Laissez faire
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El desastre económico que ha supuesto el chavismo, en cinco datos
El chavismo ha arrasado la sociedad y la economía venezolana como ni siquiera habrían sido capaces de hacerlo muchas guerras
La oligarquía chavista dice haber ganado las recientes elecciones presidenciales en Venezuela. La victoria es inverosímil no solo porque el fraude electoral perpetrado ha sido tan burdo que resulta evidente para cualquiera que no esté ciego, sino porque no resulta creíble que, tras haber destruido económica y socialmente el país, las víctimas de ese apocalipsis continúen apoyando de manera entusiasta a sus verdugos. Y acaso algunos piensen que esta afirmación resulta demasiado exagerada: que, pese a ciertas penurias económicas, el grueso de la población podría seguir abrazando el chavismo por considerarlo preferible a la alternativa que plantea la oposición. Pero no: quienes razonan de este modo solo lo hacen porque no dimensionan adecuadamente la magnitud del colapso que ha experimentado el país durante la última década. Nos bastarán cinco datos para ilustrarlo.
Primero, el producto interior bruto (PIB) de Venezuela ha sufrido uno de los mayores hundimientos de la historia de la humanidad. En dólares internacionales, con poder adquisitivo constante de 2017, el PIB venezolano alcanzó la cifra de 592.400 millones de dólares en 2013, mientras que, en 2023, había caído hasta los 172.400 millones, esto es, una contracción del 71%. La renta per cápita de los venezolanos, por su parte, ha pasado desde los 19.900 dólares a apenas 6.500… una caída del 67,5%, lo que la ubica a niveles de comienzos de los años 60 (por consiguiente, el chavismo ha hecho retroceder al país el equivalente a seis décadas). Algunos han intentado blanquear tan mala evolución señalando que el PIB ha retomado su senda de expansión en 2022 y 2023, pero se trata de un rebote todavía minúsculo: en el peor momento de 2021, el PIB era un 74% inferior a su nivel de 2013 (en 2023, un 71% inferior).
Segundo, la destrucción de la economía real ha ido de la mano de la destrucción de la moneda en una de las mayores hiperinflaciones experimentadas en la historia. Aun dejando de lado toda la enorme depreciación del bolívar experimentada entre 1998 y 2013, esto es, centrándonos exclusivamente en la inflación sufrida a partir de 2013, los precios en 2023 eran 46,7 millones de veces superiores a los de 2013. O expresado de otra forma, durante esta década, el bolívar ha perdido el 99,999997% de su valor. Es verdad que, junto al tímido rebote del PIB desde 2021, la inflación ha comenzado a descender de manera significativa durante los últimos trimestres, pero el acumulado del chavismo (y del madurismo) es horroroso.
Tercero, la confluencia del hundimiento de la economía real y de la economía monetaria ha supuesto un brutal estallido de la pobreza en el país. Según la Encuesta de Condiciones de Vida de Venezuela, el 88,2% de la población venezolana vive en una situación de pobreza de ingresos, esto es, no cuentan con ingresos suficientes para comprar la canasta básica. Y vinculado con lo anterior, más de un tercio de la población (el 38,2%) manifiesta no poder comer aun cuando siente hambre (parece que el logro de las tres comidas al día que Errejón atribuía propagandísticamente a la revolución chavista ya ha quedado muy atrás).
Venezuela ha conseguido comenzar a controlar la inflación gracias, en gran medida, a los feroces recortes del gasto público
Cuarto, la situación de extrema pobreza que vive el país ha empujado a casi ocho millones de venezolanos a exiliarse al resto del mundo en busca de una oportunidad para sobrevivir. De acuerdo con las últimas estimaciones de ACNUR, más de 7,7 millones de venezolanos han huido de su patria buscando refugio económico o político en terceros países. Se trata del mayor desplazamiento humano en toda la historia de Iberoamérica y uno de los mayores del mundo, exceptuando los que se han producido por algunos conflictos bélicos (como la guerra de Siria).
Y quinto, los habrá que disculparán todo el desastre social y económico anterior apelando a que el chavismo cuida mucho el gasto social dirigido a los más necesitados. Pero lo cierto es que Venezuela ha conseguido comenzar a controlar la inflación gracias, en gran medida, a los feroces recortes del gasto público que ha perpetrado durante los últimos años. No en vano, el peso del gasto público sobre el PIB se ubicó en el 36,4% en 2013, mientras que en 2023 había descendido hasta el 14,3%.
Tan contundentes tijeretazos no se han llevado a cabo ni por convicción ni con racionalidad, sino por cierre absoluto de la financiación
Ahora bien, recordemos que, durante ese mismo período, el PIB se ha contraído en un 70%, lo que significa que el gasto público total, en dólares internacionales con poder adquisitivo constante de 2017, ha pasado de 215.000 millones de dólares a 24.600 millones de dólares… un recorte del 89% (y la izquierda española coloca el grito en el cielo porque Milei ha disminuido el gasto público en alrededor de un 30%). Desde luego, como liberal que soy, no me quejaré de que la monstruosa maquinaria del Estado —máxime de un Estado tan represivo y clientelizador como en venezolano— se encoja, mas tengamos presente que tan contundentes tijeretazos no se han llevado a cabo ni por convicción ni con racionalidad, sino por cierre absoluto de la financiación y de manera caótica.
En definitiva, el chavismo ha arrasado la sociedad y la economía venezolana como ni siquiera habrían sido capaces de hacerlo muchas cruentas guerras. Por ejemplo, la renta per cápita de Alemania en 1945 era un 55% inferior a la de 1938, mientras que, como decíamos, la de Venezuela es, aun hoy, un 67,5% inferior a la de 2013. Por ende, debería resultarnos inconcebible que los responsables de esta calamidad revaliden limpiamente en las urnas el apoyo mayoritario de los venezolanos. Y desde luego no lo han hecho: el fraude es tan evidente que ni siquiera sus aliados internacionales se atreven a respaldar públicamente el pucherazo. Pero en este gravísimo contexto no basta con no respaldar: ponerse de perfil es ser cómplice de la tiranización y del empobrecimiento de los venezolanos.
La oligarquía chavista dice haber ganado las recientes elecciones presidenciales en Venezuela. La victoria es inverosímil no solo porque el fraude electoral perpetrado ha sido tan burdo que resulta evidente para cualquiera que no esté ciego, sino porque no resulta creíble que, tras haber destruido económica y socialmente el país, las víctimas de ese apocalipsis continúen apoyando de manera entusiasta a sus verdugos. Y acaso algunos piensen que esta afirmación resulta demasiado exagerada: que, pese a ciertas penurias económicas, el grueso de la población podría seguir abrazando el chavismo por considerarlo preferible a la alternativa que plantea la oposición. Pero no: quienes razonan de este modo solo lo hacen porque no dimensionan adecuadamente la magnitud del colapso que ha experimentado el país durante la última década. Nos bastarán cinco datos para ilustrarlo.
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