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Gerard Piqué y el control que tiene dentro del FC Barcelona
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Antonio Sanz

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Gerard Piqué y el control que tiene dentro del FC Barcelona

El actual momento hartazgo que pregona el jugador del Barça cuenta con escaso populismo, fundamentalmente porque el mensaje no se dirige a las clases populares, sino al poder

Foto: Gerard Piqué celebrando un gol ante el Valencia. (Reuters)
Gerard Piqué celebrando un gol ante el Valencia. (Reuters)

“Tenemos que estar todos juntos, y cuando digo todos juntos no solo son los jugadores, sino afición, Junta directiva... Conocemos al club, sabemos cuáles son los diarios afines y quién escribe cada artículo aunque los firme otra persona. No nos queremos enfadar, nuestra intención es rendir en el campo y ganar títulos. Espero que nadie quiera provocar peleas que nunca han existido y que por nuestra parte no queremos que sucedan”. Son palabras de Piqué en una zona mixta tras ganar en Getafe. El contexto es un Gerard en estado puro. Ni es un alegato más, ni el vestuario ha buscado un vocero cualquiera. El momento hartazgo que pregona el jugador del Barça cuenta con escaso populismo, fundamentalmente porque el mensaje no se dirige a las clases populares. La advertencia, se entiende que consensuada con la mayoría del camerino, cuenta con un punto cardinal único: el poder. Un poder que se siente lejos de cualquier mandato absolutista del pasado. Nadie mejor que Piqué para lanzar el pulso a Bartomeu. No es casualidad que sea él quien se ponga de frente al mandamás (o ‘mandamenos’).

En 2021 se celebrarán elecciones a la presidencia del Barça, en las que no concurrirá Piqué. O al menos no se espera su candidatura. Ya vaticinó Guardiola que Gerard habla como un dirigente, pero lo que nos explicó el sabio de Santpedor es que también sería capaz de confeccionar la política de patrocinios del club o de direccionar para su empresa el desenlace de un fichaje del Barça. Se conocía la etapa de portavoz de su propia candidatura, pero esta vez quiso arrinconar a la dirigencia acusándola de mecer la cuna del Periodismo cuando el vestuario ha sido señalado. Se nos ha contado que todo nace por un artículo publicado en Mundo Deportivo (todas las miradas van hacia él por su particular contenido, donde se revela una soberana crítica al exceso de poder que sostiene a los futbolistas culés como colectivo). Que los futbolistas cuentan con una poderosa cuota de poder no es ningún secreto. Es fácil de explicar por qué estalla ahora el grupo: la relación entre jugadores y directivos no transita por el mejor momento.

Hubo un tiempo en el que ‘Geri’, Piqué, se reflejaba como el chico gracioso del colectivo. Incluso se justificaban sus gamberradas dentro o fuera de las instalaciones de la entidad. Se razonaba que para todo, la celebridad de la persona era innata, que no fingía. Sin embargo, el sentimiento de la caseta se descubrió cuando el grupo le arreó un bofetón impertinente. La marcha de Xavi Hernández dejó vacante una capitanía. Iniesta, Messi y Busquets atendieron a la petición de Luis Enrique de elegir al cuarto con una votación secreta. En la misma, cuando por antigüedad y por trayectoria Piqué debía ser el elegido, los compañeros optaron por nombrar a Mascherano. Entonces, hablamos del verano de 2015, el central no se lo tomó tan mal. Entendió que sus compañeros aún no lo observaban lo suficientemente maduro como para representarlos. Cuatro años después, aquella cuita no solo está en el baúl de los recuerdos sino que se ha transformado en la fuerza de una voz.

