros se toma como una obligación, a medio camino entre el reto intelectual y las buenas maneras. ¿No soy lo suficientemente listo para terminar este libro?, ¿no soy lo suficientemente respetuoso con el autor como para juzgarlo sólo después de llegar hasta la última página? Cuando uno ha leído mucho, sucede al revés: está deseando dejar los libros a la mitad. Bastan veinte páginas para tener sobre ellos una opinión inexpugnable. Las personas que se acaban un libro a disgusto o a regañadientes, como quien se toma el jarabe cada ocho horas durante toda una semana porque así se lo ha ordenado el médico, no son lectores. Son, por supuesto, enfermos.
Un motivo para leer de más es llegar a ese punto de soberbia lectora en el que puedes dejar un libro a la mitad y sentirte sano. Ya sólo leerás libros enteros si te hacen feliz.
Ethan Hawke
Nuestro autor de hoy es el famoso intérprete Ethan Hawke. Me parece obligatorio pensar que un actor tan popular y tan guapo no puede escribir buenas novelas. Resulta obviamente muy injusto que uno sea guapo, buen actor y encima tenga talento literario. Lo más probable es que, como a los cocineros y a los youtubers, alguien le publique un libro porque la comercialidad está asegurada con el protagonista de Antes del amanecer. Contra el marketing, se inventó hace siglos una cosa: los prejuicios.
Pero el puñetero Ethan Hawke ha tenido que escribir buenas novelas.
Un brillante rayo de oscuridad (en inglés suena mejor: A bright ray of darkness) trata de un actor de cine al que contratan para interpretar en Broadway Enrique IV: partes I y II, de Shakespeare, justo cuando se está divorciando de una cantante pop de fama mundial. Al actor le pilló la prensa precisamente mundial siendo infiel, y su cara y su nombre viven el suplicio sucesivo de la crítica y la amonestación.
La novela se estructura en cinco actos, según la convención dramática, y narra desde los ensayos hasta la última representación de la obra. El sueño del protagonista es que su mujer (próximamente exmujer) acuda al teatro a verle alguna vez.
Enseguida Hawke se alinea con la literatura a ras de suelo que en Estados Unidos (como señaló Eduardo Lago en
'Un brillante rayo de oscuridad' no debe leerse por los tacos y los polvos. Pero dan al lector la inusual sensación de que lo que se dice es verdad
En los tiempos que vivimos, leer "coño", "córrete en mis tetas", "me la quería follar" o "estaba buenísima" ha llegado a impresionarme. También se abusa del alcohol y de la cocaína. Que al famosísimo Ethan Hawke le publique un sello pequeño como Berenice, y no Random House o Seix Barral, seguro que no tiene nada que ver con esto.
Un brillante rayo de oscuridad no debe leerse por los tacos y los polvos (aunque el protagonista parece el Rock Bailey de Que se mueran los feos, la novela de Boris Vian: todas quieren acostarse con él, y en este caso lo consiguen), pero esos tacos y polvos dan al lector la inusual sensación de que lo que se dice es verdad. El personaje parece durante algunos momentos el alter ego de Ethan Hawke (también ha nacido en Texas, por ejemplo), y sus reflexiones sobre la fama cinematográfica son particularmente avispadas: "No nos conocíamos de antes pero, como yo era más o menos famoso y él era realmente famoso, imagino que pensó que deberíamos darnos un abrazo". La fama es poder abrazarse con desconocidos que también tienen una mansión.
Además, la novela nos lleva por los recovecos de las producciones teatrales (la relación entre actores, el miedo al suplente, el ensayo de la ovación final), nos enseña cosas sobre Shakespeare y muchas otras sobre qué es ser actor y cómo se defiende ese oficio. Leemos: "Nuestro trabajo es transformar la literatura en un acontecimiento".
El personaje parece el 'alter ego' de Ethan Hawke y sus reflexiones sobre la fama cinematográfica son particularmente avispadas
Y, sobre todo, la novela es muy masculina, al punto de que pensé titular esta reseña: "¡Todavía quedan hombres!". Escribe nuestro amigo: "Lo bueno de ser hombre es que a medida que te haces mayor te vuelves más masculino". Y ochenta páginas después: "Qué difícil es ser un hombre. Difícil de cojones". Y: "Espera a llegar a los cuarenta, listillo. Ya verás. La vida no es un camino recto que sube poco a poco, en la que vas ganando conocimiento y talento progresivamente hasta que llegas a una especie de revelación budista. Es una puta ciénaga, un esfuerzo constante".
El motivo de la ascensión volverá en el último párrafo del libro, en un cierre de realismo simbólico que me ha parecido extraordinario.
Terminarse los libros algo debería indicarnos sobre su calidad. Pero no sobre una calidad académica, muy defendible desde la teoría y el concepto, sino sobre otra calidad vaporosa y humana, lindante si quieren con la amistad.