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Alberto Olmos

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Contra los clubs de lectura

La lectura en soledad es hoy, como han señalado diversos críticos y pensadores, un acto revolucionario

Foto: Imagen de archivo de un club de lectura. (EFE/Elvis González)
Imagen de archivo de un club de lectura. (EFE/Elvis González)

Como saben, entre las perversiones culturales aún no superadas se encuentran los clubs de lectura. Se trata de una degeneración periódica del acto de leer. Sus miembros se reúnen una vez al mes, o incluso una vez por semana, para comentar un libro leído de común acuerdo. Eventualmente, el autor del libro puede estar presente en estas exposiciones. No veo necesarios muchos más motivos para estar absolutamente en contra de los clubs de lectura.

Alguien que lee el mismo libro que los demás carece de criterio. Un club de lectura es una pequeña dictadura comunista. Leer es elegir, y elegir es proponerse único. El mejor lector es aquel que ha conseguido no poder hablar con nadie de los libros que lee, porque sólo a él le interesan. No le importa. El peor lector es el que necesita leer un libro del que ya se esté hablando o del que tenga la seguridad de que otros le van a hablar. Esta dinámica se conoce como "la espiral del best seller". (Nota: me lo acabo de inventar).

Alguien que lee el mismo libro que los demás carece de criterio. Un club de lectura es una pequeña dictadura comunista

La lectura es hoy, como han señalado diversos críticos y pensadores, una acto revolucionario. Alejarse de los demás, alejarse de las redes sociales y de la información, estar sólo, recuperar la paz y el sosiego, trabajar la atención y la imaginación… Esto sólo puede entenderse como disruptivo. Para socavar en la medida de lo posible esta revolución, se proponen clubs de lectura. No puedes leer tú solo. ¿Qué lees? Dinos qué te parece lo que lees. Deja de leer lo que lees y lee lo mismo que nosotros. Avergüénzate de eso que leías.

Los clubs de lectura se crean también para vender libros. Las librerías tienen clubs de lectura, y los autores desean que alguna de sus obras sea elegida para una lectura colectiva. Hay que vender quince ejemplares más. Si no hay más remedio, acuden a escuchar lo que los lectores opinan de su obra. No les gustará; es su trabajo. Todos los autores que me han hablado de sus visitas a clubs de lectura han conseguido ponerme los pelos de punta, como en un cuento de Edgar Allan Poe. Imagina tener que escuchar lo que diez o veinte personas piensan de tu novela, que a lo mejor trata de tu madre muerta. Imaginen que yo tuviera que leerme obligatoriamente todos los comentarios que reciben mis artículos. La vida siempre puede ser un poco peor de lo que ya es.

placeholder Un grupo de mujeres en un club de lectura. (iStock)
Un grupo de mujeres en un club de lectura. (iStock)

Últimamente, han aparecido algunos artículos sobre clubs de lectura. En ellos se da a entender que los clubs de lectura son algo bueno. A partir de ahí, estos textos han coincidido en señalar la ausencia de hombres entre los clubistas. Quieren que haya más. Que no haya hombres sólo puede ser entendido como culpa suya. Cuando en una actividad no hay mujeres, es culpa de los hombres. Si en un club de ajedrez o en un meeting de videojuegos no hay mujeres, es que los hombres les impiden el acceso. Si en los clubs de lectura o en las "residencias creativas" (sic) no participan hombres, es porque los hombres están haciendo algo mal. Los hombres siempre están haciendo algo mal, por ejemplo quedarse en casa leyendo un libro.

Los clubs de lectura son sólo casualmente de lectura, porque en esencia es la vieja palabra "club" la que determina su sentido. No se apunta uno a un club de lectura porque aqueje unas ganas locas de leer el mismo libro que todos los demás y escuchar lo que todos los demás piensan de ese libro. Eso sería monstruoso. Se apunta uno a un club de lectura para regalarse alguna actividad en compañía. La lectura es soledad; el club es soledad mal llevada.

Los señalamientos sobre la ausencia de varones en estos clubs son caprichosos. Más interesante sería atender a la edad de sus miembros

Los señalamientos sobre la ausencia de varones en estos clubs son caprichosos. Más interesante sería atender a la edad de sus miembros. Se trata por lo general de personas mayores, casi todas jubiladas. Si no hay jóvenes en estos clubs, ¿qué debemos deducir? Siguiendo la lógica condenatoria hacia los hombres ausentes, los jóvenes ausentes sólo podrían ser tildados de gerontofóbicos, amén de egoístas, totalitarios y punkis. La realidad es que los jóvenes tienen una bonita vida por vivir, no necesitan clubs de lectura.

Siempre es enternecedor ver a alguien descubrir que los hombres y las mujeres manifiestan aficiones diferentes. Es algo que debemos defender, la diferencia, el tópico, la felicidad. El camino hacia la uniformidad es el camino erróneo. Incluso cuando escribo "los hombres" y "las mujeres" estoy contribuyendo a una letal simplificación. No existe un "yo" que sea indistinguible de una suma de yos. No existe nada sensato que empiece con las palabras"nosotras, las mujeres" o "nosotros, los hombres".

Pero hay gente a la que dos inclinaciones distintas ya le parecen demasiadas. Se empieza diciendo "nosotras, las mujeres" o "nosotros, los hombres" y se acaba defendiendo cualquier cosa terrible, como los clubs de lectura.

Como saben, entre las perversiones culturales aún no superadas se encuentran los clubs de lectura. Se trata de una degeneración periódica del acto de leer. Sus miembros se reúnen una vez al mes, o incluso una vez por semana, para comentar un libro leído de común acuerdo. Eventualmente, el autor del libro puede estar presente en estas exposiciones. No veo necesarios muchos más motivos para estar absolutamente en contra de los clubs de lectura.

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