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José Antonio Llorente

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La incertidumbre como oportunidad

La incertidumbre nos obliga a reflexionar más, a pensar mejor, a ser más imaginativos, a apostar por la creatividad, por la tecnología, a no dejarnos llevar por la inercia de lo que hemos conocido

Foto: Foto: Pixabay/Gerd Altmann.
Foto: Pixabay/Gerd Altmann.

Los cisnes negros describen en ciencias sociales aquellos acontecimientos de importancia excepcional que nadie había acertado a prever. Cuando aparecen, son capaces de alterar súbita y sustancialmente el entorno y la realidad sociales. Tienen, precisamente por eso, un impacto evidente en nuestras vidas. Por su propia naturaleza cabría esperar que entre dos de esos cisnes negros transcurran años, incluso décadas. Sin embargo, en apenas unos años hemos avistado dos: la pandemia y la guerra de Ucrania. Ambas crisis han alterado muchas de nuestras expectativas, varias de nuestras creencias y buena parte de nuestro desempeño profesional y bienestar personal.

El efecto de cualquier cisne negro se propaga con rapidez a todos los órdenes. Los dos actuales han dinamizado procesos ya en marcha como la digitalización y la transición ecológica, pero el resultado final nos ha sumido a todos en una nueva era de incertidumbre y cambio. De un día para otro se nos han alterado tanto las expectativas macroeconómicas como los grandes consensos y principios de actuación de la política nacional e internacional. Nada puede darse ya por seguro, tampoco en el orden más personal y cotidiano. Estamos ante una profunda transformación de cómo percibimos las enfermedades o la salud mental, los lugares de trabajo o la actividad bancaria, la relación de los ciudadanos con el Estado o el uso de la tecnología. Están cambiando también las formas en que consumimos, las fuentes de nuestra energía o las nociones clásicas de reputación y responsabilidad social, entre muchos otros aspectos de la vida en común.

Foto: “La clave para salir de esta situación es decir única y exclusivamente la verdad”

Ante semejante aluvión de incertidumbres nada sería peor que quedarnos paralizados. A todos, y especialmente a los responsables empresariales y a los líderes de la organización o de la política, nos compete aprender a gestionar los cisnes negros. Conviene reparar en las oportunidades que nos brindan para hacernos más eficaces y resilientes. Es ya un tópico que cualquier crisis puede ser también una oportunidad. Y es probable que esta vez sea más decisivo que nunca asumir esa tesis. Si conseguimos coordinarnos y dar una respuesta común a los desafíos, habremos conseguido sentar las bases de un nuevo contrato empresarial y social; incluso de un nuevo modelo de vida quizá más funcional, sostenible y conciliador.

Buena parte de las presentes incertidumbres obedecen a la alta velocidad a la que se vienen sucediendo las novedades. En el mundo hacia el que vamos, la única certeza es que los cambios van a ser tan rápidos e inesperados como inevitables y constantes. Por eso las intuiciones o las estrategias demasiado especializadas han dejado de tener sentido. Hay que conjugar y poner en común factores multidisciplinares. Unas veces serán condicionantes comunicativos. Otras estarán vinculados a los asuntos públicos, a los límites de la sanidad, a las potencialidades de la digitalización y de la inteligencia artificial, o a la trascendencia de atraer y retener al mejor talento corporativo, hoy por hoy quizás el más apremiante desafío para casi todas las empresas.

Foto: Fuente: iStock

En suma, las cosas se han acelerado tanto que las certezas del pasado se han difuminado para siempre. El antiguo orden mundial podía ser tan sólido e inmutable como quisiéramos, pero ahora apenas supone un anacronismo. El ayer nunca volverá después de este tiempo líquido. Hasta el papel de los países europeos, y el de la propia España, se ha vuelto radicalmente expuestos e imprevisibles. Conviene ampliar el foco. Los países de América Latina, en los que LLYC lleva trabajando más de 25 años, han debido convivir con la incertidumbre como compañero de viaje permanente. Y con ello han aprendido a incorporarla a sus análisis y estrategias con cierta creatividad, mucho pragmatismo y flexibilidad. Hoy en día, las soluciones y las experiencias útiles están en todas partes. Por eso, abrirse al mundo y ser receptivos será el primer mandato de los nuevos tiempos.

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*José Antonio Llorente (@jallorente), fundador y presidente de LLYC.

Se trata de abrazar la incertidumbre como el signo del mañana. De no sentirse incapacitado ni superado por la incerteza. De aprender a manejarse, a proyectar y a liderar teniéndola en cuenta. La incertidumbre nos obliga a reflexionar más, a pensar mejor, a ser más imaginativos, a apostar por la creatividad, por la tecnología, a no dejarnos llevar por la inercia de lo que hemos conocido. Ya no vale con añorar la seguridad del mundo de nuestros mayores, ni con encontrar parches cortoplacistas. Más que nunca, necesitamos valor, imaginación y osadía. A todos nos toca gestionar la incertidumbre provocada por estos dos grandes cisnes negros y adelantarnos a la posibilidad de que aparezcan más.

Los cisnes negros describen en ciencias sociales aquellos acontecimientos de importancia excepcional que nadie había acertado a prever. Cuando aparecen, son capaces de alterar súbita y sustancialmente el entorno y la realidad sociales. Tienen, precisamente por eso, un impacto evidente en nuestras vidas. Por su propia naturaleza cabría esperar que entre dos de esos cisnes negros transcurran años, incluso décadas. Sin embargo, en apenas unos años hemos avistado dos: la pandemia y la guerra de Ucrania. Ambas crisis han alterado muchas de nuestras expectativas, varias de nuestras creencias y buena parte de nuestro desempeño profesional y bienestar personal.

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