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Los mejores libros que he leído en 2021
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Jesús Fernández-Villaverde

La mano visible

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Los mejores libros que he leído en 2021

Dos libros tratan sobre la economía mundial y los otros dos son de historia, un reflejo fiel de mis hábitos de lectura, que por carencia de tiempo moran poco en el mundo de la ficción

Foto: Caseta de libros de la emblemática Cuesta de Moyano. (EFE/Zipi Aragón)
Caseta de libros de la emblemática Cuesta de Moyano. (EFE/Zipi Aragón)

La Navidad es uno de los momentos donde más libros se venden en todo el año. Muchos los compramos para regalar a familiares o amigos o, a menudo, para darnos una alegría a nosotros mismos. El fin de año es, además, temporada para mirar atrás y recordar lo que más nos ha llamado la atención durante los últimos meses.

Y como mis entradas de recomendaciones de libros suelen tener buena acogida entre los lectores, voy yo también a cerrar 2021 reseñando, brevemente, cuatro de los libros que he leído y que más me han gustado desde enero. Las reglas de selección son sencillas. Primera, voy a recomendar libros recientes: uno es de 2018, el segundo de 2019 y los dos últimos de 2021. Segunda, son libros que puedo recomendar a cualquier lector interesado. Tercera, he comprobado que son libros fáciles de adquirir en España: las tiendas digitales más populares los tienen a la venta. La primera regla elimina libros más clásicos, de los que podemos hablar otro día. La segunda regla evita libros que, aunque me hayan encantado, puedan ser excesivamente especializados. La tercera es solo para asegurar que encontrar el libro no sea una aventura.

De los cuatro libros, dos tratan sobre la economía mundial y dos son de historia, un reflejo fiel de mis hábitos de lectura, que por carencia de tiempo moran poco en el mundo de la ficción. Como tal, los cuatro libros son también prueba de mis sesgos.

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El primer libro es 'El apagón: Cómo el coronavirus sacudió la economía mundial' de Adam Tooze (una advertencia, yo leí la versión original en inglés, así que no puedo juzgar la calidad de la traducción al español). Profesor de la Universidad de Columbia, Tooze es uno de los historiadores más prolíficos de su generación. Hace unos años publicó Wages of Destruction que se convirtió rápidamente en la referencia imprescindible sobre la historia económica del régimen nacionalsocialista en Alemania (es, por ejemplo, el libro en el que están basadas mis clases de grado sobre el tema).

En uno de sus pasajes más famosos, Hegel nos recuerda que el búho de Minerva solo levanta el vuelo en el crepúsculo

Más recientemente, escribió 'Crash: Cómo una década de crisis financieras ha cambiado el mundo', también una referencia ya clásica sobre la crisis financiera que comenzó en 2007 y un éxito de ventas mundial. La virtud principal de Tooze es su capacidad de enlazar los sucesos económicos con la economía política de los mismos, es decir, con las restricciones que los sistemas políticos imponen a las respuestas de política económica. Aunque no siempre coincido con los análisis de Tooze, es difícil leer sus libros sin encontrarse con la necesidad de revisar mi visión sobre los sucesos que narra o, al menos, refinar mis argumentos.

El apagón es un libro curioso. Empieza mal, con una escritura acelerada y emborronada de los sucesos de 2020, algo raro en Tooze, que, producto del sistema de ensayos de Oxbrigde, escribe, por sistema, francamente bien. A punto estuve de dejar el libro después de las primeras 50 páginas. En uno de sus pasajes más famosos, Hegel nos recuerda que el búho de Minerva solo levanta el vuelo en el crepúsculo: es complejo ser historiador de los eventos actuales, sin las ventajas de la distancia. Y el libro de Tooze confirma plenamente esta idea. No hay mucho en la primera parte del libro ("Enfermedad") que haga brillar el talento de su autor. Pero, afortunadamente, perseveré. A partir de la segunda parte ("Una crisis global como ninguna") el libro mejora radicalmente y nos reencontramos con el mejor Tooze de 'Wages of Destruction' o 'Crash'. Sus comparaciones con las respuestas de política económica de 2008 o los costes relativos de diferentes opciones de políticas sanitarias y financieras son claras y concisas.

