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Buxadé contra McDonald's
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Juan Ramón Rallo

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Buxadé contra McDonald's

El nacionalismo político jamás podrá compatibilizarse con la libertad individual porque su propósito es moldear a cada individuo según una identidad ancestral idealizada

Foto: El portavoz de Vox, Jorge Buxadé. (EFE/Juan Carlos Hidalgo)
El portavoz de Vox, Jorge Buxadé. (EFE/Juan Carlos Hidalgo)

Vox es una coalición de muchas familias políticas dentro del espectro de lo que podríamos llamar la derecha o, mejor, la antiizquierda: conservadores, democristianos, liberales y también nacionalistas. El portavoz nacional del partido, Jorge Buxadé, es un nacionalista conservador: más de lo primero que de lo segundo. Es precisamente esa cruzada nacionalista de Buxadé (tanto contra otros nacionalismos internos que pretenden resquebrajar su nación cuanto contra otros movimientos políticos suprenacionales que pretenden absorber y disolver su nación) la que ha llevado al eurodiputado voxista a cargar contra la presencia en suelo español de multinacionales alimenticias como McDonald's.

Así, en una reciente entrevista para 'Libertad Digital', Buxadé declaró lo siguiente: “Es una Europa que pierde peso político, moral y espiritual frente a EEUU, China o Rusia. Esto es el globalismo. Yo he estado en Roma este fin de semana y me ha dado mucha envidia Roma con respecto a Barcelona o Madrid. En un detalle muy tonto: y es que la mayor parte de los bares, pizzerías, etc. siguen siendo italianos. Hay una voluntad clara de seguir defendiendo lo suyo. Por desgracia, ahora vas por las calles de Barcelona o Madrid… y podría decir el nombre de 26 multinacionales que tienen ahí sus puestos de comida rápida. A mí me apena, lo digo en serio. ¿Eres nacionalista? Sí, soy nacionalista: no me gusta ver determinados logos de las multinacionales de la alimentación inundando nuestras ciudades cuando tenemos una alimentación y una capacidad y una calidad en España brutales”.

Foto: Jorge Buxadé, durante una rueda de prensa. (EFE)

Nótese que Buxadé no está emitiendo una opinión personal sobre si la gastronomía española le gusta más que McDonald's. La envidia que sentía por Italia no era específicamente por la gastronomía italiana: sino porque ellos, a diferencia de nosotros, defienden lo suyo (acotación marginal: la proporción de McDonald's en Italia sobre su población es prácticamente la misma que en España y en Roma, de hecho, hay más establecimientos que en Madrid). No en vano, Buxadé vincula esa crítica a su posicionamiento político e ideológico a favor del nacionalismo (español). Lo que le desagrada no es tanto que se sirva determinada comida más o menos saludable, sino que esa comida no se ajuste a los cánones de las tradiciones españolas (al igual que a Buxadé le importa bien poco si la comida que se sirve en las pizzerías italianas sea más o menos saludable: lo que le genera envidia es que sea comida autóctona). Es decir, que el problema está, como con la inmigración, en que vienen de fuera a invadirnos y colonizarnos.

Y quien habla de la gastronomía, también habla de la ubicación de sus logos y rótulos dentro del espacio público: “Scruton habla precisamente de esto: de la afectación al paisaje urbano de esos letreros brutales de las grandes empresas que te ponen la M [McDonald's] allí por donde vas. En cambio, el restaurante o el bar de toda la vida tenían un letrerito amable, normalmente coherente con el propio edificio, con una unidad estética, que enriquecía la ciudad. Eso es lo clásico frente a la barbarie”. Nuevamente, si estuviéramos debatiendo sobre urbanismo y estética de las ciudades, lo que señala Buxadé podría tener cierto sentido: hay zonas de la ciudad donde existe una coherencia estética que puede verse quebrantada por carteles chirriantes, luminosos y gigantescos. Pero, de nuevo, la cuestión de fondo no es esa, porque si lo fuera Buxadé cargaría tanto contra los rótulos de McDonald's como contra los de Grupo Vips o 100 Montaditos. El problema, otra vez, es la invasión de los espacios públicos por simbología extranjera que, por tanto, termina imbuyéndonos a los españoles una identidad barbarizada (de ahí la referencia a la barbarie de Buxadé).

Foto: Santiago Abascal. (EFE/Javier Lizón)

El comentario sobre McDonald's es indudablemente anecdótico, pero ilustra con claridad el enfoque identitario y nacionalista que prevalece entre buena parte de los cuadros dirigentes de Vox. El nacionalismo político jamás podrá compatibilizarse con la libertad individual porque su propósito es moldear a cada individuo según una identidad ancestral idealizada: aquellas decisiones personales que se desvíen de esa identidad ancestral idealizada deberán ser sancionadas, penalizadas y obstaculizadas; en cambio, aquellas decisiones personales que se ajusten a esa identidad ancestral idealizada deberán ser subsidiadas, premiadas y propulsadas. Es decir, que el nacionalismo (el de Vox y el de otros) es incompatible con el respeto irrestricto a los proyectos de vida de las personas y, por tanto, con el liberalismo.

Vox es una coalición de muchas familias políticas dentro del espectro de lo que podríamos llamar la derecha o, mejor, la antiizquierda: conservadores, democristianos, liberales y también nacionalistas. El portavoz nacional del partido, Jorge Buxadé, es un nacionalista conservador: más de lo primero que de lo segundo. Es precisamente esa cruzada nacionalista de Buxadé (tanto contra otros nacionalismos internos que pretenden resquebrajar su nación cuanto contra otros movimientos políticos suprenacionales que pretenden absorber y disolver su nación) la que ha llevado al eurodiputado voxista a cargar contra la presencia en suelo español de multinacionales alimenticias como McDonald's.

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