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Ojalá el Estado funcionara como Mercadona
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Alberto Olmos

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Ojalá el Estado funcionara como Mercadona

En medio del desastre, desde el gobierno deslizan la sospecha de que los empresarios carecen de humanidad hacia sus trabajadores

Foto: Un grupo de voluntarios reparte alimentos en el municipio de Picanya tras el paso de la DANA. (EFE/Miguel Ángel Polo)
Un grupo de voluntarios reparte alimentos en el municipio de Picanya tras el paso de la DANA. (EFE/Miguel Ángel Polo)
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Estaba preocupada Yolanda Díaz por que los valencianos afectados por la Dana fueran este lunes a trabajar. Iban a ir. Yolanda tuiteó que no hacía falta, dijo: “Nadie puede estar obligado a ir a trabajar si corre riesgo su vida”. Añadió varios tuits donde se citaba a la Inspección de Trabajo y al Ministerio de Trabajo, y donde detallaba qué excusas sabe ella que son legalmente admisibles para no ir a trabajar: por ejemplo, que se ha muerto tu padre. Eso fue todo lo que Yolanda Díaz tenía que decir sobre las riadas de Valencia. Tenía que decir, ya saben, que los empresarios son muy malos.

Venía esta insistencia pueril y sobreactuada a que durante toda la semana fatídica corrió la especie de que Mercadona hizo ir a trabajar a su gente sin importarles si se morían. Los cuentos infantiles de Yolanda son casi todos así: el empresario mata trabajadores, lo disfruta mucho. El hecho de que haya quedado patente que nadie se enteró de las riadas hasta que las tuvo encima no ha desfigurado este cuento, que curiosamente no incluye a Carrefour o a Bonaire; que curiosamente no incluye al bar con un camarero o a la peluquería con dos peluqueras contratadas. Todo el mundo fue a trabajar porque hasta las 8 de la tarde pasadas no llegó una alerta a sus teléfonos móviles.

Nos gusta mucho el Mercadona porque nos soluciona la vida. Recuerdo que, cuando se puso de moda, las novias rojas que tenía compraban todas allí y me instruían sobre cómo sus trabajadores cobraban más que nadie en el sector de los supermercados. Mercadona era casi comunista, casi poliamoroso, casi sindical. El otro día me encontré en el de mi barrio con una ex diputada de Podemos y actual tertuliana televisiva. Quiere decirse que el público de Mercadona no es el mismo que el del Sánchez Romero. En Carabanchel van al Mercadona todos los gitanos. Lo adoran.

Pero, ya ven, Mercadona lleva varios años encarnando el mal capitalista, sólo porque su dueño es español y nos da envidia. Yo no encuentro otro motivo. Durante la pandemia, el Mercadona estuvo ahí. Ahora ha donado un millón de euros a los damnificados por la Dana. Como funciona a las mil maravillas, la gente cree que eso es normal. Lo normal debería ser que el Estado funcionara a las mil maravillas. La gente da por hecho que armar una cadena de supermercados desde un pueblo de Valencia y llegar a tener mil seiscientos por toda España y una plantilla de cien mil personas sale fácil a nada que te pongas a explotar trabajadores. Hazlo tú.

Yolanda Díaz es una jefa que no sabe lo que hace su número 2, señor Errejón, pero exige a Juan Roig que sepa si una de sus cien mil cajeras ha hecho una hora extra sin cobrar. Tiene que estar este hombre muy atento a ver si el Mercadona de Calatayud cierra en punto y su gerente no discrimina a un reponedor no binario.

La misma mujer que no se enteraba de que su número dos agredía a jovencitas. Esa mujer.

Foto: La vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz. (Efe)

Viene todo esto a que el otro día pensé que si Mercadona o Inditex o X (antes Twitter) contrataran a más gente de la que necesitan, enchufaran sin cesar a amigos, amantes y familiares, inventaran departamentos totalmente inútiles y eligieran por jefes a los más incapaces y faltos de escrúpulos de su plantilla se convertirían en pocos meses en una administración pública. O sea, en el Estado español. Dense cuenta de que el también mefistofélico Elon Musk había convertido Twitter en un invivible infierno social llamado X, y, ahora mismo, hasta la Aemet fía el éxito de sus alertas a que las leas en X. Me paso diez horas al día mirando X para enterarme de lo que pasa en Valencia. Millones de españoles hacen lo mismo, informan y se informan, se desahogan, meten la pata, cuentan historias bonitas, dan ideas... En la red social privada de un horrible ser multimillonario.

La otra opción sería informarse a través de Radio Televisión Española (RTVE), cuyo prestigio va desde las oposiciones amañadas hace un mes al Consejo de Administración amañado hace una semana. El mismo día que morían cientos de personas en Valencia.

No puedo más.

No puedo más con este cinismo, con esta mediocridad, con esta suficiencia de burócrata que nunca rinde cuentas y pilota una empresa eternamente en quiebra. Todos sabemos perfectamente que si la administración pública funcionara la mitad de bien que Mercadona, Ikea o Zara seríamos un país mejor. Recuerdo que el primero, o casi el primero, que consiguió traer un avión de mascarillas a España durante la Covid fue Amancio Ortega. Es muy triste.

Todos sabemos que si la administración pública funcionara la mitad de bien que Mercadona, Ikea o Zara seríamos un país mejor

Para enviar ayuda a Paiporta, en Moncloa no sabían qué botón dar, qué formulario cursar, qué teléfono coger, entre otras cosas, porque en la Comunidad Valenciana sus políticos tampoco sabían dónde estaban los botones, los formularios o los teléfonos. “Nos gobiernan monos”, ha afirmado José Elías, otro millonario que, ya ven, está usando su helicóptero privado y los camiones de su firma La Sirena para llevar ayuda a Valencia.

En realidad, el millonario y el político son muy parecidos: a uno le da vergüenza ser tan rico y por eso siente la obligación de echar una mano cuando ve determinadas desgracias; al político en el gobierno, de hecho, debería darle la misma vergüenza representar a los ciudadanos y pensar únicamente en su supervivencia salarial. Hay una responsabilidad en ser jefe y en ser presidente de consorcios o comunidades; una responsabilidad con todos los que dependen de ti.

Sin embargo, Yolanda Díaz, ministra de Trabajo del gobierno de España, no tiene ni la más mínima duda de que estos señores te obligarían a ir a trabajar aunque no hayas encontrado todavía el cadáver de tu hijo bajo los escombros.

Estaba preocupada Yolanda Díaz por que los valencianos afectados por la Dana fueran este lunes a trabajar. Iban a ir. Yolanda tuiteó que no hacía falta, dijo: “Nadie puede estar obligado a ir a trabajar si corre riesgo su vida”. Añadió varios tuits donde se citaba a la Inspección de Trabajo y al Ministerio de Trabajo, y donde detallaba qué excusas sabe ella que son legalmente admisibles para no ir a trabajar: por ejemplo, que se ha muerto tu padre. Eso fue todo lo que Yolanda Díaz tenía que decir sobre las riadas de Valencia. Tenía que decir, ya saben, que los empresarios son muy malos.

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