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El lenguaje inclusivo apesta. Y el profe castigado por tacharlo es mi héroe
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Juan Soto Ivars

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El lenguaje inclusivo apesta. Y el profe castigado por tacharlo es mi héroe

Padres, profesores y sindicatos se han tirado al cuello del maestro en Valladolid que obligaba a sus alumnos a tachar los desdoblamientos de género de los libros de su asignatura, Geografía

Foto: Foto de archivo de un profesor dando clase a un grupo de alumnos. (EFE)
Foto de archivo de un profesor dando clase a un grupo de alumnos. (EFE)

La noticia la dan varios medios, entre ellos El País. Titular: “Los padres de un instituto de Valladolid denuncian que un profesor obliga al alumnado a tachar el lenguaje inclusivo de los libros”. ¿No es maravilloso que un artículo que da voz a los idiotas que persiguen a este profesor que obliga a sus alumnos a tachar el desdoblamiento de género no use el lenguaje inclusivo?

¿Por qué no “Los padres y las madres de un instituto…”? Ay, estos redactores machistas… ¿O es que las madres estaban todas fregando suelos? La respuesta es mucho más pedestre. Ni el redactor es machista por poner “los padres”, ni las madres son menos idiotas que los padres que se quejan por esto. Lo que pasa es que el lenguaje inclusivo es una gilipollez. Pero de cabo a rabo. Y disculpad la microagresión que podría suponer la palabra rabo en personas incapaces de pillar la polisemia.

El profesor responde a las siglas de J. P. S. y, según leo, está a punto de jubilarse. Admiro a los profesaurios a los que ya se la suda todo. Ahora supongo que empezarán a sacarle todos los trapos sucios reales o inventados, pero con lo del lenguaje inclusivo tiene más razón que un santo. El acto de corregir un libro de texto redactado de esta forma es subversión educativa, al estilo club de los poetas muertos. Deberían ponerle una estatua en el instituto Las Salinas, donde (cogiendo esta anécdota e ignorando el resto) puedo decir solemnemente que hasta el último momento de su vida laboral parece haber peleado porque los alumnos entiendan un texto cuando lo leen.

placeholder El diccionario de la Real Academia de la Lengua (RAE). (EFE)
El diccionario de la Real Academia de la Lengua (RAE). (EFE)

El hombre, como dicen los medios, obligaba a tachar los desdoblamientos de género de los libros de texto de su asignatura, Geografía, lo que ha provocado que otros profesores, sindicatos y asociaciones de padres se le hayan tirado al cuello. El sistema no tolera que un profesor explique a sus alumnos la verdad: que el lenguaje inclusivo es mentira. Le atacan al estilo del adagio de Jonathan Swift, “cuando aparece un gran genio en el mundo se le puede reconocer por esta señal: todos los necios se conjuran contra él”. Le atacan porque tiene razón.

El potaje superficialmente ideológico y profundamente ignorante que llamamos “lenguaje inclusivo” cuando es más bien un "lenguaje exclusivo", pese a la evidencia gramatical de su estupidez y la imposibilidad práctica de emplearlo para comunicarnos, se lo están metiendo a nuestros estudiantes con calzador y vaselina a base de libros de texto mal redactados y profesores perezosos, cobardes o directamente ignorantes.

Resulta, a estas alturas, que son los propios estudiantes los que exigen muchas veces que se emplee el desdoblamiento. Esto no me preocuparía demasiado, de no ser porque la misión de los profesores es sacarlos de su error y ahí fracasan. Para mí enseñar el lenguaje inclusivo en la escuela es algo más grave que un ocultamiento de la gramática española: es uno de los síntomas de la derrota en el entrenamiento de la comprensión lectora.

Apisonadora de la literalidad

El profesor que defiende y emplea el lenguaje inclusivo en la educación es, lo quiera o no, un maleducador. Porque ese profesor, que indistintamente puede ser un señor o una señora, y creo que esto se entendía cuando escribo “este profesor”, ha renunciado a explicar a los niños algo mucho más importante que la evidencia de que existen mujeres en el Congreso de los Diputados: cómo funciona la lectura, es decir, cuál es el primer paso para desentrañar textos que no siempre dicen lo que parece.

El lenguaje inclusivo es la primera acometida de la apisonadora de la literalidad. Es un síntoma del desprecio a las posibilidades de una lectura profunda. ¿Cómo diablos van a entender los poemas de Quevedo personas a las que se obliga a ignorar que en el sintagma “unos estudiantes” están incluidos los estudiantes de sexo femenino, es decir, las estudiantes? ¿Cómo van a percibir la polisemia retorcida de un discurso de, pongamos por caso, la ministra de Educación de turno, si en el grado más elemental de lectura ya se les fuerza a tropezar con el escollo literal?

No me extraña que los chicos digan todo el rato “literal” y “literalmente” como coletilla si todo el sistema educativo parece empeñado en que sean literalmente personas de mente literal. Prueba de que se aprende más escuchando con atención las muletillas de moda, es decir, esos giros en los que el lenguaje verdaderamente cambia y evoluciona, que aplicando corsés políticamente correctos que enmascaran la comunicación.

Existe una relación directa entre el uso y defensa del lenguaje inclusivo y la escasa comprensión de todo aquello que el texto dice sin decir, es decir, la escasa comprensión de la literatura

El argumento más fuerte contra la plaga de lenguaje inclusivo en las aulas es para mí este. Intuyo que existe una relación directa entre su defensa y la escasa comprensión de todo aquello que el texto dice sin decir, es decir, lo que lleva a no poder entender la literatura. Luego pondrán en un examen de alto nivel universitario (casi oxímoron) que lo que Cervantes quería decir con El Quijote es que tenemos que ser idealistas y perseguir nuestros sueños, ¡y todavía habrá un profesor más plano que ellos y les aprobará!

Bien. Contad ahora cuántas personas interpretan que acabo de escribir un texto contra las mujeres y averiguaréis más sobre el nivel de comprensión lectora español que con el informe Pisa.

La noticia la dan varios medios, entre ellos El País. Titular: “Los padres de un instituto de Valladolid denuncian que un profesor obliga al alumnado a tachar el lenguaje inclusivo de los libros”. ¿No es maravilloso que un artículo que da voz a los idiotas que persiguen a este profesor que obliga a sus alumnos a tachar el desdoblamiento de género no use el lenguaje inclusivo?

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