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Mala Fama
Por
Si me vas a atropellar, utiliza un Range Rover
Mónica Pérez Sobrino retrata en 'Madame Nadie' un acomodado entorno social lleno de fiestas, drogas e infidelidad
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Ya habrán notado que la única vida que merece la pena es la vida con dinero. Ser pobre resulta poco razonable, hay que quitarle a la gente de la cabeza la idea de que puede ser feliz aun siendo pobre. Es al revés. La gente pobre lo que no puede ser es infeliz. La infelicidad de verdad sólo te la da el dinero. Hay que ser infeliz en abstracto, con decadencia, con cocaína. Ser infeliz porque no puedes pagar el alquiler se nos antoja inhumano, poco enaltecedor. La tristeza bonita sucede mirando una piscina. O pasando los dedos por la barandilla de un yate donde ya te estás aburriendo. Así se construye una filosofía, un existencialismo, con la vida material dominada y todo el tiempo del mundo para sopesar sentimientos. Si debemos ser ricos, se debe a que queremos tener sentimientos.
En literatura hay un subgénero entero dedicado al dinero; es decir, al amor. Se llama chic-lit. La chic-lit ("literatura chic") va de que tu novio es rico, y eso es todo. Como tu novio es rico, te recoge en BMW y te lleva a cenar. Como él paga la cena, tú has comprado un vestido nuevo Liu-Jo. Luego hay que ir a Italia en algún momento, y a Ibiza. La chic-lit saca pamelas en las portadas de los libros, no sé por qué. Si ven una pamela en la portada de un libro, eso es chic-lit.
El caso es que
Para pensar, sin parar, en el amor, Mónica Pérez Sobrino ha escrito una novela sobre una ruptura. Hubo amor, y sólo quedan áticos, ése es un poco el resumen. No me dirán que la infelicidad en un ático no es lo mejor que te puede pasar en la vida.
El amor de la protagonista empieza en Formentera, no en Badajoz. En Formentera fueron las chicas a una fiesta a la que no estaban invitadas, pero que tenía muchos camareros "de esmoquin" en "tres barras larguísimas" al pie de "una piscina infinita". Es la típica situación en la que no hay más remedio que acabar enamorándote. Nuestra Madame Nadie se enamora de un hombre casi veinte años mayor que ella, pianista. Lo bueno de estas fiestas en Formentera es que hay pianistas ricos y famosos para enamorarse de ellos.
El amor hay que cuidarlo. No se construye una relación amorosa si no ayuda todo el sector de ocio del país, y algunas mansiones
El pianista se llama Hugo. Después de probar "una nueva bebida, vodka con champán, una mezcla conocida en Francia como la cocaína líquida", surge el amor. El amor sigue en el Hotel Niza de San Sebastián. El amor hay que cuidarlo. Hoteles, fiestas, restaurantes. No se construye una relación amorosa si no ayuda todo el sector de ocio del país, y algunas mansiones. "La gente que cuenta celebraba exclusivas reuniones para alardear de su inmensa casa nueva y de las últimas adquisiciones en ARCO mientras descorchaban botellas de Vega Sicilia como si fueran botellines de Alhambra", apreciamos.
Cuando a Hugo le atropella un coche, se subraya que ha sido un Range Rover. Esto me ha encantado. No escribimos sin más que a un personaje le ha pasado un coche por encima, lo cual es una vulgaridad; sino que concretamos que ha sido un Range Rover el que le ha pasado por encima. Hasta para ser atropellado hay que mostrar algo de clase.
El atropello no sé a qué viene, en la trama, pero da paso a una considerable exhibición de farmacopea que, como saben, incluye las drogas ilegales. Pero el amor sobrevive, y hay cenas. "Los desconocidos de una cena un martes se convertían en mejores amigos a la semana siguiente. La gente nos quería con una inmediatez temeraria". La pareja, en Madrid, está de moda, y va de aquí para allá pasándolo en grande, "en ese goteo constante de cenas con productores de cine y actores, con música y artistas".
En realidad, el amor no se diferencia del desamor salvo en que cambias de camello
Aprende uno mucho de la vida leyendo este libro.
Sin embargo, entre morfina y cocaína, la pareja entra en crisis. Las crisis de este tipo de parejas son curiosas, porque consisten en seguir divirtiéndose. No es como que estemos en crisis y se haya acabado la diversión; la diversión empieza justo ahí. Llegan, claro, los amantes, más fiestas y algunas reconciliaciones. En realidad, el amor no se diferencia del desamor salvo en que cambias de camello. "La cocaína arrasaba con él como una marea viva", leemos. Y más adelante, "eran secuelas de una maratoniana sesión de BDSM". Para desintoxicarse del amor están las drogas y los after, y lo que hay después de los after, que sólo conoce la gente realmente enamorada.
Ya habrán notado que la única vida que merece la pena es la vida con dinero. Ser pobre resulta poco razonable, hay que quitarle a la gente de la cabeza la idea de que puede ser feliz aun siendo pobre. Es al revés. La gente pobre lo que no puede ser es infeliz. La infelicidad de verdad sólo te la da el dinero. Hay que ser infeliz en abstracto, con decadencia, con cocaína. Ser infeliz porque no puedes pagar el alquiler se nos antoja inhumano, poco enaltecedor. La tristeza bonita sucede mirando una piscina. O pasando los dedos por la barandilla de un yate donde ya te estás aburriendo. Así se construye una filosofía, un existencialismo, con la vida material dominada y todo el tiempo del mundo para sopesar sentimientos. Si debemos ser ricos, se debe a que queremos tener sentimientos.