El 'chiste' sobre el fichaje de Neymar

El mercado de fichajes que acaba de cerrarse abrió aún más la grieta entre el vestuario (ya sí con Piqué como uno de los líderes) y la Junta directiva que preside Bartomeu. Si las dudas sobre Valverde se disiparon en la cabeza de los directivos tras deslizar mayoritariamente los jugadores que aplaudían la renovación del técnico, Neymar y Griezmann dividieron y fomentaron en cruzada el desarrollo de la estación estival. Las palabras de Piqué, que arrancan esta opinión, se explican porque dentro de la caseta se entiende que la acción de la dirigencia se mueve con la filtración a un periódico deportivo próximo al pensamiento del poder. Y que se contrarresta cuando Messi elige hablar en la competencia para desarrollar su ‘pensamiento político’ sobre la actualidad del Barça. La negociación por Neymar -infructuosa, ineficaz e inútil y, además, televisada para los ojos del crack argentino- no se la creyeron más que los acólitos. Pero aquellos movimientos produjeron daños colaterales, especialmente en dos futbolistas: Rakitic y Dembelé, colocados en la rampa de salida sin mantener ninguna consideración hacia quienes se resistían a ser moneda de cambio en una operación inverosímil.

placeholder Gerard Piqué, este miércoles en Champions. (Reuters)
Gerard Piqué, este miércoles en Champions. (Reuters)

Pero si lo de Neymar resultó frustrante, el fichaje de Griezmann no generó ni una pizca de ilusión. Al aterrizar un año más tarde de lo previsto, la afición culé se lo tomó con recelo y el vestuario con despecho. Al tiempo caían el directivo Mestre y el ejecutivo Segura para terminar de hacer más patente la distancia que se recorre entre el despacho y la hierba. Tal es la desemejanza que existe que cuando Neymar acude a Barcelona para declarar en su juicio contra la entidad culé, un empleado de privilegio -el centrocampista Arthur- se fotografía sin pudor junto a su compatriota durante la noche barcelonesa. Más allá de la nula consideración hacia la dirigencia, la realidad es que cada jugador afronta su historia como una particular batalla de manera individual. Y es aquí donde resurge Piqué con la intención de restaurar puentes entre el colectivo. La fuerza que él desprende se cimenta gracias a sus poderosas influencias con aquellos que refuerzan la tesorería del Barça.

El fichaje de Griezmann dejó la caja del club tiritando. Fuentes cercanas al vestuario hablan que mientras se solicitaba un crédito para abonar la cláusula de rescisión del francés, se rogaba a algunos jugadores aplazar el pago de cantidades pertenecientes al curso que acababa de concluir. Piqué, que apoderó el contrato comercial con uno de los principales patrocinadores del club, se siente con la fortaleza suficiente como para amedrentar, si es necesario, a la dirigencia. Bartomeu es consciente del soporte que mantiene a uno de los componentes del núcleo duro del vestuario, lo que provoca que mantenga excesivo respeto hacia su figura. No se le chista ni cuando produce un documental cuyo final perjudicó al Barça ni siquiera cuando se informa que aparca las botas para vestirse de traje y negociar el cambio en el tenis mundial o demuestra sus influencias para concretar la próxima edición a cuatro de la Supercopa de España de Fútbol. Es Piqué, el jugador que más y mejor controla a este débil, institucionalmente hablando, Barça de Bartomeu.

“Tenemos que estar todos juntos, y cuando digo todos juntos no solo son los jugadores, sino afición, Junta directiva... Conocemos al club, sabemos cuáles son los diarios afines y quién escribe cada artículo aunque los firme otra persona. No nos queremos enfadar, nuestra intención es rendir en el campo y ganar títulos. Espero que nadie quiera provocar peleas que nunca han existido y que por nuestra parte no queremos que sucedan”. Son palabras de Piqué en una zona mixta tras ganar en Getafe. El contexto es un Gerard en estado puro. Ni es un alegato más, ni el vestuario ha buscado un vocero cualquiera. El momento hartazgo que pregona el jugador del Barça cuenta con escaso populismo, fundamentalmente porque el mensaje no se dirige a las clases populares. La advertencia, se entiende que consensuada con la mayoría del camerino, cuenta con un punto cardinal único: el poder. Un poder que se siente lejos de cualquier mandato absolutista del pasado. Nadie mejor que Piqué para lanzar el pulso a Bartomeu. No es casualidad que sea él quien se ponga de frente al mandamás (o ‘mandamenos’).

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