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Laissez faire
Por
¿Por qué los ricos pagan menos impuestos en España?
No queda claro qué proponen. ¿Acabar con las pensiones públicas contributivas? ¿Bajar el IVA? ¿Gravar en mayor medida las rentas del capital que las del trabajo?
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Esta semana, Fedea ha publicado su noveno informe sobre el reparto de los impuestos y de las prestaciones entre los hogares españoles. El documento contiene una notable cantidad y calidad de información sobre la estructura de nuestro sistema tributario y sus efectos redistributivos. Pero probablemente el dato que ha logrado una mayor repercusión mediática haya sido ese que señala que el tipo fiscal medio efectivo que soportan los hogares con mayor renta de España es inferior al del resto de la sociedad… incluyendo a las familias más pobres.
En particular, Fedea estima que el tipo medio efectivo de los hogares en el top 1% de renta bruta alcanza el 24,1%, mientras que el del 20% más pobre se ubica en el 27,5% y el de, por ejemplo, el noveno decil asciende al 38,9%. ¿Cómo es posible que los muy ricos paguen menos impuestos que los muy pobres (y también que las clases medias-altas)? ¿No es acaso esta la prueba de que nuestro sistema fiscal es injusto de raíz y que está diseñado para mayor lucro de los más poderosos?
En realidad, resulta relativamente sencillo explicar las causas detrás de este aparentemente sorprendente resultado. Pero antes de bucear en ellas, permítanme efectuar una consideración desde un punto de vista no liberal-libertario —que sería, desde luego, el mío— sino socialdemócrata —que no es el mío, pero sí la de muchos de los que, de un modo un tanto incoherente, critican los resultados anteriores—.
El objetivo de un sistema fiscal ha de ser maximizar la mejora de los ciudadanos más desfavorecidos de una sociedad y, para ello, puede resultar necesario maximizar la recaudación tributaria no solo en el corto plazo, sino también en el largo plazo, para así redirigirla hacia los grupos sociales más vulnerables. Eso significa que un sistema tributario que estrangule el crecimiento económico y estreche las bases imponibles dentro de la economía atentaría contra la propia capacidad redistributiva del Estado en ese medio-largo plazo.
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Por ello, si la recaudación tributaria a largo plazo se maximizara con la vigente estructura de tipos impositivos (ya sea porque tipos impositivos mayores lastraran sobremanera el crecimiento o porque provocarán la salida de las rentas altas del país), quejarse de que los ricos paguen proporcionalmente menos impuestos que los pobres no tendría ningún sentido desde una perspectiva socialdemócrata: porque justamente lo que permitiría maximizar la redistribución de la renta hacia los más pobres sería la vigente estructura impositiva. Los socialdemócratas medianamente rigurosos, en lugar de escandalizarse moralmente por el resultado anterior, deberían demostrarnos que un tipo impositivo medio mucho más alto sobre el top 1% contribuiría a incrementar de manera apreciable la recaudación y, por ende, la capacidad redistributiva del Estado. En caso contrario, su propuesta sería atacable desde la objeción de la nivelación hacia abajo.
Sea como fuere, hay tres razones, bastante fáciles de entender, por las cuales el top 1% abona un tipo impositivo medio más bajo que el resto: cotizaciones sociales, IVA y rentas del capital.
Empecemos con las cotizaciones sociales. Dado que nos hallamos en un sistema de pensiones contributivo (tanto cotizas, tanto cobras), al existir una pensión máxima (47.750 euros en 2025) también habrá de haber una base de cotización máxima (58.914 euros en 2025). Que haya una base de cotización máxima implica, por necesidad, que el tipo medio efectivo por cotizaciones sociales decrecerá conforme aumente la renta salarial por encima de la base máxima de cotización (la cotización máxima, el numerador, se vuelve constante, mientras que la renta salarial, el denominador, va en aumento). Si elimináramos el efecto de las cotizaciones sociales (que, mágicamente y a raíz de estos datos, la izquierda ha pasado a tratar como un impuesto que abonan los trabajadores), el tipo impositivo medio del top 1% sería más elevado que el de todos los hogares salvo la media de los centiles 91-99.