No estoy de acuerdo con muchas de las conclusiones de Tooze, pero resulta casi imposible no sentarse a pensar sobre ellas

Pero lo mejor del libro es el capítulo final, que merece ser releído varias veces. Tooze, con pluma ágil, nos esboza algunas de las tendencias fundamentales de la economía mundial actual, incluida las nuevas posiciones relativas de China, Estados Unidos y la Unión Europea. Poco he leído en los últimos años tan provocador. Como decía antes, no estoy de acuerdo con muchas de las conclusiones de Tooze, pero resulta casi imposible no sentarse a pensar sobre ellas durante horas y horas.

El segundo libro es 'Russia's Crony Capitalism: The Path from Market Economy to Kleptocracy', de Anders Åslund. El exdiplomático sueco es un viejo conocido por todos los que han leído sobre el final de la Unión Soviética y la transición de Rusia hacia una economía de mercado. Desde una posición privilegiada en Rusia y Ucrania, Åslund fue testigo directo (y consultor) de las reformas en estos países.

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Entre la multitud de volúmenes escritos sobre Putin, el libro de Åslund destaca por su capacidad de entender la estructura económica del régimen, desde los comienzos del mandatario ruso en el Ayuntamiento de San Petersburgo, donde forjó unos lazos con el crimen organizado que hoy siguen vivos, hasta su manejo actual de los recursos naturales de Rusia. Especialmente interesante es el cálculo que realiza Åslund sobre la fortuna personal de Putin, una de las personas más ricas del planeta. Las principales fuentes de ingresos de la cleptocracia creada por Putin son Gazprom, la gran empresa de gas rusa, y Rosneft, la multinacional del petróleo. Åslund mide la capitalización en bolsa de estas empresas y sus flujos de dividendos y los compara con el valor que los mismos tendrían si pudiesen operar bajo condiciones similares a las multinacionales de hidrocarburos de otros países. La diferencia entre las capitalizaciones y dividendos es una imputación de la cantidad de riqueza "robada" de estas dos empresas por diferentes mecanismos. Por ejemplo, Gazprom y Rosneft conceden contratos de construcción de oleoductos y gaseoductos a constructoras controladas por el círculo íntimo de Putin a precios por kilómetro construido de más del doble de lo que se licitarían en países con orografías equivalentes, pero con mercados abiertos. De igual manera, Gazprom y Rosneft compran y venden inmuebles en Rusia perdiendo dinero constantemente: adquieren muy caro y traspasan muy barato. Pero la contraparte en estas transacciones son siempre amigos de Putin.

Foto: Manifestantes en Praga contra Alexander Lukashenko. (Reuters)

Åslund argumenta que es un secreto a voces en los círculos empresariales rusos que, de este dinero así robado, la "mordida" de Putin es el 50%, mientras que el otro 50% se distribuye, como en los barcos piratas de antaño, de manera geométrica decreciente, según la posición de cada uno en la jerarquía de la cleptocracia.

Como validación de sus cálculos, Åslund mide la diferencia entre los flujos financieros de Rusia y el resto del mundo que se pueden justificar con exportaciones/importaciones y transferencias de capital legales con el cambio en las posiciones de activos netos (me salto muchos detalles técnicos, pero estos aparecen solo en las notas a pie de página, con lo que el lector no interesado en ellos no debe temer un embrollo estadístico en el libro). Esta diferencia es, básicamente, el dinero robado por Putin y sus amigos y que esconden en pisos en Kensington y cuentas corrientes en Miami. Como ambas cifras (la diferencia de capitalización bursátil y dividendos de Gazprom y Rosneft y la de flujos financieros justificados frente a los no justificados) coinciden, sabemos que tenemos una estimación razonable de cuánto ha metido Putin la mano en la caja.

Åslund aventura la cifra de unos 135 millardos de euros (150 millardos de dólares), un número que coloca a Putin como el mayor ladrón de la historia de la humanidad. El problema, por supuesto, no son solo las riquezas que Putin ha sustraído del pueblo ruso, sino las consecuencias en estancamiento económico de Rusia, que no crece desde 2008 y la enorme desestabilización geopolítica que Putin causa desde España hasta Asia.

