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El fin de la sedición ahonda en la fractura del nacionalismo
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Antonio Casado

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El fin de la sedición ahonda en la fractura del nacionalismo

Con hambre atrasada de activismo callejero, el independentismo 'de base' (partidos, fuera) tronó ayer en Barcelona

Foto: Miembros de los CDR queman banderas y ejemplares de la Constitución española durante la manifestación de la ANC en contra de la derogación del delito de sedición. (EFE/Marta Pérez)
Miembros de los CDR queman banderas y ejemplares de la Constitución española durante la manifestación de la ANC en contra de la derogación del delito de sedición. (EFE/Marta Pérez)
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El que quiera consolarse por la fractura de las fuerzas políticas de ámbito estatal en el 44 aniversario de la Constitución, que mire al nacionalismo catalán, muy balcanizado desde que Sánchez abrió las puertas de la cárcel a los condenados del procés. Una de sus heroínas, Clara Ponsatí, genio sin diagnosticar, opina que la causa necesita cárcel y represión para seguir viva, aunque ella sigue haciendo turismo como fugada de la Justicia.

Con hambre atrasada de activismo callejero, el independentismo de base (partidos, fuera) tronó ayer en el centro de Barcelona. “Ningún pacto con España” y “Govern dimisión”. Dos gritos de consumo rápido que ilustran una fractura agravada por pactos de doble filo entre el Gobierno de la nación y el partido gobernante en la Generalitat.

Los críticos con el Govern creen que el borrado de la sedición desactiva la capacidad movilizadora del independentismo

No faltaron quemas rituales de banderas nacionales y ejemplares de la Constitución. Nada nuevo. Una mera descarga de ira antiespañola, aunque la marcha estaba apadrinada por la ANC (Asamblea Nacional de Cataluña) contra las trampas que, según los convocantes, esconde la reforma del Código Penal urdida por Sánchez (PSOE) y Aragonès (ERC).

La presidenta de la entidad convocante, Dolors Feliu, denuncia que el teórico borrado de la sedición encubre un endurecimiento de las penas por “desórdenes públicos agravados” que, en el fondo, penaliza igualmente las conductas que llevaron a la cárcel a los promotores de la revuelta independentista de 2017.

Foto: Miembros de la ANC participan en la manifestación de la Asamblea Nacional Catalana en contra de la derogación del delito de sedición en Barcelona. (EFE/Marta Pérez)

No es Feliu la única convencida de que la reforma no pretende despenalizar los hechos del 1 de octubre, sino penalizarlos por otra vía. Los movimientos de base, los dirigentes de Junts y el sector crítico de ERC (Col-lectiu Primer d’Octubre), presentes en la manifestación (menos de 5.000 personas, según la Guardia Urbana) también piensan que se está asestando un golpe a la capacidad movilizadora del independentismo y por eso piden al Govern que deshaga el pacto alcanzado con el Gobierno central en la llamada mesa de diálogo.

Dos inesquivables vectores del análisis. Por un lado, la curiosa coincidencia con quienes, por distintas razones, hemos negado desde el lado constitucional de la barricada el supuesto desarme del Estado ante conductas como las perpetradas hace cinco años. Por otro, vemos que la fractura del independentismo político está reactivando la capacidad movilizadora del independentismo social, que ahora se manifiesta con expreso rechazo a siglas y dirigentes debidos a “intereses de partido”.

Con la marca Acord, nace un grupo de base que se centra en el "empoderamiento del pueblo" para llegar a la independencia "real e irreversible"

La balcanización del independentismo ha crecido con la polémica sobre los efectos de la reforma del Código Penal, que sigue en el telar parlamentario. Y en ese caldo de cultivo nace Acord per la Independencia. Un extraño movimiento de incierto futuro y vago aroma yolandista. Viva la gente, sin egos, sin siglas. Como lo oyen: política sin partidos.

Es la suma de cinco colectivos desconocidos que anuncian su intención de competir en las urnas, pero excluyen a los partidos convencionales, ERC y Junts, enzarzados en la consabida carrera de sacos por la hegemonía nacionalista. Que apoyen desde fuera, pero sin estorbar, y sin presentarse a las elecciones. Ese es el discurso de los promotores de la marca Acord.

El sermón del grupo, que se constituirá en Congreso Nacional Independentista (CNI, ¡uy!), se centra en el “empoderamiento del pueblo” para hacer efectiva la independencia de manera “real e irreversible”. Su manifiesto, difundido horas antes de la marcha de ayer en Barcelona, confiesa que su espíritu fundacional nace de la incapacidad de la clase política para cumplir el mandado segregacionista del 1 de octubre.

(Continuará)

El que quiera consolarse por la fractura de las fuerzas políticas de ámbito estatal en el 44 aniversario de la Constitución, que mire al nacionalismo catalán, muy balcanizado desde que Sánchez abrió las puertas de la cárcel a los condenados del procés. Una de sus heroínas, Clara Ponsatí, genio sin diagnosticar, opina que la causa necesita cárcel y represión para seguir viva, aunque ella sigue haciendo turismo como fugada de la Justicia.

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