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De especies protegidas y minorías opresoras
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Antonio Casado

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De especies protegidas y minorías opresoras

Es falso que el Estado se refuerza con la "desjudicialización" del "conflicto catalán" que se cocina como una amnistía encubierta

Foto: El líder socialista y presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez. (EFE/Zipi)
El líder socialista y presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez. (EFE/Zipi)
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La "desjudicialización" de los hechos de 2017, cuando se convocó ilegalmente a los catalanes para decidir si querían dejar de ser españoles, rebusca en la jurisprudencia y se encomienda a la magia de las palabras. Las que Sánchez airea y las que esconde. Que no parezca una amnistía.

El presidente en funciones sigue sin mencionar la palabra. La esquivó en su primera aparición pública tras el encargo del Rey para someterse a la investidura. La prometida transparencia viene con demora, aunque se clavetea el propósito de seguir avanzando generosamente en la pacificación de Cataluña. Ahí echan el resto sus balcanizados socios de Sumar, mientras agitan el espantajo de una vuelta a las urnas, como en noviembre de 2019.

Cuidémonos de los mundos mejores creados por las palabras”, dice un personaje de Carpentier en El siglo de las Luces (1962). Nos pone en guardia frente a los pregones de Pedro Sánchez anunciando un Gobierno “progresista” con el apoyo de Junts (valga la contradicción). Y a los de Puigdemont, que se declara reacio a “malvender la fuerza de un pueblo”.

Se refiere el prófugo de Waterloo a sus siete monedas de oro, equivalentes al 2% de los componentes de la Cámara donde el líder del PSOE será investido, o no, para continuar, o no, en el Palacio de la Moncloa, comprando esas siete monedas a su precio de oro. Así la desautorización del Tribunal Supremo sería consecuencia del escandaloso trato de favor a una “minoría opresora”, lo diga Ayuso o su porquero.

"Cuidémonos de los mundos mejores creados por las palabras", dice un personaje de Carpentier en 'El siglo de las Luces' (1962)

Yo prefiero hablar de “especie protegida” cuando me refiero a los nacionalismos periféricos, por ser objeto de una protección legal que reprime a quienes osan denunciar el trato privilegiado que se le dispensa desde el poder central respecto a otros territorios. Hasta el punto del trato penal de un mismo delito (malversación, o desobediencia, por ejemplo) no es igual en todas las zonas del país. Depende de la motivación. Como si delinquir por amor o por aversión a los madrugones fuera de peor condición que hacerlo por razones políticas.

Hablar de “conflicto político” es redundante. La política es puro conflicto, no solo en Cataluña y Euskadi. Y eso se ventila a la luz que la razón democrática proyecta sobre los marcos legales. Los mismos para todos. En régimen de igualdad de personas y territorios. Claro que pueden ser cuestionados, pero sin atajos, sin trampas, sino con democrático sometimiento a unas reglas de juego comunes y mayoritariamente respaldadas.

Foto: Javier Lambán saluda a Pedro Rollán tras tomar posesión del cargo como senador. (EFE/J. J. Guillén)

Es lo que tienen las especies protegidas. Su caza queda prohibida por estar en peligro de extinción. Y si hay un fenómeno declinante en España es el independentismo catalán, aunque no renuncia a su estilo conminatorio en un tablero minado por la demagogia, el narcisismo y la banalización. Con una izquierda desenganchada de su vieja pasión por la igualdad y la libertad, valores ahora vendidos a la conquista del poder.

Si se trata de especies protegidas, su caza queda prohibida por estar en peligro de extinción. Y el independentismo es declinante

Es falso de toda falsedad que, como dicen algunos finos analistas, el Estado vaya a reforzarse con la “desjudicialización” del llamado conflicto catalán que parece estarse cocinado como una amnistía encubierta. ¿Cómo va a mejorar del funcionamiento del Estado con una medida que deja en ridículo al Poder Judicial solo para colmar la ambición del candidato a ser investido como presidente del Poder Ejecutivo?

Se nos quiere abducir mediante la “banalización del bien”, según la paradoja alusiva al pensamiento de Hannah Arendt en una viñeta de El Roto. Pero no estamos ante la generosidad propia del fuerte, sino ante la urgencia del necesitado. No es la deportiva elegancia del ganador lo que inspira la complaciente política del candidato Sánchez con el minifundismo parlamentario de los nacionalismos periféricos, cuya gracia consiste en ser ocasionalmente decisivos en la gobernabilidad, justo cuando su causa identitaria está más desarropada que nunca en la calle y en las urnas.

La "desjudicialización" de los hechos de 2017, cuando se convocó ilegalmente a los catalanes para decidir si querían dejar de ser españoles, rebusca en la jurisprudencia y se encomienda a la magia de las palabras. Las que Sánchez airea y las que esconde. Que no parezca una amnistía.

Pedro Sánchez Noticias de Cataluña
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