Una de las cosas que más me sorprende de la opinión pública en España es la condescendencia de muchos con Putin

Una de las cosas que más me sorprende de la opinión pública en España, y en buena parte de Occidente, es la condescendencia de muchos con Putin. Gente que se rasga las vestiduras cuando los líderes de otros países hacen cosas muy feas (pero que no dejan de ser pecados veniales comparados con los mortales de Putin), no abren la boca para decir nada sobre el líder ruso.

Åslund concluye su libro con una lista muy sensata de medidas que podemos tomar en Europa y Estados Unidos para limitar el poder de Putin, fundamentalmente eliminando la opacidad de muchos instrumentos financieros en el Reino Unido y Estados Unidos que son empleados por Putin (y gente de similar calaña por el mundo) para esconder sus dineros.

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El tercer libro es 'A Certain Idea of France: The Life of Charles de Gaulle', de Julian Jackson, profesor emérito en Queen Mary, Londres. Lo primero que uno tiene que preguntarse cuando ve este libro es: ¿necesitamos otra biografía sobre Charles de Gaulle? ¿No tenemos, por ejemplo, los tres volúmenes de la obra clásica de Jean Lacouture​? ¿O la ingente cantidad de biografías, más populares, que se publican regularmente en Francia?

Jackson, que ha escrito una larga serie de libros sobre la Francia del siglo XX, lo explica muy bien en la introducción bibliográfica de su obra. Lacouture sufre de una relación amor-odio hacia De Gaulle un tanto paradójica que le hace perder la objetividad al tratar con la influencia del pensamiento de Charles Maurras en el mandatario francés o su posición frente a Alemania en los años 30 del siglo XX. En comparación, Jackson disfruta tanto del acceso a muchos archivos privados hasta hace poco cerrados como de la distancia de no ser francés y, por tanto, no tener que lidiar con la herencia en su vida diaria del "General".

placeholder Anna Roosvelt con su padre Franklin Delano Rossvelt en 1945.
Anna Roosvelt con su padre Franklin Delano Rossvelt en 1945.

Porque De Gaulle marcó la vida de Francia de una manera que ni Winston Churchill en el Reino Unido, ni Franklin D. Roosevelt en Estados Unidos (los otros dos líderes occidentales durante la Segunda Guerra Mundial) hicieron. En una parte fue un factor biológico: Roosevelt muere en 1945 y Churchill en 1965, pero ya jubilado en práctica desde 1954. En cambio, De Gaulle aguantó de presidente de la Quinta República hasta 1969. Pero lo más importante es que la estructura constitucional de la Quinta República es consecuencia directa de las ideas del "General" de una manera que no tiene equivalente en otros países. Cualquier presidente francés tiene que definirse con respecto al legado gaullista de una manera que un primer ministro del Reino Unido o un presidente de Estados Unidos jamás tendrían con respecto a la memoria de Churchill o Roosevelt. Nadie sale en la tele en Estados Unidos definiéndose como "Rooseveltiano". Mucha gente sale en la tele en Francia llamándose Gaullista.

El libro lo vi, por primera vez, en Ámsterdam en el otoño de 2019, cuando fui a dar una charla al banco central de los Países Bajos

El libro de Jackson son casi 1.000 páginas, las mínimas que se necesitan para tratar una figura prometeica como la de De Gaulle, pero se leen como una novela. Yo terminé el libro en seis días. Especialmente interesante es la discusión sobre cómo De Gaulle fusiona su propia herencia monárquica y católica con la tradición republicana. Su "cierta idea de la Francia" está por encima de lo que para él es un detalle menor, como el de si Francia es una monarquía o una republica presidencialista. De igual manera es realmente interesante leer sobre cómo De Gaulle siempre pensó en la prioridad de la geografía sobre la ideología, lo que le llevó a predecir la ruptura entre Vietnam y China décadas antes que otros observadores o por qué "Je vous ai compris" fue, desde el primer segundo, una frase eminentemente ambigua (mi profesora de francés, Pied-Noir, se sulfuraba cada vez que este tema salía a colación).