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Segundo, el IVA. Siendo el IVA un impuesto que grava el consumo, resulta lógico que, si las rentas altas destinan un porcentaje muy pequeño de sus ingresos a consumir, entonces el tipo impositivo medio de este impuesto sobre su renta bruta sea más bajo que el de las rentas bajas (que destinan un porcentaje mucho más elevado de sus ingresos a consumir). De hecho, el tipo impositivo medio del IVA, calculado sobre el gasto en consumo, es el mismo en todos los tramos de renta: el 11%. La diferencia, como digo, es que sobre qué porcentaje de la renta bruta total se termina aplicando ese 11%.
Y por último, las rentas del capital. El top 1% obtiene el 63% de su renta bruta de las rentas del capital (incluyendo en ellas la imputación de los beneficios no distribuidos por aquellas empresas de las que son accionistas). Sobre el papel, las rentas del capital están menos gravadas que las rentas del trabajo, pero eso no es desde luego correcto con respecto a las rentas del capital procedentes de la actividad empresarial. Y es que los beneficios empresariales están gravados a un tipo nominal del 25% y la disposición de esos beneficios por parte del accionista (ya sea liquidando su participación en la empresa o cobrando dividendos) está gravada en el IRPF con una escala de tipos cuyo marginal máximo es del 30% (a partir de 300.000 euros).
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Imaginemos que una empresa gana 100 millones de euros: después de impuestos le quedan 75 millones. Si esos 75 millones de euros se distribuyen al top 1% en forma de dividendos, les quedarán unos 52,5 millones de euros disponibles (de los 100 iniciales): esto es, el tipo medio efectivo sobre sus rentas del capital que habrán soportado esos accionistas sería del 47,5%... el mismo tipo medio efectivo (o muy cercano a él) que soportaría un asalariado que obtuviera rentas del trabajo de varios millones de euros (la razón es que el tipo marginal a partir de 300.000 euros es en ambos casos del 47,5%).
Por consiguiente, no es verdad que las rentas del capital de origen empresarial estén fiscalmente mejor tratadas que las rentas del trabajo (otras rentas del capital, como los intereses de la deuda pública, sí puede que lo estén). Ahora bien, como el informe de Fedea imputa a los hogares (sobre todo, al top 1%) los beneficios no distribuidos de las empresas y estos beneficios, de momento, solo han sido gravados al 25% (porque no han sido distribuidos), entonces esa parte de las rentas del capital resulta muy bien tratada en las estadísticas (como si solo pagara el 25% para siempre, cuando solo paga el 25%… mientras no sea disfrutada por el accionista final).
No queda, pues, muy claro cuál es la propuesta tributaria específica para supuestamente volver más progresivo nuestro sistema fiscal. ¿Acabar con el carácter contributivo de las pensiones públicas? ¿Bajar (o eliminar) el IVA? ¿Gravar las rentas del capital con origen empresarial de un modo mucho más desfavorable que las rentas del trabajo? Uno esperaría alguna propuesta concreta, y bien fundamentada, en lugar de apelaciones genéricas a la indignación sobre la falta de progresiva capacidad fiscal de nuestro Estado. Máxime cuando ya padecemos el Estado más grande y confiscatorio de toda nuestra historia.
Esta semana, Fedea ha publicado su noveno informe sobre el reparto de los impuestos y de las prestaciones entre los hogares españoles. El documento contiene una notable cantidad y calidad de información sobre la estructura de nuestro sistema tributario y sus efectos redistributivos. Pero probablemente el dato que ha logrado una mayor repercusión mediática haya sido ese que señala que el tipo fiscal medio efectivo que soportan los hogares con mayor renta de España es inferior al del resto de la sociedad… incluyendo a las familias más pobres.