Es noticia
Ni en ficción puede decirse que has secuestrado a tus hijos
  1. Cultura
  2. Mala Fama
Alberto Olmos

Mala Fama

Por

Ni en ficción puede decirse que has secuestrado a tus hijos

Ariana Harwicz arma en 'Perder el juicio' una visceral road movie sobre un delito de sustracción de menores

Foto: Portada de 'Perder el juicio', de Ariana Harwicz.
Portada de 'Perder el juicio', de Ariana Harwicz.

Si usted sigue con atención los suplementos literarios y la secciones de cultura, no se habrá enterado de que acaba de publicarse una novela sobre una madre que secuestra a sus hijos. La novela, lejos de ser ignorada, ha salido en todas partes, con estas definiciones: "Una novela sobre el amor, la maternidad y la violencia vicaria", "una madre humillada", "la historia de una madre que lucha por recuperar a sus hijos", "la condición materna", "una novela brutal sobre el amor loco". En la propia contraportada del libro, leemos: "Los seres humanos piensan que saben de qué son capaces blablabla (…) Perder el juicio cuenta la historia de un robo, de una apropiación, de un incendio provocado". ¿Por quién? Es curioso que, por una vez, Anagrama no te destripe una novela hasta la última página.

Perder el juicio tiene un argumento muy simple, y por ello resulta admirable que tanta gente haya sido capaz de esquivarlo: una madre secuestra a sus dos hijos mellizos después de prender fuego a la casa de su ex marido, con sus suegros dentro. A mí me parece una historia muy buena.

Llegué a este libro tirando del hilo de la polémica. Aloma Rodríguez escribió en El Mundo un artículo señalando algunos defectos de forma en la burocracia literaria que hoy hacen que tantas autoras inocuas ganes premios. En él, citaba unas palabras del ensayo El ruido de una época (Gatopardo), de Ariana Harwicz. Lejos de leer las boberías afectadísimas de miles de autoras que se sintieron ofendidas por el artículo de Aloma Rodríguez, decidí leer este ensayo de la escritora argentina. Ahí decía: "Qué depravación el discurso que vuelve a las mujeres inocentes por naturaleza, ovejitas sin maldad, seres sin fanatismo, ni odio, incapaces de actos macabros".

Obviamente alguien que escribe esto está sólo a un paso de escribir una novela sobre una mujer totalmente zumbada que secuestra a sus hijos y quema casas.

También de El ruido de una época: "En los festivales de literatura importa mucho más dar cuenta de ser ecologista, anticapitalista, vegano, antirracista y proinmigración e inclusión, que la obra, que las reflexiones que puedan tener los autores invitados sobre literatura". Y: "Para vender más, para estar del lado del Bien, se adhiere a las causas políticas con buena prensa". "Son los artistas que trabajan en su imagen política, trabajan para caer bien".

De Malasaña a Hollywood

Conocí a Ariana Harwicz hace mil años en un bar de Malasaña. Fue la primera y la última vez que la vi. Ella acababa de publicar en Lengua de Trapo su primera novela, Matate, amor (2012), y yo estaba por publicar mi nuevo libro en Mondadori (hoy Random House). La autora me preguntó de golpe y porrazo: "¿Cómo se hace para publicar en Mondadori?", algo que me pareció bastante violento.

Ahora Matate, amor está en proceso de producción cinematográfica, con Jennifer Lawrence de protagonista, Lynne Ramsay de directora (Tenemos que hablar de Kevin) y Martin Scorsese de productor. Al final parece que a Ariana no le ha ido tan mal haciendo preguntas violentas.

Me pareció el clásico autor argentino en Madrid: dispuesto a alcanzar el éxito a cualquier precio

Yo había leído Matate, amor y juré no volver a leerla porque, en ese breve encuentro, me cayó muy mal. Cuando se habla de que es mejor no conocer a los escritores en persona, se habla muy razonablemente.

Me pareció el clásico autor argentino en Madrid: dispuesto a alcanzar el éxito a cualquier precio. Los segovianos también queremos alcanzar el éxito, pero solo si nos lo ponen barato.

Perder el juicio

El caso es que Perder el juicio, y toda la obra anterior de Harwicz, es un poco lo mismo (antes de escribirles esto, he revisado su Trilogía de la pasión, que reúne sus tres primeras novelas: Matate, amor; La débil mental y Precoz). Es un estilo. Y normalmente pivotando alrededor de una figura ominosa, desequilibrada o enfermiza. O sea, muy bien.