El cuarto y último libro es 'The Burgundians: A Vanished Empire 'de Bart Van Loo. El libro lo vi, por primera vez, en Ámsterdam en el otoño de 2019, cuando fui a dar una charla al banco central de los Países Bajos. Caminando del hotel al banco, vi el libro en el escaparate de una librería local anunciado con gran fanfarria. Dado que no leo holandés me dio tremenda rabia no poder comprarlo (explicaré en breve el porqué) e hice una foto de la portada, en caso de que saliese una traducción en algún idioma que sí leo. Cuando, hace unas semanas, se publicó en inglés, compré el libro inmediatamente.

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A menudo no recordamos por qué estamos interesados en ciertos temas. ¿Cuándo decidí hacerme economista? No lo sé. Pero mi interés sobre la casa de Borgoña sí tiene un momento de nacimiento concreto: mayo de 1983. En aquel entonces, todavía siendo niño, veía las películas de 'La Clave', de José Luis Balbín, en la que por aquel entonces llamábamos UHF (ya la selección fílmica siempre se salía de los caminos más típicos del primer canal de TVE). En aquella primavera, Balbín programó una deliciosa comedia británica de 1949, Pasaporte para Pimlico de los famosos Estudios Ealing, para hablar sobre las autonomías en España ("plus ça change, plus c’est la même chose" en nuestra nación).

El problema es que la carta real no había sido nunca revocada, lo que convertía a Pimlico en un microestado independiente

Espero no arruinar la película para los que no la hayan visto si explico, brevemente, la premisa de esta. Durante un verano de la inmediata posguerra, unos niños jugando en Pimlico descubren una bomba alemana sin explotar. Al detonarse, aparece una bodega llena de joyas, además de una carta real de Eduardo IV de Inglaterra, cediendo el terreno a Carlos el Temerario, el último Duque de Borgoña de la dinastía Valois. Resultaba, en la película, que Carlos no había muerto en la nieve de Nancy, sino que había escapado a Inglaterra para ponerse bajo la protección de la Casa de York. El problema es que la carta real no había sido nunca revocada, lo que convertía a Pimlico en un microestado independiente.

No sé qué me hizo más gracia, el planteamiento de que un barrio de Londres se independizara (¿podría pasar lo mismo con el mío?) o la idea de una entidad estatal, las tierras de Borgoña, sobre la que no sabía nada. Así que, ni corto ni perezoso, al acabar la película abrí la enciclopedia que teníamos en casa (estos eran los tiempos anteriores a wiki) y leí la entrada sobre Carlos el Temerario. Cuál sería mi sorpresa cuando me enteré de que este Carlos era el bisabuelo de otro Carlos, nuestro primero de España (de hecho, bautizado así en su honor). Y este sí que sabía quién era, aun siendo niño, por las docenas de veces que mi padre nos había contado que había desembarcado en Tazones en 1517.

Empecé, en ese momento, un proceso de acumulación de todos los libros que podía encontrar sobre Borgoña, que, lamentablemente no eran muchos en la España de los 80, incluso para mi magro presupuesto. Pronto me di cuenta de que Carlos I, criado en Gante, siempre pensó en sí mismo más como Borgoñón que como ninguna otra cosa; un vínculo afectivo que explica, en buena medida, por qué el rey-emperador y sus descendientes siempre acarrearon una carga emocional con el conflicto en Flandes que no tuvieron con otras guerras de la monarquía hispana, algo que, en especial en el caso de Felipe II, no ayudo en absoluto a trazar una gran estrategia en Europa adecuada a nuestras prioridades y ajustada a nuestros recursos.

La batalla de Nancy, de esta manera, juega un papel clave, aunque a menudo olvidado, en la historia de España

Durante muchos años, la joya de la corona de mi colección sobre Borgoña había sido la tetralogía de Richard Vaughan sobre los cuatro duques Valois: Felipe el Atrevido, Juan Sin Miedo, Felipe el Bueno y Carlos el Temerario. La tetralogía, más lejos de su longitud (unas 1.600 páginas con tamaño de letra bien pequeño), sufre de la desventaja de sus años: fue escrita entre los 60 y 70 del siglo pasado.

