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Al Grano
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Los escobazos de la cumbre ultra de Madrid
¿Hacia una globalización del "trumpismo"? El peligro está en empezar a creer que los herejes de antes son la iglesia de ahora, como predican sus teólogos
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Leer las reseñas sobre la cumbre ultraderechista del fin de semana en Madrid es como meterse en el tren de la bruja. Escobazos en la oscuridad ilustrada: xenofobia, racismo, supremacismo blanco, odio al diferente, aversión al libre comercio y la justicia universal, para acabar luego magullado del todo con la declamación del anfitrión, Santiago Abascal, que ve "el futuro de Europa y el mundo" en manos de sus amigos de Patriots (tercer grupo más numeroso del Parlamento Europeo).
La ola viene crecida. Entre otras cosas, gracias a Elon Musk, impulsor de mensajes a escala mundial que hasta ahora eran objeto de una "censura implacable", según el líder de Vox. Le faltaron palabras de elogio al latifundista digital que reina en el antedespacho de Donald Trump. De momento.
No conviene apresurarse en los diagnósticos respecto a una globalización del "trumpismo". La voz de Marine Le Pen, que puede ser presidenta de Francia en 2027, sonó moderada entre los escobazos a la cultura de las tres colinas (Acrópolis, Capitolio y Gólgota). "No se trata de alinearse, sino de ser colaborativos en defensa de los intereses de cada uno", dijo. Pero Orban hablaba de Hungría como "laboratorio europeo de las recetas de Trump", mientras Abascal y Wilders (Países Bajos) se definían "compañeros de armas" de Trump.
Todo esto responde a una alerta por riesgo de contagio. El peligro está en empezar a creer que los herejes de antes son la iglesia de ahora. Lo predican sus teólogos. De hecho, Santiago Abascal, que no canta el Cara al Sol ni se ofende por el extemporáneo antifranquismo de Sánchez, sostiene que "ahora la tentación tiránica viene de Bruselas".
La UE debe poner pie en pared para frenar las guerras de Trump en su camino hacia lo salvaje. No podemos volver a la ley de la selva
El paso del tiempo dirá si el contagio de formas es también de contenidos. Parece difícil acoplar el ultranacionalismo de Trump a los ultranacionalistas de Abascal, Le Pen, Salvini, Meloni o Weidel, a los que quiere someter en su condición de primera potencia mundial: aranceles, defensa a cambio de compra de armamento estadounidense, barra libre para negociar el traslado de poblaciones, etc.
También hay diferencias entre los propios ultranacionalistas, incluidos los invitados al evento de Madrid. Por lo que nos toca de cerca, basta mencionar la ausencia del representante belga del Partido Nacionalista Flamenco, que está con Abascal en Madrid y con Puigdemont en Waterloo. A mayor escala, Ucrania y las tendencias neonazis de AfD (Alternativa por Alemania) dividen a la ultraderecha europea en tres grupos distintos. Orban es amigo de Putin y cuestiona la ayuda militar a Zelenski, mientras Marine Le Pen y otros repudian el neonazismo de AfD.
El líder portugués de Chega, en un alarde de euforia, llegó a decir: "Veo a Abascal más cerca de Moncloa y a Sánchez más cerca de la cárcel"
La UE debe poner pie en pared para frenar las guerras de Trump en su camino hacia lo salvaje. No podemos volver a la ley de la selva. Eso ya lo hemos vivido y no queremos volver a las andadas, aunque parece que retorna en forma de guerras contra el multilateralismo, la justicia universal, la descarbonización, los derechos humanos, la diversidad sexual, y hasta el propio concepto de soberanía nacional, como esa bárbara sugerencia de Trump y Netanyahu sobre el territorio y la actual población palestina de Gaza.
Y, en fin, no me resisto a comentar los cumplidos históricos de los invitados de Abascal. Orban agradeció con carácter retroactivo al régimen franquista por su apoyo a los revolucionarios en la Hungría comunista de 1956. Y, ya puestos quedar bien con el anfitrión, Wilders elogió a España por haber sido a la primera en expulsar al islam de Europa.
Menos histórico y más presentista estuvo el líder portugués de Chega, Andre Ventura, que, en un alarde de euforia incontenida, llegó a decir: "Veo a Abascal más cerca de la Moncloa y a Sánchez más cerca de la cárcel".
Leer las reseñas sobre la cumbre ultraderechista del fin de semana en Madrid es como meterse en el tren de la bruja. Escobazos en la oscuridad ilustrada: xenofobia, racismo, supremacismo blanco, odio al diferente, aversión al libre comercio y la justicia universal, para acabar luego magullado del todo con la declamación del anfitrión, Santiago Abascal, que ve "el futuro de Europa y el mundo" en manos de sus amigos de Patriots (tercer grupo más numeroso del Parlamento Europeo).