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La ridícula justificación de la nueva guerra comercial de Trump
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Juan Ramón Rallo

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La ridícula justificación de la nueva guerra comercial de Trump

La guerra comercial de Trump constituye uno de los aspectos más nefastos y liberticidas de su agenda económica

Foto: La ridícula justificación de la nueva guerra comercial de Trump. (EC Diseño)
La ridícula justificación de la nueva guerra comercial de Trump. (EC Diseño)
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Desde un punto de vista libertario, hay muchas políticas del nuevo gobierno de Trump que resultan esperanzadoras: su promesa de profunda desregulación, sus pasos decididos en la desburocratización de la administración federal o su compromiso de bajar impuestos (siempre que se haga recortando suficientemente el gasto) son movimientos ilusionantes hacia una mayor desestatalización de la sociedad y, por tanto, hacia una ampliación de nuestras esferas de libertad.

Sin embargo, y al mismo tiempo, su guerra comercial constituye uno de los aspectos más nefastos y liberticidas de su agenda económica. Los aranceles nos vuelven más pobres a todos salvo, acaso, al gobierno que se lucra con ellos y a aquellas industrias nacionales ineficientes a las que protegen frente a la competencia exterior: los consumidores nacionales se empobrecen, los productos extranjeros se empobrecen y los productores nacionales que emplean inputs extranjeros también se empobrecen.

La motivación detrás de la guerra comercial de Trump, además, tampoco está muy clara. En ocasiones, el republicano afirma a que se trata de una táctica negociadora para alcanzar conquistas no comerciales; en otras, que se trata de una herramienta necesaria para poner fin a los déficits comerciales crónicos de los EEUU (algo que está muy relacionado con el estatus del dólar como moneda internacional de reserva… que Trump no desea abandonar); en otras nos habla del propósito de reindustrializar el país (cuando, por ejemplo, sus aranceles sobre el acero y el aluminio conducen a una desindustrialización neta del país); y en otras, como la más reciente formulada en contra la UE, apela a la necesaria reciprocidad en las barreras comerciales entre países.

Sobre este último argumento, reconozcamos, de entrada, que se trata de una justificación que podría llegar a tener cierta lógica: el mismo Adam Smith defendía la reciprocidad en materia de aranceles (aunque también existen buenos argumentos para oponerse a ella y abogar por una liberalización unilateral del comercio). Además, los aranceles medios de la UE contra EEUU están por encima de los aranceles medios de EEUU contra la UE en muchas áreas. Por consiguiente, si Trump se hubiese limitado a equiparar, respecto a la UE, los aranceles de la UE contra EEUU, aún habría cierta lógica tras su planteamiento.

Trump ha tenido que sacarse de la manga un argumento ridículo para justificar unas fuertes subidas arancelarias contra la UE

Sucede que si Trump se hubiese limitado a hacer esto último, el aumento del arancel exterior medio frente a la UE apenas habría sido de medio punto porcentual. Una nimiedad: la montaña apenas habría parido un ratón. Por eso, el republicano ha tenido que sacarse de la manga un argumento completamente ridículo para justificar unas fuertes subidas arancelarias contra la UE: a saber, que tomará el IVA, que se aplica en toda la UE, pero no a nivel federal en los EEUU, como si fuera un arancel contra las exportaciones de EEUU a territorio europeo. En sus propias palabras:

"En cuanto al comercio, he decidido, por razones de equidad, que cobraré un arancel RECÍPROCO, lo que significa que, a cualquier país que cobre a los Estados Unidos de América, nosotros le cobraremos la misma cantidad: ni más ni menos. Para los fines de esta política de los Estados Unidos, consideraremos que los países que utilizan el sistema de IVA, el cual es mucho más punitivo que un arancel, están aplicando un sistema equivalente a un arancel. No se aceptará el envío de mercancías, productos o cualquier cosa bajo otro nombre a través de otro país con el propósito de perjudicar injustamente a los Estados Unidos".

Una cosa es que la presión fiscal empobrezca a la sociedad y otra que su capacidad de compra sea discriminatoria contra la producción extranjera

No debería resultar muy complicado dilucidar por qué el IVA no es un arancel y no tiene ningún sentido tratar de equipararlos: aunque se trata de un impuesto que encarece las importaciones, también grava en la misma medida el consumo de producción interna. Por consiguiente, no proporciona protección alguna a la producción nacional frente a la extranjera: un automóvil fabricado en Europa se grava con el mismo IVA que un automóvil fabricado en EEUU. Y, a su vez, aunque las exportaciones de la UE a EEUU están exentas de pagar el IVA (porque se paga el IVA del país destino y en EEUU no existe IVA federal), la producción nacional de EEUU tampoco paga IVA en EEUU, de modo que su tratamiento fiscal es simétrico. Solo en el caso de que los tipos del IVA se fijaran selectivamente para castigar de manera sobreproporcional los bienes mayoritariamente importados y no producidos dentro de la UE, podría plantearse cierta similitud con un arancel, pero es que ese no es en absoluto el caso.

A su vez, tampoco es de recibo afirmar que el IVA sí actúa como un arancel porque deprime la capacidad de exportación de EEUU a la UE al elevar los precios de venta internos de sus mercancías. Con ese planteamiento, también cabría considerar al IRPF (o cualquier otro impuesto) como un arancel encubierto porque, al reducir los ingresos disponibles de la población europea, merma su capacidad para demandar mercancías importadas desde EEUU. Una cosa es que una alta presión fiscal empobrezca a una sociedad y, por tanto, limite su capacidad de compra; otra que esa limitación de su capacidad de compra sea discriminatoria contra a la producción extranjera frente a la nacional… cosa que no ocurre en la UE.

En suma, la última cabriola de Trump para justificar su guerra comercial es tan disparatada como las anteriores. Ojalá estemos ante un farol negociador con el objetivo de que la UE ceda ante determinadas exigencias de Trump que incluso podrían ser razonables (como, por ejemplo, no castigar con aranceles y barreras no arancelarias las importaciones desde los EEUU: porque no deja de ser incongruente que la UE se rasgue las vestiduras contra los aranceles de Trump cuando ella misma mantiene aranceles y barreras no comerciales con una finalidad proteccionista). Cualquier otro escenario sería nefasto tanto para la UE como para EEUU.

Desde un punto de vista libertario, hay muchas políticas del nuevo gobierno de Trump que resultan esperanzadoras: su promesa de profunda desregulación, sus pasos decididos en la desburocratización de la administración federal o su compromiso de bajar impuestos (siempre que se haga recortando suficientemente el gasto) son movimientos ilusionantes hacia una mayor desestatalización de la sociedad y, por tanto, hacia una ampliación de nuestras esferas de libertad.

Donald Trump
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