Años más tarde, en 1988, el gran historiador belga Wim Blockmans y Walter Prevenier habían publicado (¡en la editorial de mi universidad en su traducción al inglés!) 'The Promised Lands: The Low Countries Under Burgundian Rule', 1369-1530. El libro es un fantástico resumen de la historia de los Países Bajos durante el control borgoñón, pero los autores tratan menos el papel de los duques de Borgoña en la Guerra de los Cien Años (y la simultanea guerra civil entre armagnacs y borgoñones) o su intento de crear un nuevo estado entre Francia y el Sacro Imperio, desde el ducado de Borgoña hasta Holanda, temática que Richard Vaughan sí trata en detalle. Fue este intento el que cambió Europa profundamente durante el siglo XV y abrió la puerta a nuevas técnicas de gobierno y estrategias de representación del poder que tan influyentes serían durante la Alta Edad Moderna, incluidas en el protocolo de la corte de los Austrias. De igual manera, fue en el Flandes borgoñón, junto con el norte de Italia, donde nació el crecimiento económico moderno, otro aspecto clave en el desarrollo económico global. La batalla de Nancy, de esta manera, juega un papel clave, aunque a menudo olvidado, en la historia de España.

placeholder Juana la Loca, a los pies de Felipe el Hermoso en su lecho de muerte. (Cuadro de Charles de Steuben en el Palais des Beaux-Arts, Lille)
Juana la Loca, a los pies de Felipe el Hermoso en su lecho de muerte. (Cuadro de Charles de Steuben en el Palais des Beaux-Arts, Lille)

Bart Van Loo ha escrito un libro de divulgación, no una obra académica, pero incorporando de manera hábil todo lo que hemos aprendido desde 1988. El libro adopta una estructura de exposición muy curiosa, como la de un microscopio empleando cada vez una lente más detallada. La primera parte del libro, de los años 406 a 1369, cubre un milenio de historia de la tribu borgoñona y la creación del ducado en la Francia medieval. La segunda parte habla del siglo borgoñón, 1369-1467, con el poder de los tres primeros duques Valois. La tercera parte es la década de gobierno de Carlos el Temerario, de 1467 a 1477, culminada con su muerte en los campos nevados de Nancy. La cuarta parte se centra en 1482, cuando María de Borgoña, hija de Carlos el Temerario y madre de Felipe el Hermoso, muere en un accidente de caballo. La quinta y última parte se centra en un solo día, el 20 de octubre de 1496, en de la boda de Felipe el Hermoso y Juana de Castilla en Lier y que, como consecuencia de los accidentes dinásticos, vincularía a la casa de Borgoña ya para siempre con España (de hecho, Felipe VI es el actual Duque de Borgoña).

Foto: Una pareja pasea por Oviedo. (EFE) Opinión
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Esta estructura invertida, de detalle creciente, es un estilo complejo para cualquier escritor, pero Van Loo es capaz de entregarnos una obra coherente, entretenida y que es ya parte clave de mi colección sobre Borgoña.

Aprovecho esta oportunidad para despedirme de mis lectores por unos meses y desearles una feliz Navidad. Explicaba en mi entrada anterior que, según pasan los años, nos gusta más el calor. Predicando en el ejemplo y, como con el covid-19 cruzar el atlántico da más pereza que nunca, me marcho unas semanas al calorcito del sur de California. He alquilado una casa en una playa pequeña para aislarme de tirios y troyanos y, así, trabajar a tiempo completo en el proyecto de mi propio libro, que nunca avanza lo suficiente. En febrero, ya de vuelta al mundanal ruido, publicaré mi siguiente entrada.

La Navidad es uno de los momentos donde más libros se venden en todo el año. Muchos los compramos para regalar a familiares o amigos o, a menudo, para darnos una alegría a nosotros mismos. El fin de año es, además, temporada para mirar atrás y recordar lo que más nos ha llamado la atención durante los últimos meses.

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