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Cuenta atrás en el PSOE de Sánchez
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Antonio Casado

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Cuenta atrás en el PSOE de Sánchez

El reloj corre en contra del PSOE, arrastrado por los intereses particulares de Sánchez. Y creo que tras las elecciones europeas, estaremos hablando de los 11 meses que se llevaron por delante a Sánchez

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (Europa Press/Alejandro Martínez Vélez)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (Europa Press/Alejandro Martínez Vélez)
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Oigo decir en distancia corta a un jerarca del Parlamento Europeo que en Bruselas ya ven a Sánchez en tiempo de descuento. En España, las consignas enlatadas de la Moncloa no logran frenar la misma marea. No solo por el hundimiento socialista en las urnas gallegas. También por la justificación del fracaso.

Según la portavoz del PSOE, “la izquierda crece y la derecha retrocede”. Según la del Gobierno, “el presidente sigue siendo Pedro Sánchez y el jefe de la oposición, Núñez Feijóo”. Y según el presidente, “nos faltan líderes regionales”.

Juro que son esas las excusas oficiales tal cual salieron de la boca de Esther Peña y la ministra Pilar Alegría. Y la del mismísimo Sánchez, que volvió a tener un repentino cambio de opinión. Lo que antes planteaba como un duelo con el líder del PP pasó a ser un asunto regional. Repito: juro que esas tres perlas verbales han sido el analgésico utilizado para justificar el ridículo de los socialistas en Galicia.

El reloj corre en contra del PSOE, arrastrado por los intereses particulares de Sánchez. Y creo que antes de terminar el verano, tras las elecciones europeas del 9 de junio, estaremos hablando de los 11 meses que se llevaron por delante a Sánchez. La señal es su plano declinante en las urnas a partir de las urnas territoriales de mayo de 2023, su paso de primera a segunda fuerza tras el PP en las generales de julio del mismo año (derrota compensada por el canje de amnistía por investidura) y el humillante batacazo del domingo en Galicia.

Foto: El secretario general del PSOE y presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (Europa Press/Álvaro Ballesteros) Opinión

Ese es el lenguaje de las urnas. Pura cuestión de números. Pero los males del PSOE amordazado por Sánchez son cualitativos. El mal de fondo es la pérdida de credibilidad, no reparada mediante apresurados argumentos de fácil combustión. Por ejemplo, los usados como coartada de su tóxico emparejamiento con fuerzas políticas de confesada aversión al vigente orden constitucional (“interés general”, “política del reencuentro”, “reconciliación con Cataluña”, “desjudicializar un conflicto que nunca debió haber salido de la política”, "incorporación del separatismo a la gobernabilidad del Estado", etc.).

En esa contaminada atmósfera argumental que no cala en el mayoritario sentir de los españoles, las elecciones gallegas reactivan la cuenta atrás del PSOE de Sánchez porque operan como dosis de recuerdo sobre otras averías ya detectadas en la maquinaria de la Moncloa y Ferraz. A saber: la incapacidad de hacer autocrítica, la balcanización del pedestal de poder sobre el que se asienta Pedro Sánchez (tres fracturas: en el PSOE, en las izquierdas de Sumar y en los nacionalismos que siguen librando sus respectivas guerras civiles en Cataluña y el País Vasco), la desnaturalización ideológica y moral

Las elecciones gallegas reactivan la cuenta atrás porque operan como dosis de recuerdo sobre otras averías detectadas en la Moncloa y Ferraz

Entretanto, un PP crecido, con mayoría absoluta en el Senado y un formidable poder territorial. En este punto, me dice una prestigiosa figura socialista: “El PSOE es un partido de territorios. No de cuadros ni de masas. Territorio puro y duro. Por eso, en la pérdida de poder territorial está el peligro de muerte para el PSOE”.

Todo esto saldrá de nuevo a relucir en las elecciones vascas de abril (el domingo 21, parece), donde los socialistas volverán a ser la muleta del nacionalismo, aún no se sabe si del PNV o de Bildu. Pero el golpe de gracia, si el principio de realidad no sorprende con acontecimientos inesperados, lo recibirá Sánchez en las elecciones europeas de junio, una inapelable y masiva encuesta (37 millones y medio de votantes) sobre las posibilidades de que la legislatura dure más del año que por entonces se cumplirá desde que Sánchez formó Gobierno, sobre las tres fuerzas políticas que acaban de hacer el ridículo en el recuento electoral del domingo pasado en Galicia (PSOE, Sumar y Podemos).

Oigo decir en distancia corta a un jerarca del Parlamento Europeo que en Bruselas ya ven a Sánchez en tiempo de descuento. En España, las consignas enlatadas de la Moncloa no logran frenar la misma marea. No solo por el hundimiento socialista en las urnas gallegas. También por la justificación del fracaso.

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