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SEAT y el ocaso de la industria española
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Juan Ramón Rallo

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SEAT y el ocaso de la industria española

Nuestro país está más industrializado, tanto en términos relativos como absolutos, que Francia

Foto: Trabajadores en la fábrica de montaje de SEAT en Martorell. (Reuters/Albert Gea)
Trabajadores en la fábrica de montaje de SEAT en Martorell. (Reuters/Albert Gea)
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Con la posible desaparición de la marca SEAT, han vuelto a resurgir algunos mitos melancólicos sobre la España próspera que pudo haber sido y no fue. SEAT, pese a pertenecer al grupo Volkswagen desde 1986, representa en cierto imaginario colectivo a una España industrializada que, merced a esa industrialización, era capaz de agrandar el tamaño de su clase media con salarios reales crecientes. El ocaso de esta marca, pues, significaría el ocaso de la industrialización española y de su pujante clase media a manos de una oligarquía europea que, desde Francia y Alemania, se habrían apropiado de nuestras joyas de la corona. Mas coexisten diversos mitos en este análisis.

Primero, no es solo España la que se está desindustrializado sino el conjunto del planeta. Es verdad que el valor añadido de las manufacturas solo representa el 12% del PIB español, pero ese porcentaje no es muy inferior al del conjunto del planeta, donde alcanza el 16%. Más relevante acaso es que, en los años setenta, las manufacturas representaban el 28% del PIB global. Ni siquiera China es ajena a esta tendencia: si a comienzos de este siglo, las manufacturas representaban el 40% del PIB chino, a día de hoy solo es el 28%. Por tanto, quejarse específicamente de que España se está desindustrializando implica una falta de perspectiva global e histórica.

Foto: Montaje de un Cupra Formentor en la fábrica de Martorell. (Reuters/Albert Gea)

Segundo, no es verdad que la Europa rica esté tan industrializada como se suele presuponer. Desde luego hay países muy ricos que, a la vez, están más industrializados que España: en Suiza, el 18% del PIB son manufacturas; en Austria, el 16%; en Finlandia, el 16%, y en Alemania, el 18%. Sin embargo, otros países ricos de Europa están en niveles de industrialización similares, o inferiores, a los de España (12% del PIB en manufacturas): en Dinamarca, el 11%; en Países Bajos, el 11%; en Suecia, 13%; en Bélgica, 13%, y en Reino Unido, 8%.

Tercero, y quizá más significativo, uno de los dos países que constituye “el corazón de Europa” y que tiene una política bastante intervencionista y proteccionista para con su economía, Francia, está menos industrializada que España: apenas el 9% del PIB francés está constituido por el valor añadido manufacturero. Teniendo en cuenta que la renta per cápita española en 2022 era de 45.825 dólares internacionales y la renta per cápita de Francia de 55.500 dólares internacionales, las manufacturas aportaron unos 5.000 dólares internacionales a la renta per cápita de los franceses y 5.500 dólares internacionales a la renta per cápita de los españoles. Es decir, que teniendo en cuenta las diferencias de poder adquisitivo del euro en España y en Francia, nuestro país está más industrializado, tanto en términos relativos como absolutos, que Francia. Por mucho que nuestro vecino retenga un 15% del accionariado de Renault para salvar la marca francesa, eso no ha sido garantía de preservar una mayor industrialización que la nuestra.

Foto: Imagen de la  playa de Ondarreta de San Sebastián. (EFE/Juan Herrero)

Por supuesto, y respecto a este último punto, podría argumentarse que buena parte de las industrias propiedad de Francia se hallan en el extranjero y que, por tanto, el PIB francés no recoge la totalidad de la riqueza industrial francesa. Es posible que así sea (la ratio de la Renta Nacional Bruta de Francia respecto a su PIB es mayor que en el caso de España), pero tengamos presente que este último argumento solo es relevante para quien se preocupa, al menos directamente, por el bienestar de los capitalistas franceses: de aquellos que perciben las ganancias derivadas de las inversiones industriales de Francia en el extranjero. Los trabajadores franceses (salvo que sean, a su vez, capitalistas/accionistas de esas industrias sitas en el extranjero) no se benefician de ello: su productividad no aumenta porque Francia tenga fábricas allende los mares ni, por tanto, tampoco lo hace su salario.

En definitiva, España tiene serios problemas económicos estructurales: entre ellos, una productividad y, en consecuencia, unos salarios estancados desde hace dos décadas. Pero la causa de esos problemas económicos no reside en que no estemos suficientemente industrializados o, al menos, la solución a esos problemas no pasa por industrializar forzosamente el país. Que en el pasado nos desarrolláramos aceleradamente gracias a la industrialización no significa que hayamos dejado de crecer aceleradamente por no perseverar en esa industrialización: tanto menos si esto pretendía hacerse socializando las pérdidas de unas empresas públicas hiperdeficitarias.

Con la posible desaparición de la marca SEAT, han vuelto a resurgir algunos mitos melancólicos sobre la España próspera que pudo haber sido y no fue. SEAT, pese a pertenecer al grupo Volkswagen desde 1986, representa en cierto imaginario colectivo a una España industrializada que, merced a esa industrialización, era capaz de agrandar el tamaño de su clase media con salarios reales crecientes. El ocaso de esta marca, pues, significaría el ocaso de la industrialización española y de su pujante clase media a manos de una oligarquía europea que, desde Francia y Alemania, se habrían apropiado de nuestras joyas de la corona. Mas coexisten diversos mitos en este análisis.

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