Me han gustado siempre los libros radicales, que nombran lo oscuro o exploran ese poder-ser-infame que hoy ha desaparecido por completo de nuestras estanterías. Como dice la autora en su ensayo, los autores de nuestra época quieren caerte bien, escribir sobre víctimas de moda, defender causas justas y ganar el premio Biblioteca Breve. No quieren ser exactamente escritores.

Uno puede ser una excelente persona y desear escribir sobre un asesino en serie, como Bret Easton Ellis en American Psycho. Y que ese asesino en serie que retratas mole mucho. A estas contradicciones nos llevaba antes la literatura, cuando la hacían escritores y no señoritas de colegio de vestir todas igual.

Foto: Un grupo de 'flappers' en la playa, 1928. (Archive/Getty Images/Sasha/Hulton) Opinión
TE PUEDE INTERESAR
La divorciada más moderna era tu abuela
Alberto Olmos

Así, que la protagonista de Perder el juicio sea una madre que secuestra a sus hijos es casi irrelevante. Nunca en literatura (en literatura de verdad) la trama era lo principal; lo principal es la levadura literaria, la prosa, los "procesos mentales" (Thomas Bernhard) o la visión del mundo. Sin embargo, a la prensa cultural española le ha parecido muy fuerte anunciar que la novela va de "una madre que secuestra a sus hijos". Serían capaces de anunciar La metamorfosis, de Kafka, como "una novela sobre nuestro amor a los animales", para no ofender a las cucarachas.

O que Anna Karenina va de "una mujer libre", y no de una infidelidad.

La prosa que rotura Harwicz es de la estirpe de Thomas Bernhard, ya apuntábamos, y de otros austriacos retorcidos, como Elfriede Jelinek (¿alguien se acuerda de Jelinek, premio Nobel?). También muestra rizos latinos a la manera de Pizarnik o Clarice Lispector (si a una brasileña la podemos tildar de latina, que por poder). Esto quiere decir que a la turbiedad austriaca, mental, especulativa, suma la querencia orgánica y corporal de algunas autoras en español, y sale sexo y comida que no sale en Austria. Sólo así se llega a frases como ésta: "Seamos razonables, me dije cruzando el viejo puente colgante de la Loire, tan hermoso con sus cadáveres dentro que un poco lloré".

A la prensa cultural española le ha parecido muy fuerte anunciar que la novela va de "una madre que secuestra a sus hijos"

La obra es sórdida, llena de imágenes feas (niños tragando arañas, cuchillos en el bolso, comidas deglutidas sin el más mínimo decoro), y quizá apenas supera las cien páginas porque quinientas páginas con este tenor todas seguidas no las soporta mucha gente (yo, cuando era joven; ahora no).

En resumen, la narradora secuestra a los niños y huye, en coche. Eso es un poco todo, sin hacerles spoiler. Perder el juicio incluye tramos en cursiva, a modo de flash backs, y texto dialógico con letra más menuda (conversaciones telefónicas entre la secuestradora y el padre de los niños, que trata de que entre en razón), en lo que no es, sino la sana herencia de Faulkner: armar una estructura para tu novela, no escribir tonterías una detrás de otra y listo (premio Biblioteca Breve, normalmente).

El libro me ha gustado costándome (por imitar la gramática un poco cojitranca de Harwicz). Es incómodo. Miren qué frase: "Toda forma de amor es una violación porque nunca sabemos nada de lo que finalmente quiere el otro".

Si necesitan recordar lo que era la literatura antes de la devastación de lo políticamente correcto, échenle un vistazo.

No se lo van a creer, lo que era la literatura antes.

Si usted sigue con atención los suplementos literarios y la secciones de cultura, no se habrá enterado de que acaba de publicarse una novela sobre una madre que secuestra a sus hijos. La novela, lejos de ser ignorada, ha salido en todas partes, con estas definiciones: "Una novela sobre el amor, la maternidad y la violencia vicaria", "una madre humillada", "la historia de una madre que lucha por recuperar a sus hijos", "la condición materna", "una novela brutal sobre el amor loco". En la propia contraportada del libro, leemos: "Los seres humanos piensan que saben de qué son capaces blablabla (…) Perder el juicio cuenta la historia de un robo, de una apropiación, de un incendio provocado". ¿Por quién? Es curioso que, por una vez, Anagrama no te destripe una novela hasta la última página.

Libros Literatura
El redactor recomienda